Vigila tus pensamientos y pon rumbo a una vida con sentido

En ocasiones, nuestra mente piensa, recuerda, imagina o se fija en todo lo pesimista o catastrófico que podría suceder.

Es nuestro “sistema de alarmas” que, en un intento de mantenernos protegidos, advierte peligros incluso donde y cuando no existen.

Frente a este fenómeno tenemos dos opciones, creer a nuestra mente o darnos cuenta de que se trata simplemente de una creación de nuestra mente, de un pensamiento.

Si la señal de alarma se queda encendida en nuestro cerebro, casi con toda seguridad, terminaremos enredados en un círculo vicioso.

Emociones equivocadas

Podemos tener emociones y/o sensaciones negativas que son interpretadas por nuestra mente buscando aquello que “está mal” en nosotros mismos o nuestro entorno, en recuerdos, o imaginando anticipaciones futuras.

Estas emociones pueden ser activadas por múltiples vías, tanto un estímulo exterior como uno interior y si nos quedamos enganchados en los pensamientos el malestar irá en aumento.

Los pensamientos terminan por no ser más que palabras, agradables o desagradables, pero tan solo palabras.

Nosotros somos más que esos pensamientos, somos la persona que tiene nuestros sentidos alerta (oído, olfato, vista, tacto, gusto), somos la persona que puede pensar, recordar e imaginar.

Quien puede actuar y termina por decidir según lo que desea y ve conveniente para sí mismo.

Solo en el momento presente somos verdaderos actores de nuestro futuro

Solo el momento presente está en nuestras manos, el pasado ya paso y cambiarlo está fuera de nuestro alcance.

Por su parte, el futuro está por venir, pero no tenemos control ni certeza sobre lo que pasará.

Solo en el presente podemos encontrar nuestra posibilidad real de hacer o no hacer.

Esto no quiere decir que renunciemos a nuestro pasado, o nos desentendamos de nuestro futuro.

El pasado forma parte de nuestra historia personal, da igual que hayan sido experiencias tristes o alegres, son nuestro equipaje y ya es parte de nuestra esencia.

Respetar y apreciar este bagaje experiencial, aunque resulte doloroso, forma parte del necesario proceso de aceptación.

Mirando al futuro con criterio

Seguro que nos ha ocurrido alguna vez, cuando nos preocupamos por algo, a menudo nos embarga la sensación de estar adelantándonos al futuro, de estar controlándolo; pero solo es eso, una sensación.

Nuestro futuro depende en gran parte de la forma en que estamos conduciendo nuestra vida en el presente, de nuestras decisiones, de nuestros actos, y también de las decisiones y actos de otras personas y de situaciones que no están ni estarán remotamente bajo nuestro control.

La mejor manera de construir nuestro futuro no supone estar permanentemente preocupados por lo que vendrá, sino ocupándonos de nuestro presente, dando pasos en la dirección que más nos acerque a aquello que valoramos y genera sentido en nosotros. Orientados siempre a nuestro propósito de vida

Recrearse en recordar lo vivido, sólo es útil en la medida que nos ayuda a mejorar el presente.

Aventurarse en adivinar el futuro, sólo es útil si nos ayuda a hacer planes y tomar decisiones en el presente.

En caso contrario si nos quedamos aferrados a estos pensamientos improductivos, a recuerdos siempre interpretados, y a imaginaciones atosigantes, nos sobrecargaremos.

Y desde esta sensación de estar abrumados surgirán nuevas emociones siempre desagradables, desadaptativas, y conductas defensivas tales como el aislamiento y la irritabilidad, viéndose afectada nuestra calidad de vida y la de nuestro entorno, degradándose.

Redirigir nuestra atención y focalizar nuestras energías en el presente, posibilita la construcción de las habilidades necesarias para dirigirnos a una vida significativa orientada al bienestar y al valioso desarrollo personal.

Beneficios de poner foco en el presente

Cuando nos centramos en nuestro presente estamos en disposición de percibir cuales son las áreas de la vida en las que podemos ocuparnos de una forma responsable, incorporando los aprendizajes necesarios para avanzar rumbo a una vida plena y significativa.

De esta manera podemos empezar a tomar decisiones y actuar con sentido, según nuestras metas personales vigentes.

Debemos tener en cuenta que, de igual forma que cuando un actor se encasilla en un único papel, en vez de desarrollarse en una amplia gama de personajes, se autolimita y de esa forma disminuye sus posibilidades de éxito, así si descuidamos nuestra faceta como trabajador, estudioso, sociable, romántico, recreativo, saludable, familiar, amigable o espiritual, o nos encasillamos en unas pocas áreas, nuestro desempeño y con ello sus gratificaciones se verán significativamente reducidas.

El objetivo principal es dejar de sobrevivir para empeñarnos decididamente en vivir. Ir enriqueciendo progresivamente nuestra vida.

Proponernos cada día pequeñas metas a cumplir y que apunten en la dirección marcada por nosotros mismos.

En la medida en que invirtamos nuestra energía y atención en mejorar sistemáticamente nuestras áreas vitales, un sentimiento de seguridad y plenitud aflorará inexorablemente.