¿De verdad somos seres Conscientes?

Todos conocemos la sensación de volver en coche a casa por el mismo camino de cada día y, de repente, percatarnos de que hemos llegado sin recordar realmente el trayecto.

Las habilidades que participan en el acto de conducir han quedado tan automatizadas que llevamos a cabo la rutina de manera inconsciente.

El yo consciente, esa parte que cobró vida cuando nos despertamos por la mañana, ya no es el conductor, sino que, como mucho, es un pasajero más.

El alcance de la mente inconsciente va mucho más allá del control de nuestro cuerpo.

La mente consciente modela nuestras vidas de manera más profunda

La próxima vez que participé en una conversación fíjese en que las palabras salen de su boca a una velocidad que sería imposible si controlara de manera consciente cada palabra que dice.

Su cerebro funciona entre bastidores, construyendo y produciendo el lenguaje, las conjugaciones y los pensamientos complejos.

El hombre que comenzó a iluminar por primera vez las ocultas profundidades del inconsciente fue uno de los científicos más influyentes del siglo XX, Sigmund Freud.

Freud llegó a la convicción de que la mente consciente es la punta del saber de nuestros procesos, mientras que la parte mucho más grande de lo que impulsa nuestros pensamientos y comportamientos es algo que no podemos ver.

La conjetura de Freud resultó ser correcta, y una de las consecuencias es que lo normal es que no conozcamos el origen de nuestras elecciones.

Nuestro cerebro constantemente extrae información del entorno y la utiliza para guiar nuestros comportamientos, pero muchas veces no identificamos las influencias que nos rodean.

Tomemos un efecto denominado “preactivación”, en el que una circunstancia influye en la percepción de otra, por ejemplo, si tienes en la mano una bebida caliente describirás tu relación con un miembro de la familia de manera más favorable que cuando tienes en la mano una bebida fría, entonces expresarás una opinión un tanto más negativa de esa relación.

Causas físicas

¿Porque ocurre esto?

Porque los mecanismos cerebrales que juzgan la calidez de una relación se solapan con los mecanismos que juzgan la calidad física, de manera que, unos influyen en los otros, y el resultado es que su tu opinión de algo tan fundamental como la relación con tu madre puede depender de si el té que estás tomando en ese momento lo encuentras caliente o helado.

De manera parecida, cuando se encuentra en un ambiente que huele mal, sus decisiones morales son más rigurosas y, por ejemplo, es más probable que considere inmoral cualquier acto poco común cometido por otra persona.

En otro estudio se demostró que, durante una transacción comercial, estar sentado en una silla dura le convierte en un negociador más duro, mientras que estarlo en una silla blanda supone una mayor probabilidad de adoptar una propensión a ceder.

En otro experimento, el psicólogo evolutivo Geoffrey Miller cuantificó lo sexualmente atractiva que es una mujer para un hombre analizando las ganancias de las bailarinas de un club de strippers.

Hizo un seguimiento de cómo fluctuaban esos ingresos durante el ciclo menstrual de cada mes de las strippers. Resultó que los hombres daban hasta el doble de propinas a la bailarina cuando ésta se encontraba en la fase de ovulación de su ciclo (es decir, era fértil), que cuando estaba menstruando (es decir, no era fértil).

Pero lo más asombroso resulta que los hombres no eran plenamente conscientes de los cambios biológicos que acompañan el ciclo menstrual.

Cuando la mujer está ovulando, el incremento de estrógenos provoca cambios sutiles de su aspecto, provoca que sus rasgos sean más simétricos, su piel más suave y su cintura más estrecha.

Sin embargo, los hombres, por debajo del radar de la conciencia, detectaron esos indicios de fertilidad.

Conclusión

Estos experimentos revelan algo fundamental sobre cómo funciona el cerebro.

El trabajo de este órgano consiste en reunir información acerca del mundo y a su comportamiento de la manera más beneficiosa no importa que su percepción consciente participe o no, y pocas veces participa.

La mayor parte del tiempo no eres consciente de las decisiones que se toman en tu nombre.

¿Te sorprende? ¿O ya lo sospechabas?

Resumido del libro de David Eagleman sobre
“El cerebro”
Ed. ANAGRAMA, Mayo2017