El temor a la muerte tiene dos componentes.
El primero es instintivo; todo ser vivo busca evitar su propia destrucción. Es un rasgo evolutivo. Es inevitable.
El segundo componente es más cultural. El origen del temor a la muerte es la poca familiaridad que tenemos con la muerte.
Tradicionalmente la muerte es un tema que se evita o se trata como si la muerte fuera un mal o una desgracia, aun cuando todas las religiones prometen una vida después de esta vida.
Desde pequeños recibimos información esquiva, vaga y paradójica sobre el tema.
Conforme crecemos estas inconsistencias las interpretamos como que es mejor no pensar en el tema.
Como nos resulta tan complicado hablar de ella, intentamos suavizarlo utilizando palabras como 'fallecer', 'dejar este mundo', 'irse' o 'apagarse', entre otras muchas.
Como resultado, la mayoría de nosotros llegamos a la conclusión, a un nivel no tan inconsciente, de que, de algún modo, de alguna manera, nosotros somos especiales, que la muerte es algo que les sucede a los demás, que no aplica a nosotros.
De algún modo nos creemos inmortales.
En el mejor de los casos pensamos que falta mucho para el momento de morir, aun cuando a nivel intelectual sabemos que cada día podría ser el último.
De ahí nace nuestra crónica negación y falta de familiaridad con la idea de nuestra propia muerte.
Consecuencias de asumir la muerte
Podemos apuntar tres consecuencias positivas de asumir la muerte como parte de la vida.
La primera es que la muerte nos hace vivir agradecidos: cuando tomamos consciencia de la muerte, nos damos cuenta de que estar aquí es un verdadero milagro que no nos merecemos, y que cada instante aquí debe ser vivido como un regalo y aprovechado, porque no sabemos cuándo se acabará.
La segunda es que la muerte pone las cosas en su sitio: la muerte descoloca, sí, pero también recoloca.
Recoloca porque nos hace darnos cuenta de qué es lo importante en nuestra vida y lo que de verdad merece la pena.
Recoloca cómo nos relacionamos, cómo usamos las cosas, el dinero, nuestra soledad, ...
Y, por último, la muerte nos ayuda a tomar decisiones y a comprometernos.
San Ignacio de Loyola en los Ejercicios aconseja, como criterio para decidir, imaginarse justo antes de morir, «en el artículo de la muerte», y pensar qué decisión le gustaría haber tomado.
Esa decisión lleva irremediablemente a un compromiso de por vida, puesto que el individuo se hace consciente de que la vida pasa, y pasa rápido, y no quiere quedarse a merced de sus apetencias, sino que decide poner toda su vida en un proyecto que le dé sentido y lo implique totalmente.
El cómo hacer
No repitiendo conceptos genéricos y vagos como “todos vamos a morir”.
Hay varias maneras prácticas de familiarizarte con tu propia muerte.
Ésta es una:
Imagínate
Siéntate cómodamente en un lugar tranquilo en donde no se te vaya a interrumpir durante unos 15 minutos.
Tómate unos minutos para relajarte, normalizar tu respiración y tranquilizar tu mente.
Comienza a imaginarte en tu lecho de muerte, O recibiendo la noticia en el consultorio del doctor de que padeces un cáncer incurable.
Visualízate anciano, débil, enfermo. Sabes que vas a morir, Sabes que son los últimos momentos.
Tus seres queridos también lo saben, se les nota.
Siente tu miedo. Observa las reacciones tu mente.
No sabes que va a suceder después de que tu corazón se detenga.
Hay temor a lo desconocido. Obsérvalo. Siéntelo.
Hay recuerdos felices, hay arrepentimiento, hay cosas que no hiciste.
Repásalo. La idea de no existir tal vez por vez primera se te presenta.
Las primeras veces vas a encontrar una resistencia natural en tu mente.
Esto disminuirá con la práctica.
Imagina cómo afectará a los tuyos
Otra buena práctica es imaginar a la gente que te rodea, especialmente tus seres queridos, cuando tú ya no estés.
Imagina que mueres repentinamente hoy.
Imagina la vida de tu pareja, tus hijos, tus amigos, a partir de ese punto.
Su tristeza, su duelo, su recuperación y la manera en que retomarán sus vidas, al igual que el resto del mundo, después de que te hayas ido.
Prepara los detalles prácticos de tu muerte.
Compra un seguro funerario. Escribe tu testamento
¿Cómo van a saber tus seres queridos donde están las claves para entrar a tus cuentas bancarias?
¿Cómo van a saber en dónde tienes escondido ese valiosos reloj o joya familiar?
¿Están protegidos tus hijos cuando tú te vayas?
Conforme familiarices a tu mente con la idea de tu propia muerte, ésta irá perdiendo su misterio y su poder sobre ti.
Aceptarás que efectivamente, vas a morir.
Si practicas Mindfulness
Kabat Zinn aporta directamente la terapia de la atención consciente, centrada en la aceptación activa de la realidad presente, sin forzar la consciencia de la mortalidad.
Kabat Zinn apuesta por la confianza de que el cultivo de esta actitud de atención consciente opere un cambio de hábitos mentales en el practicante de mindfulness.
Estos cambios le permitirán, llegado el momento, soltarse con confianza y plenitud en la experiencia del presente sea lo que sea que experimente, incluida la perspectiva cierta de la propia muerte o la de los seres queridos.
Es decir, un afrontar con coraje, “sin reactividad y con realismo radical”, con ecuanimidad.
En primera persona
Y especialmente cuando soy yo mism@ quien se enfrenta a la consciencia de la muerte.
Cuando estamos en proceso de morir nada puede ayudarnos más que estar rodeados de personas que han desarrollado una calidad de presencia basada en la atención consciente.
La profunda sabiduría y la capacidad compasiva de estas enseñanzas se derivan del cultivo sistemático de la atención meditativa mediante la práctica, no mediante la teoría; no es una cuestión de creencias sino de experimentación.
Este potencial sanador nunca es tan notorio como cuando se trata de acompañar en el proceso de morir a familiares, amigos o pacientes.
La importancia de pasar por la fase de duelo
El duelo es un proceso que incluye distintas fases.
En términos generales, la primera de ellas es aceptar la realidad de la pérdida; la segunda, expresar las emociones; la tercera, aprender a vivir sin el ser querido; la cuarta, recolocar emocionalmente al ser querido, y la última, recuperar el interés por la vida.
No todo el mundo las recorre todas ni en el mismo orden, pero sí que es importante hacer un proceso de despedida del ser querido para evitar que se genere lo que nosotros denominamos «un duelo complicado», es decir, síntomas psicológicos con una duración e intensidad mucho mayor de la habitual.