En el primer caso, algunos de los responsables de la NASA apenas habían dormido dos horas antes de comenzar el lanzamiento.
«Aunque es admirable, plantea serias preguntas cuando pone en peligro el desempeño en el trabajo, especialmente cuando hay en juego decisiones críticas», dijo la comisión que lo estudió.
En el caso del petrolero, el tercer oficial que estrelló el barco llevaba 18 horas sin descansar.
Aun así, son muchos los que no dan importancia al sueño.
Pero su carencia, insisten los expertos, tiene consecuencias que van más allá de una mala toma de decisiones.
La lista es extensa: deterioro cognitivo y de la memoria, alteraciones cardiometabólicas, tendencia a la diabetes y a la obesidad, cambios en el carácter con tendencia a la irritabilidad, a consumir sustancias estimulantes y drogas, somnolencia diurna y un mayor riesgo de accidentes, entre otros.
«Dormir poco es equivalente a un atentado a la salud, tiene precio», asegura el doctor Joaquín Terán-Santos, presidente de la Sociedad Española del Sueño (SES).
Sí, hay personas que tienen un ritmo biológico que les permite con muy pocas horas estar en plena condiciones. «Son lo que llamamos cortos durmientes, pero es realmente extraño».
Las estadísticas dicen que quienes pueden dormir escasas horas son un 5% de la población.
Sin embargo, entre los mandatarios abundan los ejemplos, cuanto menos extraños, de forma de descanso. El dirigente británico Winston Churchill dormía unas cinco horas por la noche, pero también se echaba una larga siesta, mientras que la «premier» Margaret Thatcher dormía solo cuatro horas.
Por ello, cuando en 2014, el Centro de Genómica Aplicada de Filadelfia descubrió que las personas con el gen p.Tyr362His solo necesitaban 5 horas de sueño para recuperarse, lo bautizaron así: “El gen Thatcher”.
El último ejemplo es el del presidente de EE.UU., Donald Trump, que se vanaglorió en una entrevista de que solo necesita entre tres y cuatro horas de descanso.
«Es muy típico desde hace tiempo en Washington que la gente alardee de ello como síntoma de virilidad.
Es un ejemplo fantástico del menosprecio del sueño», dice el doctor Javier Albares, especialista en Neurofisiología del Centro Médico Teknon.
Porque, según dice, la reducción del tiempo de sueño se explica en parte como un fenómeno social vinculado a la aparición de la luz eléctrica y la revolución industrial.
En nuestro país, la media de sueño está entre las 6 horas y media, y las 7 horas, cuando la recomendación para un adulto de entre 22 y 65 años está entre 7 y 9 horas.
En comparación con otros países occidentales, los españoles duermen en torno a 30 minutos y una hora menos. «Hoy sabemos que el 30% de los españoles funciona con un déficit de sueño. Presentan un cuadro de privación de sueño crónico y mantenido en el tiempo», explica el doctor Terán-Santos.
Para Albares está claro que «la gran mayoría de los que dicen ser de ciclo corto, van privados de sueño. Si durmieran bien, se encontrarían mejor».
Lo que más condiciona el tiempo de descanso es el momento escogido para ir a la cama.
«La pérdida de horas de sueño viene ligada a una prolongación de nuestras horas de trabajo o de ocio, que retrasan la incorporación de las horas de sueño», dice el director de la SES.
A medida que uno disminuye el número de horas, empiezan a aparecer las alteraciones, que comienzan con el rendimiento y el cambio del carácter.
También se produce un incremento de peso.
Diversos estudios han demostrado que las personas que duermen 5 horas tienen el doble de posibilidades de desarrollar obesidad.
A la larga, existe un creciente número de estudios científicos que muestran que la privación parcial de sueño, cuando se produce de manera crónica, produce anomalías hormonales y metabólicas que en último término conducen a un incremento de enfermedades de metabolismo como diabetes tipo II, obesidad, dislipemia; enfermedades cardiovasculares como hipertensión arterial (y el consiguiente incremento del riesgo cardio-cerebrovascular), y neurológicas.
«Algunos estudios muestran un incremento de la tasa de mortalidad por estas causas.
La falta de sueño crónica no se restituye por mucho que se duerma el fin de semana.
«Es un tópico falso. Si duermen más es porque van privados de sueño», dice Albares.
Pero los efectos de un sueño insuficiente ya se han producido.
Además, el especialista se refiere a un estudio que demostró que las personas que duermen crónicamente entre cinco y seis horas, aunque tengan la posibilidad de dormir durante tres días seguidos todo lo que quieran, ven sus capacidades de reacción y cognitivas limitadas sobre quienes duermen 8 horas diarias.
«No llegan a las mismas capacidades, aunque duerman lo que quieran», explica Albares.
«Dormir bien es un derecho y está íntimamente ligado a un estado de salud pleno. El sueño no es un periodo vacío, ni inerte. Su ausencia produce efectos graves en la salud», concluye Terán-Santos.
¿Cuánto hay que dormir?
Las recomendaciones varían según la edad, el sexo o la configuración genética. Para un adulto de entre 22 y 65 años, se recomiendan entre 7 y 9 horas, pero dentro de esta horquilla, hay quienes necesitan dormir menos horas y quienes necesitan dormir 9 o 10 horas, sin que ello implique ninguna patología.
¿Cómo saber el tiempo de sueño que necesito?
La clave está en observarse: si uno se levanta somnoliento, irritable, con poca energía, si tiene un peor rendimiento en el día o experimenta cambios en el estado de ánimo, necesita dormir más.
¿Se puede vivir durmiendo tres horas?
Solo un 5% de la población puede descansar tan poco. En el resto, un déficit de sueño crónico se asocia a diversas enfermedades.
Un sueño de calidad ayuda a la sensación de bienestar. Por ello, es recomendable tener una rutina de horarios y costumbres, y evitar dejar luces encendidas en el dormitorio.
Por su parte, los adolescentes deberían dormir 9 horas, pero la mayoría duerme 7 horas.
Un hábito que puede tener consecuencias durante el resto de su vida, según explica el doctor Javier Albares. La explicación radica en el proceso de maduración del cerebro, que termina a los 22-23 años.
Hasta ese momento, el descanso juega un papel fundamental: es durante esta etapa del día cuando se producen, refuerzan o limpian la mayoría de las conexiones neuronales.
«Es como si estuviéramos formando las carreteras o autopistas que vamos a utilizar el resto de nuestra vida a nivel neuronal», explica Albares.
Pero, si no se descansa lo suficiente, esas conexiones neuronales no solo no se refuerzan, sino que incluso se pueden perder.
«Los menores que duerman poco, en vez de tener en la vida adulta buenas autopistas para circular, lo que tendrán serán caminos de tierra. De ahí la gran importancia de que los niños y adolescentes duerman bien: si no, no tendrán esas conexiones neuronales bien establecidas para el resto de su vida».
Diversos estudios han comprobado que un adolescente que duerme 7 horas tiene la mitad de capacidad de resolución matemática que un adolescente que duerme 9 horas.
Un joven que duerme poco tiene más fracaso escolar y más riesgo de bullying (de llevarlo a cabo y también de recibirlo).
Además, se ha constatado que los niños obesos duermen menos que los que presentan un peso normal, mientras que los que más duermen, durante sus primeros 11 años de vida, tienen un menor riesgo de tener sobrepeso en la edad adulta.
«Hay que organizar de otra forma los horarios», clama el experto.
Al final, las horas de sueño son «robadas» por horarios tardíos, actividades extraescolares a última hora de la tarde, cenas que comienzan ya por la noche y parrillas televisivas que se extienden más allá de la media noche. «Hay que instaurar la importancia del sueño desde el colegio», dice.
En opinión de Albares, el impacto del bien dormir en la salud se debería transmitir como un tercer eje fundamental del bienestar, junto a la nutrición correcta y la actividad física permanente adecuada a la edad.
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ABC (Isabel Miranda)