Si cuidas las palabras el lenguaje cuidará de ti (2 de 3)

Habíamos terminado el viernes con tres importantes preguntas. ¿Recuerdas?

  • “¿Qué historia de vida deseas para tus hijos o alumnos?”
  • “¿En qué mundo te gustaría que viviesen tus hijos o alumnos?”
  • “¿Qué quieres aportar al futuro de tus hijos o al futuro alumnos?”
Vamos a seguir desgranando la interesante entrevista-diálogo entre Luis Castellano y Juan Carlos Hervás.

J.C.H. Ese fue el inicio.

L.C. Sí.

J.C.H. El punto de partida.

L.C. El punto de partida. Con esto me presenté en el colegio Julio Pérez. Queríamos ver realmente qué es lo que los padres y los profesores piensan, qué historia quieren para su vida, qué futuro desean para sus hijos y qué quieren aportar ellos. Es decir, en qué compromiso quieren estar.

J.C.H. De esa recogida de datos, ¿qué os sorprendió?

L.C. Bueno, principalmente, la recogida de datos de la primera pregunta fue impactante…

<7p> La palabra “felicidad”, aparece en más de 70 % en todos los discursos de todos los padres. Por supuesto, aparece que tengan un buen futuro, aparece que, por supuesto tengan salud, es decir… Pero no aparecía nada de que fueran buenos matemáticos, físicos, químicos, biólogos, enfermeros… No aparecía nada de eso. Aparecían conceptos generales.

En la segunda pregunta, es decir, si te pregunto qué es lo que tú quieres para tus hijos y qué historia quieres para tus hijos, había algo fundamental, y es que no sabemos. Damos respuestas desde lo que ya entendemos. No creamos nada nuevo. Las preguntas y las respuestas eran como repetitivas. El padre y la madre, el profesor, decían: “Yo quiero que cuente una historia buena”.

Y ¿qué vas a dedicar, tiempo? ¿Vas a dedicar atención? ¿Vas a dedicar energía? ¿Vas a dedicar capacidad de aprendizaje? ¿Vas a dedicar esfuerzo por ver de forma diferente? ¿Vas a ser y estar más presente cuando estén tus hijos en casa o vas a estar más presente con tus alumnos? ¿Y de qué manera vas a estar más presente? No había respuestas creativas.

J.C.H. O sea, tenían claro dónde querían que fueran sus hijos, pero no tenían claro cómo hacerlo.

L.C. El cómo. Y yo creo que eso es la esencia del proyecto palabras habitadas: el cómo. Si tú deseas que tu hijo o tu alumno sea feliz, que tenga salud, que tenga bienestar…, ¿cómo podemos hacer que, al final, le des las herramientas para que pueda cumplir los sueños y los pueda alcanzar? Y por eso decíamos que educar es atender a los sueños de los demás.

J.C.H. Lo que aportabais en el proyecto vosotros era esa herramienta.

L.C. Exactamente.

J.C.H. ¿Qué herramienta aportasteis a padres, profesores y alumnos para que pudieran dirigirse hacia ese mundo que querían?

L.C. La primera herramienta fundamental era cómo podemos tomar conciencia del lenguaje. Ahí aparecieron las maravillosas listas de comprobación. Es decir, las listas de comprobación…

J.C.H. ¿Qué es una lista de comprobación?

L.C. La lista de comprobación básicamente es tomar conciencia absoluta del lenguaje. Una lista de comprobación venía de otros ejemplos. Las listas de comprobación son las listas que tienen, por ejemplo, en la cabina los pilotos de los aviones. Con ellas chequean si tenemos el depósito de gasolina lleno, si los flaps están llenos, si el tren de aterrizaje está en su orden, si las puertas están cerradas… Así que una lista de comprobación es comprobar aquello que nos puede llevar a veces al desastre.

Por lo tanto, lo primero es detectar los errores más comunes que se podían producir.

Segundo, una lista de comprobación tiene que ser muy sencilla, no puede durar más de 90 segundos o 120 segundos. Estamos hablando de menos de dos minutos. Puede haber muchas listas de comprobación, pero cada una de ellas no puede durar más de 90 a 120 segundos.

Tercero, tienen que ser muy precisas, tienen que ser exactas, tienen que decir y definir aquello que se está chequeando. Por lo tanto, tienen que estar muy claras. Es decir, escritas para que luego la hagamos: “Pom, pom, sí, no, sí, no”...

J.C.H. El padre va chequeando, el profesor va chequeando, y el alumno…

L.C. Y el alumno también va chequeando su propio lenguaje. Se va dando cuenta de los errores que comete en el lenguaje. Era muy divertido con los padres. Eso habría que verlo. ¿Qué errores decían? “Decimos muchos tacos, pero ¿cómo podemos vivir en este mundo?”. Es tomar conciencia. La lista de comprobación…

J.C.H. Las elaboraron ellos mismos.

L.C. Las elaboraron tanto los padres como los profesores, en lo cual tú contribuiste muchísimo, y los alumnos. Es decir, si no tomo conciencia no puedo cambiar mi lenguaje. Si no sé cuáles son los errores de mi propio lenguaje, si estoy diciendo tacos solo levantarme por la mañana, si estoy diciendo que eres un inútil, que no lo vas a conseguir, que estás yendo mal camino, que llegas tarde y al final llegas con mala cara y todo el rato es ese el lenguaje que tengo y no tomo conciencia porque me sale natural…

Nadie me ha dicho que yo tengo que reflexionar sobre el lenguaje. Nadie me ha dicho que el lenguaje es importante para construir el futuro.

Por lo tanto, las listas de comprobación son lo que te hace tomar conciencia de ese lenguaje. Es decir, si tú no tomas conciencia de los errores más comunes, no vas a poder cambiarlo. Es muy complejo que lo puedas cambiar.

J.C.H. El proyecto es elaborar una lista de comprobación. La elaboran los propios colectivos, la llevan a cabo y el objetivo final, una vez elaborada y una vez puesta en marcha, sería…

L.C. Trasformar el lenguaje. Es decir, la capacidad de elegir palabras para tener autonomía. Pero también teníamos que implicar todos los niveles emocionales que existían. Por lo tanto, hay emociones evolucionadas.

Empezamos a coger las diez emociones evolucionadas que tenía Barbara Fredrickson para intentar aplicarlas en el aula: la admiración, el orgullo, el interés, la alegría, el amor… Es decir, vamos a ver cómo las podemos aplicar en el aula, vamos a empezar a trabajar, a hacer cosas, ejercicios y actividades que pudieran implicar al chaval, a los alumnos y al profesor un esfuerzo mínimo. Porque yo quitaría la palabra “esfuerzo”, sino que se hiciera como algo normal.

L.C. Por ejemplo, pusimos una caja de valentía en la mesa. Esa caja de valentía, lo que les pedíamos a los chavales, pero también a los profesores y a los padres que lo pueden llevar a casa, era: “¿En qué voy a ser valiente hoy?”.

Una vez que ya he detectado el lenguaje, ¿en qué voy a ser valiente hoy? ¿Voy a ser valiente en decir menos tacos?, como decían algunos chavales. ¿Voy a ser valiente en decir gracias a alguien por algo? ¿Voy a ser valiente en darle un reconocimiento específico a alguien? ¿Voy a ser valiente en no insultar a alguien? ¿En qué vas a ser valiente? Entonces iban poniendo, iban echando “en qué voy a ser valiente hoy”. Se trata de que cada día seamos valientes en algo. Luego se recogía en lo que éramos valientes y se repasaba, ¿vale? Se repasaba en qué había sido valiente y si lo había sido. Por ejemplo, una chica decía: “Voy a decir menos tacos, joder. ¡Uy! Sigo diciendo los mismos tacos, pero hoy he tomado conciencia”.

L.C. Unas de las cosas que también decíamos y que les parecía muy importante a los profesores es que el sentido del humor es clave. No hay que dramatizar. Esto simplemente es un aprendizaje, no estamos enseñando nada. Lo que estamos intentando es que aprendamos juntos. Yo aprendo a ser valiente como profesor, yo aprendo como padre a ser valiente y como alumno puedo aprender a ser valiente.

J.C.H. O sea que el proyecto no solo comprueba mi lenguaje, sino que, además, al comprobar mi lenguaje, descubro qué palabras no son beneficiosas en el aula, o en la casa en el caso del padre. Además, algo muy importante que ha hecho es que introduzco un nuevo lenguaje en el aula.

L.C. Cuando empezaron con las listas de comprobación, volviendo a ellas, los chavales se empezaron a dar cuenta del lenguaje que tenían en casa. El lenguaje de sus padres, la cantidad de tacos que dicen, la cantidad de gestos que implican…

Es decir que en lo cotidiano existen cosas que las dejamos como si fuera algo natural, pero de repente empezamos a tomar conciencia, pero una conciencia diferente: “Eso no tiene por qué ser así. ¿Cómo puedo cambiarlo?”...

De repente, se introduce unas de esas nuevas emociones que aparecen en Barbara Fredrickson, que es la admiración. ¿Qué admiráis de vuestros padres? Es como reconciliarnos a través del lenguaje con el otro lenguaje que ha habido ahí.

L.C. De repente, los chavales empezaron a admirar (cosas) de sus padres. Empezaron a escribir qué admiran. Empezaron a traer fotografías de sus padres y a decir por qué les admiraban. ¿Por qué admira a sus hermanos? Eso es fundamental. Es decir, hacerlo visible.

El lenguaje positivo lo hace visible ... Y, de repente, la admiración se construye. Y se construye como un elemento básico para reconciliarme con aquello que antes ni me había dado cuenta de que era tan importante y ahora me doy cuenta de que es importante. ...

L.C. …el proyecto era para todos, era tanto para las familias como para el profesorado o como para el alumnado. Todos tenían el mismo objetivo: tomar conciencia del lenguaje para regularlo y tener dominio sobre él, y para que la vida sea mejor para ellos.

Sus historias personales. Ese era el objetivo global. Empezamos con preguntas, pero luego pasamos a acciones muy concretas. Acciones que eran acciones sutiles ..., también les pedíamos: “Oye, define tu vida en seis palabras”… Les hace pensar cómo es su vida en seis palabras. Les hace la concreción del lenguaje de las palabras. Eso es interesantísimo, …

J.C.H. Resume, ¿no? Elige.

L.C. Resume, sí. Elige, elige una a una. Entonces, de repente, está ahí. Nosotros nos hemos basado muchísimo en todas las investigaciones de la psicología positiva de Martin Seligman.

Unas cosas que se dicen en psicología positiva que está demostrada, fundamentalmente, es que, si nosotros somos capaces de dar tres agradecimientos diarios diferentes durante 21 días, eso va a hacer que nuestro cerebro empiece a buscar la parte favorable.

Tres agradecimientos diferentes significan: pues hoy me he duchado con el agua y la temperatura estaba adecuada, hoy he sacado a pasear a mi perro, hoy le he dicho a mi madre “Gracias”. Pero no puedes repetirlo. Por lo tanto, van a ser 63 agradecimientos diferentes durante 21 días.

Hay gente, profesores, hay padres y madres en el instituto, familias, que han hecho un mural en su casa con agradecimientos que dura ya todo un año. Y lo han colgado en el muro ahí en Facebook, lo han colgado.

De repente, se dan cuenta de que ser agradecidos y mirar el mundo desde el agradecimiento cambia la perspectiva, cambia las relaciones conmigo mismo y con los demás. Esto es fundamental. Y los chavales empezaron a poner agradecimientos.

J.C.H. O sea, 63 agradecimientos pueden cambiar tu vida.

L.C. 63 agradecimientos cambian tu vida porque hacen que tu cerebro, de alguna manera, empiece a buscar el lado favorable de las cosas. Ese esfuerzo, al azar, de noche, de buscarlo. Individualmente, lo puedes hacer en familia, lo puedes hacer en el aula: “¿Qué podemos agradecer hoy?”. Porque, en el fondo, podríamos decir: “¿Qué hemos aprendido hoy?”. Si decimos el aprendizaje como agradecimiento, ya estamos dándole un pequeño vuelco a las cosas. J.C.H. Ver las cosas desde otra clave.

L.C. Eso es.

J.C.H. Doy fe, durante este año, que se han conseguido grandes cosas.

L.C. Hay una cosa que también es importante, por ejemplo, con los chavales. Otro ejercicio que hacíamos muy sencillo. Las palabras duelen. Son físicas.

Es decir, cuando sientes alegría, ¿dónde sientes la alegría? Es decir, ¿en qué parte del cuerpo? Claro, tu sistema nervioso… Tu cerebro está dando órdenes, es decir, impacta y, de repente, ¡zas! Nos llega, nos somatiza y la alegría la sentimos, nos da energía, la sentimos en el pecho, como dicen algunos, en el estómago. Pero ¿dónde sientes la tristeza? ¿O dónde sientes cuando alguien te ha dicho que eres un inútil, que eres un fracasado, que no lo vas a conseguir, que no sirves para nada, que por ese camino no vas a llegar a ningún sitio, cómo te vas a ganar la vida? ¿Cómo lo vas sintiendo? Entonces, claro, de repente, también lo sientes. Y, de repente, sientes que el estómago se te encoge. Y, de repente, sientes que te tiemblan las piernas y que un “no” te hace mucho daño. Pues lo somatizamos pero lo ponemos físicamente, hacemos una silueta y ponemos en esa silueta dónde nos afectan las palabras.

Porque las palabras son físicas. Funcionan en el cerebro, y esas son nuestras investigaciones, y funcionan en tu cuerpo, y funcionan diciéndote muchas cosas a tu cuerpo.

J.C.H. Te sanan.

L.C. Sanan.

J.C.H. Y te duelen.

L.C. Sanan y duelen. Las palabras lo que hacen es que construyen historias. Una historia puede salvar tu vida. Por lo tanto, las palabras salvan vidas.

(continuará ..., mientras tanto, que te parece poner en marcha la propuesta de encontrar cada día tres razones de agradecimiento durante los próximos 21 días- Construye tu mural de agradecimiento a la vida)