¿Qué tipo de persona eres cuando tienes un problema?

¿Alguna vez te has reflexionado sobre cómo respondes cuando se te presenta un problema?

Hay quien sostiene que un mayor nivel de experiencias vitales, ya sean buenas, ya sean malas, implica un mayor crecimiento personal.

Diversas investigaciones han llegado a demostrar  que las personas con más fortaleza emocional son aquellas que más sufrimiento han superado en el pasado.

Dicen que las personas fuertes no son aquellas que no se derrumban, sino aquellas que lo hacen y vuelven a levantarse.

La resiliencia

Efectivamente, la resiliencia es una de las cualidades que más información positiva ofrece sobre la calidad de una persona.

Porque si eres resiliente, si te sientes capaz de superar las adversidades y de seguir adelante con confianza y alegría, aprecias la vida como lo que es, un maravilloso camino de rosas y espinas en el que todo es capaz de nutrirte y alimentarte.

Porque si eres capaz de entender que incluso de la peor experiencia puede surgir una lección positiva, la vida se convierte en una práctica fluida y enriquecedora.

Por eso, te propongo un reto para hoy: que pienses qué tipo de persona eres tú cuando la vida se pone cuesta arriba y aparecen los problemas.

Para darte una pista, seguro que esta historia puede ayudarte…

Zanahoria, huevo y café

"Érase una vez la hija de un viejo hortelano que se quejaba constantemente sobre su vida y sobre lo difícil que le resultaba ir avanzando. Estaba cansada de luchar y no tenía ganas de nada; cuando un problema se solucionaba, otro nuevo aparecía y eso le hacía resignarse y sentirse vencida. El hortelano le pidió a su hija que se acercara a la cocina de su cabaña y que tomara asiento

Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre un potente fuego. Pronto el agua de las tres ollas se puso a hervir. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra.

La hija, que miraba expectante, esperó impacientemente preguntándose qué estaría pretendiendo su padre. Al poco tiempo el padre apagó los fuegos. Sacó las zanahorias y las colocó en un tazón. Sacó los huevos y los colocó en un plato. Finalmente, coló el café y lo puso en un vaso.

Mirando tiernamente a su hija le dijo: “Querida hija, ¿qué ves?”

“Zanahorias, huevos y café” fue su respuesta.

Diferentes resultados

Sin perder la sonrisa, el padre tomó a su hija por el brazo y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Después de pelarlo, la hija comprobó que el huevo estaba duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma.

Humildemente la hija preguntó: “¿Qué significa esto, padre?”

Él le explicó que los tres elementos habían enfrentado la misma adversidad: agua hirviendo, pero habían reaccionado de forma muy diferente.

La zanahoria llegó hasta el agua fuerte, dura; pero después de pasar por el agua hirviendo se había transformado en una materia débil, fácil de deshacer.

El huevo había llegado hasta el agua frágil, su cáscara fina protegía su interior líquido; pero después de soportar el agua hirviendo, su interior se había endurecido.

Los granos de café sin embargo eran sorprendentes; después de estar en contacto con el agua hirviendo, habían cambiado al agua.

“¿Cual eres tú?”, le preguntó a su hija. “Cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes?

¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando la adversidad y el dolor te tocan, te conviertes en un ser débil y pierdes tu fortaleza?

¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable? Posees un espíritu fluido, pero después de una muerte, una separación, o una desgracia ¿te has vuelto un ser duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero ahora ¿eres un ser amargado y áspero, con un espíritu y un corazón endurecido?

¿O eres como un grano de café? El café transforma el agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor. Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor tú reaccionas mejor y haces que las cosas a tu alrededor mejoren.

¿Qué tipo de persona eres tú ante tus propios problemas y los ajenos?

Sólo hay tres tipos de personas, las que se comprometen, las que observan y las que huyen.

La diferencia radica en la actitud que adoptamos ante los problemas.

Con nuestra actitud podemos o bien sumar y ser felices o bien restar y vivir amargados, es así de sencillo.

Los grandes viajes comienzan siempre con un primer paso, y siempre en el entorno más próximo.

Veamos qué primeros pasos son los más efectivos para solucionar nuestros problemas más habituales:

Mantener una actitud positiva ante los problemas

Siempre nos enseñan más que lo que realmente nos perjudican, pero tenemos que aprender a extraer esas lecciones, nadie lo puede hacer por ti.

Mejorar el entorno laboral en el que te mueves

Nada mejor que la satisfacción de un trabajo bien hecho, el ayudar a un compañero en apuros y el aportar ilusión a todo lo que haces. Esto también es una cuestión de hábito y de actitud y, cómo no, también depende de nosotros.

Cuida de tu pareja

El amor es un descubrimiento que hay que realizar cada día. Olvida esas discusiones absurdas en las que nos solemos enzarzar y esfuérzate en descubrir el contexto, las tensiones diarias, el cansancio, ... que están siempre detrás. Comprende y repara. Una discusión no es una competición. Ten paciencia y encuentra las palabras adecuadas.

Dedicar más y mejor tiempo a tus hijos

Olvida los caros y sofisticados juguetes con los que sin darte cuenta quieres compensar, quién sabe, algunas ausencias demasiado largas. Tus hijos sólo necesitan que tú seas feliz, porque de esa manera tú vas a estar a gusto en su presencia y vas a irradiar esa felicidad. También eso depende exclusivamente de ti, pero apresúrate, porque si tienes hijos pequeños, éstos crecen rápido y el tiempo pasa corriendo.

Tú eres el primer educador de tus hijos

Y, como tal, tienes una responsabilidad enorme para que éstos modelen en su día otra sociedad más justa. Piénsalo, pero es así. Esta tarea no la podemos delegar, nos corresponde como padres y madres.

Mantén tu mente alejada de la nostalgia o los errores del pasado y de las incertidumbres del futuro

Vivimos continuamente enajenados por un pasado que pudo ser o un futuro incierto. Cuanto más consciente se es del aquí y el ahora, más cerca tenemos el sosiego de la felicidad diaria. Esto tampoco nadie te lo puede dar, sólo tú.

Renuévate y detecta los condicionamientos automáticos que operan en tu manera de pensar

No podemos ser y pensar siempre de la misma manera, al igual que nuestros cuerpos, los esquemas de pensamiento deben evolucionar. En demasiadas ocasiones vivimos anclados a un pasado ya obsoleto o en aquellas respuestas fáciles que el sistema nos da.

Oriéntate hacia aquello que te apasiona

Descubrirás el efecto contagioso que esta actitud tiene entre los que te rodean. He aquí una joya que nunca deberíamos olvidar: somos buenos sólo en aquello que nos gusta y apasiona.

No permitas que nadie intente alejarte de tus sueños

Los que lo hacen, son incapaces de alcanzar los suyos.

Así podríamos seguir con una lista interminable de cosas que podríamos hacer por este mundo, esta sociedad, esta ciudad o pueblo en donde vives: en definitiva, por ti mismo.

Esta es la mejor aportación que podemos hacerle a nuestra sociedad.

Va a resultar imposible encontrar soluciones para la sociedad en la que vivimos si antes no cambiamos nosotros mismos, de ahí la sencilla pero profunda cita de Ghandi: "Sé el cambio que quieres ver en el mundo".

Piénsalo: ¿en qué grupo estás?, ¿entre los que se comprometen, los que observan o los que, como la mayoría, huyen?