¡Qué listo es tu inconsciente!

¿Qué te parecería si te dijera que “eso” que impide que mueras de algo tan simple como un resfriado también se encarga de algo tan complicado como encontrarte a tu pareja ideal?

Pues es cierto: La clave está en tu sistema inmunológico. Así de claro.

Y no lo digo yo, que podría, sino un grupo de investigadores de la Universidad de Dresde (Alemania), que acaba de publicar sus conclusiones en la prestigiosa revista Nature.

Así que las conexiones amorosas son, en realidad, pura cuestión científica.

El estudio sostiene que el organismo tiende a buscar otros cuerpos con un sistema inmunológico totalmente distinto al propio.

O, al menos, lo más diferente posible.

¿Una química sabia o inconsciente?

Está claro que el cuerpo no es perfecto y que, de vez en cuando, da algún tropiezo en forma de gripe indeseable.

Es decir, que, aunque esto sea una cuestión de química, tampoco somos seres infalibles, por lo que siempre se cuela alguna que otra bacteria.

Pero, en general, y aunque a veces nosotros mismos queramos engañarnos, nuestro cerebro deja a nuestros leucocitos que distingan por nosotros lo que debe cazarse o dejar que corra libre.

El motivo de esta conexión inmunológica lo encontramos, según estos investigadores, en el instinto de supervivencia del ser humano.

En realidad, una vez más, se impone la lógica inherente a la supervivencia: si entremezclamos nuestros genes preparados para soportar determinadas enfermedades con otros más dispuestos a luchar contra otras, el vástago que nazca de esa unión estará más capacitado para aguantar un mayor número de ataques externos.

Una ventaja innegable de la reproducción sexual.

Así que, en teoría, si nos pusiéramos a cruzarnos unos con otros con cierto criterio, seríamos capaces de crear un ser casi inmortal.

El responsable último en el que hemos descargado la delicada labor de identificar a la pareja perfecta o, al menos, la físicamente compatible, es el antígeno leucocitario humano, una sustancia que pulula en la parte más superficial del cuerpo y en los glóbulos blancos, que son capaces de diferenciar lo propio de lo ajeno y organizar las defensas del organismo en caso de invasiones indeseadas.

Te preguntarás qué complicadas estrategias empleamos para identificar a un “partenaire” que tenga un sistema inmunitario opuesto al nuestro.

Tranquilos, no vamos a empezar a necesitar salir de fiesta con nuestra última analítica.

La importancia del olfato

Los investigadores alemanes han concluido que esta detección se hace “mediante un proceso similar al de aves y mamíferos, que prefieren compañeros con un código genético distinto al suyo, a los que identifican usando señales olfativas”.

Se ha comprobado que una parte de estos antígenos está presente en el sudor y la saliva, así que, básicamente, podríamos decir que la clave está en las babas

Un total de 254 individuos sirvieron de conejillos de indias al estudio para determinar que, cuanta más diferencia había entre los susodichos antígenos leucocitarios humanos, mayor era el aumento del deseo sexual y la satisfacción entre ellos. 

Algo así como “cuánto me ponen tus leucocitos”.

Todo muy en plan Black Mirror: déjame ver tus análisis para saber si somos una pareja compatible.

Sin embargo, el estudio entiende que los humanos somos muy de tropezar varias veces con la misma piedra, por lo que tiene en cuenta esa capacidad tan habitual en algunos de “rebelarse y domar sus propios instintos sexuales”.

¿Y cómo es que nuestro instinto sexual distingue a quienes tienen una histocompatibilidad distinta a la nuestra?

Porque si algo todos tenemos claro es que el deseo sexual no necesita de una prueba de laboratorio para dispararse.

¿Seguro que elegimos nosotros?

Podríamos decir que la respuesta a este misterio, que nuestro cuerpo descifra mucho antes de que nosotros siquiera lo sospechemos, la tenemos justo frente a nuestras narices.

"Los peces, aves y mamíferos prefieren compañeros con un código genético distinto al suyo, el cual determinan usando señales olfativas", señala el estudio publicado en la prestigiosa revista.

Pese a que aún se discute cómo es que el antígeno leucocitario humano (HLA), en otras palabras, nuestro sistema inmunológico, define el olor de nuestro cuerpo, está probado que ciertos componentes del mismo se encuentran en fluidos como sudor y saliva.

Se sabe además que las neuronas olfativas identifican el antígeno leucocitario humano, aunque nosotros no seamos conscientes de ello.

El estudio no menosprecia la capacidad humana de rebelarse y domar sus propios instintos sexuales, pero echa luces sobre sus orígenes y la importancia del sistema inmunológico en nuestra conducta sexual.

Simplificando todas estas sesudas investigaciones, va a ser verdad eso de que los polos opuestos se atraen.


Inspirado en noticias aparecidas

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