¿Qué es la imaginación?

La existencia humana oscila permanentemente en dos planos diferentes, el de la realidad (que se manifiesta a través de su participación directa en acontecimientos físicamente tangibles) y el de la subjetividad (que resulta de la forma en que cada individuo vive su mundo interno).

Es decir, entre la percepción y la imaginación.

Si bien hay entre las dos una frontera clara, no podemos negar que existen ciertos puntos de contacto: lo que imaginamos tiende a provenir de sucesos vividos en el pasado, mientras que un sinfín de realidades se concibieron primero en una mente inquieta.

La capacidad de crear escenarios mentales es una característica de nuestra especie, y que le permite trascender las limitaciones impuestas por la naturaleza para descubrir estrategias de las que beneficiarse.

Imaginación: ¿qué es y para qué sirve?

La imaginación es la habilidad de crear, a nivel cognitivo, imágenes (o escenas) que no están presentes en el campo perceptivo de quien las articula, pudiendo estar condimentadas por la inclusión de elementos evocados en cualquier modalidad sensorial.

De tal manera es posible reproducir situaciones del pasado que no solo implican contenidos visuales, sino también las sensaciones que las acompañaron (positivas y negativas).

También permite explorar las ideas o conceptos intangibles, e incluso combinarlos para generar productos novedosos que nunca existieron o con los que no se experimentó de una manera directa.

En este sentido, se distinguen dos subtipos de imaginación, la reproductiva (simple evocación del pasado, deformada por el paso del tiempo y por las limitaciones de almacenamiento en la memoria) y la productiva (construcción mental de contenidos nuevos a partir de la amalgama de experiencias vividas).

En este fenómeno se incluyen también los conocidos pensamientos contrafactuales, esto es, la formulación a nivel hipotético de escenarios alternativos mediante los que ilustrar cómo habría podido ser la vida si cierto momento álgido de esta hubiera sido diferente (p.ej.: una decisión distinta).

Y es que imaginar es una actividad habitual en el ser humano.

Gracias a ella nos planteamos posibilidades y condicionantes (que a menudo empiezan con un "y si") que son la esencia del pensamiento creativo o divergente; a partir del cual se posibilita el avance de la tecnología, la ciencia y el arte.

Desde la misma redacción de una hipótesis de investigación a la creación de una obra plástica o literaria, todas ellas tienen un elemento imaginativo de enorme magnitud que da forma al legado artístico y científico de la humanidad.

Partes del cerebro implicadas

La imaginación es una función muy exigente a nivel de recursos cognitivos, y por este motivo únicamente se ha descrito en un número muy limitado de mamíferos (entre los que destaca excepcionalmente el animal humano).

Cuando se observa el cerebro de una persona durante una tarea en la que debe imaginar, se aprecia una intensa activación de su corteza occipital (relacionada con el procesamiento visual de la información), la corteza parietal (que integra la percepción sensorial), el lóbulo frontal (la sede de la capacidad para reflexionar sobre cosas objetivas/abstractas) y el precúneo (conocido también como el "ojo de la mente" y encargado de dimensiones vinculadas con la autoconciencia).

La facultad de imaginar es tan potente para el ser humano que motiva una respuesta dentro del cerebro muy similar a la que se apreciaría en el caso de que el hecho estuviera pasando realmente frente a él.

Cuando se desvirtúa de una manera patológica (p.ej.: trastorno de ansiedad), deviene amenazante para nuestras antiquísimas estructuras límbicas, de las que depende la regulación emocional ante un peligro.

Es la razón por la que una imaginación de naturaleza adversa bombardea sin cuartel los recursos fisiológicos para la gestión del estrés y de los afectos, lo que resulta particularmente dañino si se diluye la metacognición (habilidad para diferenciar lo que es verdadero de lo que son productos mentales), como sucede en los trastornos psicóticos.

Procesos en los que está implicado el uso de la imaginación

A continuación, mostramos los siete procesos más importantes en los que recurrimos al uso de la imaginación.

1. Rememoriación

La simple evocación de un recuerdo supone el uso de la imaginación, pues se traslada hasta la conciencia una escena que no se encuentra presente en el momento inmediato.

Semejante proceso tiene un importantísimo componente reconstructivo, pues la información a la que se atendió originalmente pierde con el tiempo sus detalles, preservándose únicamente el esbozo general del estímulo.

Los elementos a los que no resulta posible acceder (por los efectos del olvido convencional o porque no se llegaron a filtrar a la conciencia) se complementan con la aportación subjetiva del individuo; lo que suele dar lugar a deformaciones, equívocos, errores e imprecisiones.

A través de la imaginación es plausible obtener escenas y/o situaciones que realmente nunca llegaron a suceder, y que estas se inmiscuyan entre los recuerdos reales confundiéndose en ellos.

2. Predicción de sucesos futuros

La imaginación no solo se dirige hacia hechos que ocurrieron en el pasado, sino que también se orienta hacia los que están por suceder.

En este caso, la imaginación tiene como objetivo crear un abanico de potencialidades basadas en las experiencias previas.

Las expectativas y los anhelos, que tienen matices emocionales ineludibles, juegan un papel en el momento de diseñar una predicción; pero también llegan a entrar en juego fundamentos probabilísticos y lógicos que aúnan la información disponible y el conocimiento sobre las variables implicadas en la estimación (experiencia de causa/efecto de lo ya vivido).

3. Predicción de las propias reacciones y planificación de qué hacer

La imaginación participa en procesos como la resolución de problemas, la planificación y/o la memoria prospectiva; asociadas todas ellas a la actividad de la corteza prefrontal. Implica un paso más allá respecto al anteriormente citado y comprende la propia actuación dentro de un escenario previsto.

Tiene el fin de facilitar una adecuada adaptación al entorno; incluyéndose la anticipación de contingencias, la secuencia de estrategias de afrontamiento para hacerles frente y la elaboración de un método mediante el cual dar respuesta a una amenaza.

4. Creatividad

La creatividad implica un estilo de reflexión y de pensamiento no convencional, que también ha sido acuñado como divergente.

Tal y como su nombre indica, implica la creación de ideas nuevas usando como materia prima conceptos o procedimientos que ya existían previamente, pero que se utilizaban de manera lineal por la mayoría de los individuos.

Como resultado, se obtiene un nuevo conocimiento que trasciende al anterior, y que resulta más útil o eficiente en su aplicación a la vida real.

La creatividad se ha relacionado con patrones de pensamiento que precisan de una conexión interhemisférica particular.

5. Cambios emocionales

La imaginación puede ser usada, en el ámbito de la psicoterapia, como una herramienta con la que inducir estados emocionales positivos o suavizar los negativos que atenazan al sujeto.

Existe un sinfín de procedimientos que hacen uso de ella, y que se engloban bajo la etiqueta general de "visualización".

Para su aplicación el terapeuta debe usar palabras evocadoras, y que estas se traduzcan en la creación mental de contenidos multisensoriales por parte de su paciente (visuales, auditivos, gustativos, ...), que ameritan modificaciones en la experiencia interna.

En general, las "instrucciones" que se ofrecen buscan generar escenas relajantes que alivien la tensión emocional, facilitar experiencias que contribuyan a superar un temor (exposición al miedo en imaginación), aumentar la confianza respecto a una tarea (visualización creativa de uno mismo practicando una acción, sobre todo en el ámbito deportivo) o coordinar la actividad respiratoria diafragmática usando un medio de apoyo (un barco que se mece suavemente en el horizonte y que ayuda a regular la cadencia de inspiración/espiración).

En caso de que a la persona le cueste imaginar, puede necesitarse un entrenamiento previo.

6. Evasión o disfrute

La imaginación puede ser usada también para recrearse con un recuerdo que ya pasó, o con el objetivo de construir una escena deseada y que (por el motivo que sea) no es accesible en el plano de la realidad individual.

Se traduciría por la expresión coloquial de "soñar despierto" y sería un terreno fértil para quienes anhelan un "cambio" en la dinámica de su cotidianidad.

Otras personas recurren a la imaginación solo porque a través de ella acceden a instantes de enorme calado afectivo que formaron parte de sus vidas (por la presencia de un ser querido y por la nostalgia de un tiempo que no volverá).

En ciertos casos, la imaginación puede usarse en momentos de dificultad existencial, como el mecanismo a través del cual resulta posible la evasión de la realidad.

Lo que se pretende en tal caso es generar una experiencia positiva y reforzante cuando la propia vida deviene hostil o insoportable.

De tal manera, se recurre a los pensamientos imaginados con finalidad lúdica o compensatoria, enriqueciendo los recuerdos que se atesoran cuando las circunstancias del presente no permiten una plena satisfacción.

7. Creación de una autoimagen

Las personas recurren a la imaginación con el objetivo de forjar un significado concreto para sí mismas en relación con sus lazos sociales y con los objetivos que pretenden lograr.

En tal sentido, quizá sea el "yo ideal" el que alberga conexiones más notables con la imaginación, entendido como el modelo o guía de conducta al que aspiramos.

Las personas nutrimos el yo ideal con atributos numerosos y dispares, a lo que seguiría una conducta orientada a reducir las distancias entre este mismo y el "yo real" (resultando una mejor o una peor autoestima).

Es por este motivo que la imaginación influye de forma indirecta en cómo vivimos y en cómo nos valoramos, mediando sus efectos a través del cumplimiento de las expectativas.

Tuneado del artículo publicado en www.psicologiaymente.com

Autor: Joaquín Mateu-Mollá