¿Puede funcionar mi cerebro sin el resto de mi cuerpo?

Con tanta información aparecida últimamente en los medios sobre la posibilidad cierta de traspasar el contenido de nuestro cerebro a un ordenador, corremos el riesgo de llegar a pensar que el cerebro es un ente autónomo y suficiente en sí mismo.

Siguiendo ese esquema de razonamiento, entonces cabe preguntarse:

¿Dónde queda en ese esquema mi propio cuerpo?

¿Supone admitir que mi cerebro interactúa con el mundo de una manera directa e incorpórea?

¿Qué es mi cerebro sino una parte de ese “uno” que soy formando un ente único?

Cerebro con sentidos

Mi cerebro calcula cada dimensión de mí mismo a través de mi cuerpo, de mis ojos con los que veo, de mis manos con las que toco y mis piernas con las que corro, y me trasladan en el mundo.

Y de modo similar ocurre con el oído, el gusto, el olfato o con mis propios vísceras que no llego a ver.

En resumen, mi cerebro interactúa con el mundo exterior a través de mi cuerpo, el cual, a su vez, se encuentra representando en mi cerebro a través de un mapa corporal que es actualizado permanentemente.

Mi cerebro dedica una inmensa parte de su tarea o funcionamiento cotidiano a entenderse con el resto del cuerpo mediante la utilización de millones de receptores situados a todo lo largo y ancho del mismo.

Mis músculos, mis hormonas y el calor de mi cuerpo son parte de los ingredientes que constituyen en mi cerebro, por ejemplo, la emoción y lo que yo finalmente experimento de modo consciente como bueno (placer) o malo (castigo).

¿Podría funcionar mi cerebro sin el calor que generan mis músculos cuando corro delante de un león?

¿Cómo se podría entender la emoción que experimento ante una tableta de chocolate sin el diálogo bioquímico de mi cerebro con el resto de mi cuerpo?.

¿Funciona mi cerebro igual a primeras horas de la mañana que de la noche o cuando se es joven que cuando seas viejo?

Jamás se podría entender cómo funciona mi cerebro sin el cóctel diario cambiante de las hormonas que le llegan generadas por las glándulas endocrinas, en la lucha, en la comida y bebida, en el acto sexual o cuidando de las crías.

Evolución

Inicialmente, el cerebro tiene sentido evolutivo como un órgano cuya función es fundamentalmente receptora de información sensorial (del cuerpo y del mundo externo) y ejecutora de actividad motora.

Entendido así, el cuerpo es “uno” con el cerebro en su interacción con el mundo, tanto cuando se percibe algo, sea un depredador o la comida, como cuando se actúa sobre ese algo.

Con la aparición de los primates superiores el cerebro acumuló neuronas y circuitos más allá de la experiencia puramente sensorial o motora, creando así un mundo interno que lo ha ido alejando de la percepción del propio cuerpo, llevándonos a la falsa percepción de un “yo” al que se ha añadido un cuerpo que está ahí y que de alguna manera es ajeno y se pone enfermo y nos molesta con sus fatigas y dolores.

El hombre tendrá, obligatoriamente, que retomar el reconocimiento del propio cuerpo como parte individual del yo, a la vista de las muchas enfermedades que este divorcio proporciona.

Precisamente señalada Antonio Damasio:

“Hay una notable ausencia de una noción de cuerpo en las ciencias cognitivas y en las neurociencias.

La mente permanece unida al cuerpo en una, de alguna manera inequívoca, relación y, sin embargo, el estudio del cerebro permanece consistentemente separado del cuerpo en vez de ser visto como una parte de un organismo vivo complejo”.

Inexplicablemente, seguimos así.

Tuneado de "Cómo funciona el cerebro"
Autor: Francisco Mora