Psico-neuro-inmuno-endocrinología (PNIE)

Durante las últimas décadas se ha ido acumulando bastante información que apoyaba la hipótesis según la cual los sistemas nervioso y endocrino desempeñan un importante papel en la fisiopatología de enfermedades que afectan al sistema inmunitario, incluyendo procesos infecciosos, cáncer y enfermedades autoinmunitarias.

Inicialmente se pensaba que los factores relacionados con el sistema nervioso (incluyendo los factores psicosociales) desempeñaban un destacado papel en la etiología de los procesos autoinmunitarios, sin embargo, estudios más recientes indican que dichos factores interaccionan con otros determinantes clínicamente importantes, entre los que se incluyen los factores genéticos y la exposición a patógenos, que determinan el curso y el pronóstico de la enfermedad.

Actualmente se admite que la interacción entre el sistema nervioso central y el organismo es mucho más dinámica de lo que se creyó en un principio, puesto que hay una serie de sustancias que, partiendo del sistema inmunitario, son capaces de alterar las funciones psicológicas y neurológicas, actuando tanto a nivel central como periférico, lo que hace pensar que la comunicación entre ambos sistemas tiene un carácter bidireccional.

De igual forma, no puede obviarse la interacción existente entre el sistema inmunitario y el sistema nervioso, ya que las células del sistema inmjnitario son influenciadas por el sistema nervioso, tanto central como periférico, dando lugar a la producción por parte del sistema inmunitario de las denominadas citoquinas, que tienen capacidad para alterar la actividad neuronal, influyendo en los distintos procesos bio-psicológicos.

Surge así el apasionante campo de la psiconeuroinmunología, aunque sería más apropiado hablar de psiconeuroinmunoendocrinología, como se verá seguidamente.

Disciplina integradora

La psiconeuroinmunología es una disciplina que aglutina a investigadores de numerosas especialidades médicas, tales como neurociencias, inmunología, fisiología, farmacología, psiquiatría, psicología, ciencias de la conducta, reumatología y enfermedades infecciosas.

Se encarga de estudiar las interacciones entre el sistema inmunitario, la conducta, el sistema nervioso central y el sistema endocrino.

Como parcela de conocimiento presenta un desarrollo bastante reciente, ya que durante mucho tiempo se creyó que el sistema inmunitario era un sistema exclusivamente autorregulado.

Los diferentes trabajos de investigación realizados en el campo de la psiconeuroinmunología permiten sacar las siguientes conclusiones:
  • Las células del sistema inmunitario expresan receptores para numerosas moléculas reguladas mayoritariamente por el sistema nervioso central: receptores adrenérgicos (a y b), receptores dopaminérgicos, receptores serotonérgicos y receptores histaminérgicos, entre otros.
  • La identificación de fibras del sistema nervioso central en los tejidos linfáticos muestra la existencia de una comunicación directa entre sistema nervioso central y sistema inmunitario.
  • Los estudios en animales de experimentación han evidenciado mediante lesiones en regiones del sistema nervioso central que la regulación del sistema inmunitario corresponde al cerebro.
  • La interconexión entre sistema inmunitario y sistema nervioso central se evidencia también en que los procesos de aprendizaje influyen sobre el sistema inmunitario, condicionándolo, bien potenciándolo o reduciéndolo.
Las conclusiones que se acaban de exponer apoyan la existencia de complejos mecanismos de interacción y comunicación entre los sistemas nervioso, endocrino e inmunitario.

Esta comunicación utiliza un lenguaje bioquímico en el que intervienen sustancias producidas por los propios sistemas: neurotransmisores, hormonas y citoquinas, respectivamente.

Psiconeuroinmunología y Enfermedad

Las creencias y el sistema de valores de cada individuo permiten que éste pueda procesar situaciones generadoras de estrés, que en función de esas creencias y de esos valores pueden traducirse en sentimientos diversos (miedo, cólera, depresión, indefensión, desesperanza, …), inputs negativos que actúan bioquímicamente, activando diversos mecanismos, entre ellos el eje formado por el hipotálamo, la hipófisis y las glándulas suprarrenales.

La activación de los citados mecanismos puede suprimir o reducir la respuesta del sistema inmunitario, lo que a su vez permite que se desarrollen cuadros patológicos de naturaleza diversa, uno de los cuales es el cáncer.

Los resultados procedentes de estudios experimentales y de observaciones clínicas permiten concluir que las enfermedades son el resultado de la interacción entre múltiples factores, que dependen tanto del agente agresor (bacterias, virus, agentes carcinógenos), como del organismo agredido (características genéticas, nerviosas, endocrinas, emocionales, inmunológicas, cognoscitivas y comportamentales, edad, género, experiencias vitales y factores psicosociales).

Todos estos datos ofrecen grandes posibilidades desde la perspectiva clínica, pues ofrecen la posibilidad de plantear el tratamiento psicológico como apoyo al tratamiento farmacológico, o incluso como tratamiento preventivo de la enfermedad.

Estrés negativo

El estrés negativo (distrés) puede definirse como cualquier estímulo que se perciba como amenaza para la homeostasis y seguridad del individuo.

Cuando el estímulo persiste se desarrolla tolerancia, mientras que, si es muy intenso, descompensa al sujeto (puede incluso llegar a causarle la muerte).

Puesto que constituye un mecanismo de adaptación psicológica y orgánica a cambios del ambiente interno y externo, el estrés es universal e inherente a los seres vivos. Existen diversos tipos de estrés:
  • Físico (trauma, cirugía, quemaduras, infección)
  • Psicológico (problemas interpersonales, disgustos, exámenes)
  • Metabólico (hemorragias, deshidratación, hipoglucemia, cetoacidosis)
  • Farmacológico (anfetaminas, cocaína)
Todo ser vivo experimenta y requiere estrés, ya que precisamente el estrés es el mecanismo evolutivo que permite al individuo adaptarse a las condiciones cambiantes.

El estrés también afecta a virus y bacterias.

En la respuesta al estrés se distinguen tres fases: alarma o reacción, adaptación y descompensación.

Las dos primeras fases entran dentro de lo cotidiano y beneficioso para la vida, produciéndose un leve aumento de las hormonas de estrés, al mismo tiempo que mejoran las funciones orgánicas para conseguir adaptarse o triunfar sobre retos estresantes.

La fase de descompensación se caracteriza por su negatividad, favoreciendo el desarrollo de patologías agudas, crónicas y mortales.

Factores tales como la genética y las experiencias traumáticas previas del individuo influyen en la tolerancia y adaptación al estrés.

Respuesta inmunitaria

La inmunidad innata o inespecífica y la inmunidad específica o adquirida son los dos componentes que, convenientemente comunicados, constituyen el sistema inmunitario.

A su vez, la inmunidad específica incluye dos subtipos: la inmunidad humoral, representada por los anticuerpos producidos por los linfocitos B, y la inmunidad celular, mediada por los linfocitos T.

La respuesta inmunitaria la inician las células del sistema inespecífico (neutrófilos, macrófagos y células dendríticas), que fagocitan los gérmenes y presentan seguidamente los antígenos a los linfocitos T ayudadores (T CD4).

Estos linfocitos deciden si actuará la inmunidad específica humoral o bien la inmunidad específica celular.

El contacto intercelular y las denominadas citoquinas permiten la comunicación entre los distintos componentes del sistema inmunitario, así como la modulación de su respuesta.

Las citoquinas son glicoproteínas de bajo peso molecular, generadas por activación del sistema inmunitario, capaces de unirse a receptores específicos presentes en la superficie celular, con la finalidad de modificar el patrón de expresión genética de las células diana.

Actualmente se conocen casi unas 200 citoquinas cuyas acciones biológicas y orígenes son muy variados.

En general, las citoquinas actúan en cascada, regulando procesos tales como la hematopoyesis, la proliferación, la diferenciación celular y la apoptosis.

Estrés e inmunidad

Los estudios sobre los efectos del estrés sugieren que éste puede alterar el sistema inmunitario, dando lugar a la aparición de procesos infecciosos, oncológicos o autoinmunitarios, procesos que son debidos a una inhibición de la respuesta inmunitaria.

La capacidad de adaptación del organismo frente al estímulo afecta a la respuesta inmunitaria, condicionando de este modo la respuesta individual frente a la infección, el cáncer, ...

Conviene recordar que en determinadas etapas de la vida (fetal, perinatal y senescencia), la interacción estrés-inmunidad adquiere una mayor importancia.

Por otra parte, sometido a los efectos del estrés el organismo libera neurotransmisores y hormonas que en su mayoría tienen receptores y actividad sobre las células inmunitarias.

Así, por ejemplo, los corticoides inhiben a un gran número de citoquinas proinflamatorias.

En general puede decirse que un hecho estresante afecta al sistema inmunitario de dos formas:
  • Causando cambios en la distribución de células en el organismo, lo que influye en la respuesta local frente a un agente patógeno. •
  • Alterando la propia respuesta celular.

Impacto clínico de las alteraciones inmunitarias generadas por estrés

El estrés grave, tanto si es agudo como si es crónico, influye profundamente en la susceptibilidad y en la evolución de patologías agudas y crónicas, ya que induce desórdenes en la inmunorregulación, y específicamente, en las cadenas de citoquinas inmunorreguladoras.

Entre los cuadros clínicos que se asocian al estrés se incluyen infecciones, trauma, cáncer, alergia, autoinmunidad y enfermedades psiquiátricas.

Como ya se ha mencionado, la comunicación entre sistema inmunitario y sistema nervioso central es de carácter bidireccional y comienza ya en el propio embrión, en el que aparecen gran cantidad de moléculas inmunorreguladoras, tales como el factor de necrosis tumoral a.

Esta comunicación se mantiene durante toda la vida, con lo que se demuestran los efectos neuropsicológicos de las citoquinas, la activación inmunitaria y los efectos inmunomoduladores del sistema neuroendocrino.

Ésta es la razón por la que actualmente existen numerosas investigaciones en curso sobre los efectos que ejercen las citoquinas en enfermedades inflamatorias, neuropsicológicas y degenerativas, de modo que el estudio del efecto del estrés en patologías como la depresión, la esquizofrenia, la enfermedad de Alzheimer o el propio proceso de envejecimiento es una disciplina de máxima actualidad.

Tuneado del artículo aparecido en www.elsevier.es
Autor: Encarnación Ayala