La práctica no hace la perfección. Tampoco la práctica perfecta.
Pero la práctica profunda y deliberada, una forma de entrenamiento que involucra concentración, esfuerzo y un flujo constante de retroalimentación crítica, puede ayudar a mejorar cualquier habilidad hasta 10 veces más rápido que la práctica convencional.
Practicar este nivel de enfoque provoca que tu cerebro produzca mielina, una sustancia neuronal que recubre los axones de nuestras células cerebrales y que agrega una velocidad y precisión considerables a los pensamientos y movimientos.
Podríamos considerar a la mielina como un músculo, con la diferencia de, que, en lugar de fortalecer el cuerpo, fortalece las vías neuronales relacionadas con una habilidad particular al mejorar la conectividad de los circuitos neuronales relacionados con dicha destreza.
La práctica de una determinada destreza es buena no solo para tu cuerpo, también alterará la estructura de tu cerebro.
Las redes neuronales se construyen mediante el refuerzo aquellas sinapsis que unen las neuronas que se disparan juntas al realizar una determinada acción, ya sea esta un movimiento, un pensamiento o una emoción.
Capacidad de adaptación: bendición o maldición
Básicamente tu cuerpo se adapta a cada situación. Y esa adaptación ayuda a construir patrones de pensamiento y comportamiento.
El resultado es un ciclo virtuoso si estás tratando de aprender una nueva habilidad útil … y un círculo vicioso si regularmente haces algo menos positivo, como quejarse.
Piensa en ello como una versión extraña de la Ley de Atracción: quejarte te hará “atraer” más experiencias de las que puedas quejarte.
Quéjate habitualmente, y durante suficiente tiempo, nos convierte en seres más negativos que positivos.
Quejarse con suficiente frecuencia se convertirá en un comportamiento predeterminado.
Esta es una de las razones por las que algunas personas parecen poder siempre encontrar algo de lo que quejarse.
Dirán que son perfeccionistas. Intentarán justificar que tienen estándares extremadamente altos.
Pero la realidad es que solo han aprendido a quejarse.
Y, además, han entrenado a conciencia sus vías neuronales para ser realmente buenos en un comportamiento: quejarse.
Airear tu mal humor no te hará sentir mejor
Sé lo que estás pensando: cuando estás enojado, molesto, frustrado, ..., liberar esos sentimientos negativos te ayuda a sentirte mejor.
No: la ciencia dice que lloriquear sobre tus problemas en realidad te hace sentir peor, no mejor.
Quejarse, desahogarse y expresar insatisfacción no ayuda
Según un proyecto de investigación llevado a cabo con un número importante de voluntarios, llegaron a la conclusión de que conforme un individuo se dedica a airear sus quejas, solo consigue sentirse peor.
Los investigadores encontraron que, los individuos que más preocupaciones expresaron, a su vez sintieron que peor había sido su día.
Por último, los resultados del estudio concluyeron que: para un mismo tipo de actividades desarrolladas durante todo un día, los individuos que solo manifestaban desacuerdos y quejas, expresaban, a su vez, un peor estado de ánimo momentáneo y menos orgullo y satisfacción con el trabajo ejecutado.
Al mismo tiempo, también tendieron a experimentar un estado de ánimo más bajo a la mañana siguiente … y un menor disfrute con los logros cosechados al día siguiente.
Los sentimientos negativos tienden a perdurar en el tiempo
Y, por si eso no fuera suficiente, esos sentimientos también afectan a las personas que rodean al sujeto negativo.
De acuerdo con Jim Rohn, gurú del desarrollo personal, en promedio, cuando formamos parte de un grupo de cinco personas con las que habitualmente compartimos nuestro el tiempo (trabajo, amistad, ocio, …) y una o dos de esas personas tienden a quejarse mucho, las investigaciones demuestran que su mal humor terminará por afectar al nuestro.
De la misma forma, el nuestro afecta a los demás, que es lo último que quisiéramos hacer con las personas que nos importan.
Así que en lugar de quejarnos …
Debemos tener en cuenta que será de nuestra elección la dirección e intensidad con la que reaccionemos ante cualquier eventualidad.
Si algo malo sucede en tu entorno, recuerda siempre que puedes elegir cómo responder. Si algo sale mal, siempre puedes elegir cómo responderás.
Si alguien hace algo que no te gusta, puedes elegir cómo reaccionar.
Esta es una premisa subyacente del estoicismo: si bien nunca puedes controlar todo lo que sucede, siempre puedes controlar cómo respondes.
La próxima vez que algo salga mal, no pierdas el tiempo en quejarte. Compromete tu mayor esfuerzo para mejorar la situación: reflexiona y comenta sobre cómo puedes mejorar las cosas. O lo que harás la próxima vez. O no lo harás la próxima vez.
Incluso si solo tienes esa conversación contigo mismo.
Practica responder de esa manera y con el tiempo construirá vías neuronales que harán que la respuesta positiva habitual sea aún más fácil.
En efecto, ser positivo se convertirá en una habilidad, una que tu eres capaz de construir mediante una práctica profunda y deliberada.
Pero no te detengas ahí. Cuando la gente que te rodea se queja, aplícate a escuchar, pero luego ayúdales a concentrarse en encontrar diferentes maneras de mejorar la situación.
Después de todo, los amigos no permiten, impertérritos, que los amigos se quejen. Los verdaderos amigos ayudan a los amigos a mejorar sus vidas.