¿Por qué odiamos?

La teoría de la brecha de empatía

Al considerar a alguien como un enemigo, la mente genera lo que se podría denominar como una "brecha de empatía".

Emile Bruneau es director del Laboratorio de Neurociencia de Paz y Conflicto de la Universidad de Pensilvania, señala que el individuo es capaz de silenciar la señal de empatía, y ese silencio nos impide ponernos en el lugar de esa otra persona a la que percibimos como enemigo.

Y también estableció que este mecanismo es independiente del nivel de empatía de una persona.

Incluso las personas más empáticas "podrían silenciar sus señales de empatía en las circunstancias adecuadas", asegura.

Bruneau lleva una década analizando en qué momento deja de funcionar la empatía en el ser humano, cuando se desmorona nuestra capacidad de empatizar con otros seres humanos.

Y ha entendido que la llave para entenderlo no la tiene solo un fMRI.

Un fMRI (una imagen por resonancia magnética funcional) del cerebro no te va a decir por qué odiamos los seres humanos a otros seres humanos.

Ojalá fuera así de sencillo. Nos da pistas, pero no tiene la respuesta.

Un escáner del cerebro no te va a decir: mira, mira, el odio está exactamente en esta región del cortex frontal del cerebro o, no, fíjate, que es en esta otra de aquí y se activa de esta manera, se segregan estas sustancias, se corrige con esta pastillita.

Es infinitamente más complejo que eso. La felicidad, la tristeza, el arrepentimiento tienen circuitos dentro de nuestro cerebro fácilmente identificables, estables y predecibles.

Pero el odio no es tan sencillo. No tiene un único foco.

¿Qué muestra exactamente un fMRI cuando hablamos de odio?

Un fMRI muestra cómo, a diferencia de lo que ocurre con el amor, cuando odiamos a alguien en lugar de desactivarse las zonas que se asocian habitualmente con el juicio, con el análisis, se activan, y, además, se encienden las zonas que se ponen a funcionar cuando estamos juzgando a otro ser humano y estamos tratando de predecir cuál va a ser su comportamiento, cuál va a ser su siguiente paso.

Se ha descubierto también que el sentimiento de odio habita en lo que los neurocientíficos denominan como “circuito del odio”: el giro frontal medial, el circuito derecho del putamen, el cortex premotor y la ínsula, muchos de ellos vinculados también al comportamiento agresivo.

No obstante, los mecanismos de rabia, peligro y miedo siguen distintos patrones que el odio.

Para poder entender por qué un ser humano es capaz de odiar a otro ser humano tenemos que entender cómo funciona la empatía en nuestro cerebro.

El concepto opuesto a “amor” no es “odio”, sino “indiferencia”

También tenemos que entender que la indiferencia está ligada a la empatía del ser humano.

Un psicópata, por ejemplo, puede demostrar en una prueba de fMRI los mismos destellos neuronales en la pantalla en respuesta a unas imágenes dolorosas que una persona que no es un psicópata.

Pero es que puede estar experimentando alegría en lugar de angustia y el fMRI no va a ser capaz de distinguirlo.

Y fíjate qué importante es una emoción frente a la otra.

La empatía no son los destellos neuronales que se ven en una imagen en una región cerebral concreta, sino lo que haces con esa información. Eso es la empatía.

Y luego tenemos que entender cómo funciona la deshumanizacion, el proceso de deshumanización de otro ser humano, en nuestro cerebro.

La neurociencia ha descubierto que no deshumanizamos lo que no nos gusta, que es un proceso mental independiente.

Las resonancias magnéticas funcionales del cerebro han demostrado que son distintas zonas del cerebro las que se activan.

Cuando se ha buscado una “cura al odio” se ha enfocado mal.

Todos los esfuerzos se han encaminado a que las dos partes, el que odia y el odiado se gusten, pensando que, si se gustan más, se odiarán menos. Y no ha funcionado nunca.

Al final se trata de hacer ver a las dos partes que son seres humanos. La deshumanización no es un proceso impulsivo, es un proceso racional.

La ironía de la empatía

¿Por qué es particular su visión?

En un estudio que publicó en 2012, Bruneau demostró que los árabes e israelíes mostraban la misma actividad neuronal en las regiones cerebrales vinculadas al odio y la empatía cuando leían artículos sobre el sufrimiento de su propio grupo que cuando leían sobre el sufrimiento del otro grupo.

Pero cuando leían, por ejemplo, sobre el sufrimiento de grupos en Suramérica, grupos con los que no estaban en conflicto directo, estas regiones cerebrales se calmaban y no había ningún tipo de reacción.

Lo que demostró Bruneau es que una actividad neuronal más fuerte podría correlacionarse con cuán relevante es un grupo o individuo para nosotros, no lo que sentimos por ellos.

"Para mí, tratar de conseguir que un grupo deje de odiar al otro grupo, es una tarea difícil de acometer. Pero si se puede descubrir el malentendido que está detrás del conflicto que hace que se odien, eso podría ser mucho más fácil de abordar", explica Bruneau.

"Un aspecto realmente interesante del conflicto entre grupos y los tipos de animosidad que ves entre los grupos es que esa animosidad a menudo se basa en ideas preconcebidas sobre el otro grupo. Qué les gusta a las otras personas, cómo piensa el otro grupo, cuáles son sus intenciones", argumenta.

"Por lo tanto, puede haber una emoción al final, pero la emoción parece estar basada en una serie de ideas preconcebidas sobre cómo es el otro grupo y qué piensan.

Un aspecto en el que siempre he estado muy interesado es analizar esas ideas y ver cuáles son incorrectas o más fácilmente desmontables”.

Superar el sentimiento de odio

Y Bruneau se ha encontrado con que una de las mejores maneras de combatir el odio es exponer a los que odian a la hipocresía que está escondida en su visión del mundo.

Para demostrar la utilidad de la hipocresía Bruneau realizó un peculiar experimento cuando se produjeron los ataques terroristas de París el 13 de noviembre de 2015 reivindicados por el Estado islamista en los que perdieron la vida 130 personas y 350 resultaron heridas.

Bruneau quiso analizar el odio hacia los musulmanes desarrollado por los estadounidenses.

Y realizó un peculiar experimento: les puso una entrevista en vídeo de 4 minutos.

Un vídeo de Al Jazzera en el que una mujer musulmana explicaba que culpar a todos los musulmanes de las acciones terroristas del Estado Islámico era como culpar a todos los estadounidenses blancos de las acciones del Ku Klux Klan fue capaz de cambiar la visión que de los musulmanes tenían muchos de los miembros de los grupos analizados.

Exponerles a las inconsistencias detrás de su odio funcionó.

Bruneau ha analizado recientemente los procesos mentales de supremacistas blancos en Estados Unidos.

Estamos de acuerdo en que la supremacía blanca se alimenta exclusivamente de odio, ¿verdad?

Hace un año y medio se sentó a hablar con media docena de ex supremacistas blancos en los Estados Unidos que habían abandonado el movimiento.

¿Qué hizo que cambiaran de opinión?

"Cuando fueron tratados con amabilidad por alguien cuya amabilidad no merecían”.

Un ejemplo es el caso de un tipo que acababa de salir de la cárcel y tenía esvásticas nazis tatuadas en todo el cuerpo.

El primer trabajo que encontró fue con un fabricante de muebles judío.

En su primer mes de trabajo cometió un par de errores.

Llegado el momento de cobrar su sueldo y aplicando su propia ideología atribuyendo determinados comportamientos a su jefe judío, asumió que el cheque le llegaría con algún descuento. Sin embargo, le llego el cheque cubriendo el salario completo.

“Y eso fue todo. Tan sencillo como eso", dice Bruneau.