Además de las adiciones archiconocidas como la ludopatía, el alcoholismo, las drogas o el sexo, hay otra adicción que convive con todos nosotros y muchas veces ignoramos, como es; la propia dependencia humana, la necesidad que generamos y sentimos hacia otras personas.
Las relaciones humanas son el pilar de nuestra vida social, pero muchas veces nos vemos envueltos en emparejamientos tóxicos, amorosos, familiares o de amistad, que nos coartan como personas y no nos permiten desarrollarnos ni ser felices.
Así lo explica Manuel Hernández Pacheco, licenciado en Biología y Psicología por la Universidad de Málaga y autor del libro “¿Por qué la gente a la que quiero me hace daño?”.
“La dependencia emocional funciona igual que cualquier otra dependencia, en el momento que yo siento una recompensa por una relación con una persona, que en algún momento me trató bien o me hizo sentir querido, me voy a enganchar a esa sensación”, explica el profesional.
El problema nace cuando esa persona de la que «dependemos» comienza a hacernos daño.
“Esto puede ser por dos razones; por un lado, está un aprendizaje adquirido en la infancia y que se tiende a repetir; por otro, como había en algún momento un tipo de recompensa, las personas se hacen adictas a esa necesidad. Igual que el que fuma, o el que juega: si en algún momento se sintió bien con eso, ahora no puede dejar de hacerlo”, expone Manuel Hernández.
¿Podemos ser adictos a una persona?
El psiquiatra Sergio Oliveros explica que una adicción es sobretodo “una dependencia de algo que genera una tolerancia”, es decir, algo que con el tiempo disminuye su efecto y, por lo tanto, necesitamos aumentar la dosis, produciendo una abstinencia específica cuando se interrumpe el consumo.
Por ello, aunque en algunas relaciones puede verse cierto paralelismo con esta definición, el psiquiatra prefiere hablar de “necesidades de dependencia infantiles no resueltas”, que conllevan “la idealización o mitificación de la persona amada o deseada, los conflictos masoquistas no resueltos, es decir, sentirse merecedor de un castigo estableciendo un vínculo de dependencia con el verdugo, y la obsesión por la otra persona”, por ello, desde su punto de vista “podemos ‘engancharnos’ a una relación con una persona real, pero también, hacerlo con una persona imaginada o personaje que represente un conflicto interno”.
Un problema que viene de la infancia
El problema de la adicción a personas es tan común que en el año 2010 se creó FUNDAPAP, la Fundación para la Asistencia a Personas Adictas a Personas, que según la psicóloga Inés Oliveros, una de sus fundadoras, tiene como función ser un lugar de encuentro, además de un lugar para ser escuchados y escuchar otros casos.
Respecto a por qué se producen estas situaciones, la experta tiene claro que “el origen de esta modalidad vincular sufriente surge en el seno de una familia disfuncional”.
Por norma general, son adultos que provienen de “climas emocionales tan inestables, que se transforman en niños-adultos, creciendo con agujeros emocionales básicos, y convirtiéndose más tarde en adultos-niños”.
De esta manera, “estos adultos inmaduros querrán cobrar su deuda emocional con la pareja, pidiéndole un afecto incondicional que de ningún modo puede brindar un adulto a otro”.
Así, tal y como el psiquiatra Sergio Olivero apunta, el efecto principal es “la incapacidad para llevar una vida independiente de la otra persona, un pensamiento rumiativo sobre la persona amada o deseada, síntomas de ansiedad e insomnio cuando está lejos o síntomas depresivos con aparición de ideas de suicidio cuando ocurre la separación, como ocurre en Romeo y Julieta”.
Repetir de manera involuntaria
Otro impedimento que encuentran las personas inmersas en una relación tóxica es la llamada memoria procedimental.
“El cerebro tiende a repetir protocolos para ahorrar energía, por ello, en psicogenealogía, cuando el cerebro hace algo muchas veces, llega un momento en el que no busca hacerlo de otra manera”, expone Manuel Hernández.
“Al final nos hacemos adictos a la manera en la que nos controlamos a nosotros mismos, pero eso es algo que en un momento nos fue útil y puede que ahora nos resulte desastroso”, añade.
Apoyo en el otro
Si una persona se encuentra inmersa en una relación tóxica, aquella en la que “la persona que quiere le hace daño”», necesita regularse para conseguir superarlo.
Pero, esto puede resultar ardua tarea para muchas personas.
“Cuando mayor fue el miedo en la infancia, más rígido va a ser el aprendizaje, más difícil de cambiar”, argumenta Manuel Hernández.
“Cuando hay una dependencia, sea de una persona o de una sustancia, lo que nos exige es regularnos, pasar ese síndrome de abstinencia, pero eso no se hace en un día se llega poco a poco”, explica el profesional.
Para alcanzar esta regulación, lo más importante suele ser apoyarnos en otra persona, no solo profesionales, un buen amigo, un profesor o un compañero pueden ser de gran ayuda para salir de ese lugar oscuro.
Aprender a desintoxicarse
Sobre cómo reaccionar ante uno de estos casos, el docto Olivero explica que “la mejor manera de salir de un problema es entender cómo se ha llegado hasta él, para poder optar por una salida alternativa a conflicto”.
En este sentido, advierte, que “la huida hacia adelante tan solo nos aleja de la solución real”, insistiendo en que a veces “decimos tonterías como que es mejor ‘poner tierra por medio’, ‘tengo que establecer pronto una nueva relación’, ..., sin tener en cuenta que estas soluciones tan solo aplazan el encuentro con el conflicto real y su solución, haciéndonos caer en situaciones similares de forma iterativa”.
Por su parte, el psicólogo Miguel Ángel Rizaldos insiste en la importancia de sentirse apoyados por el entorno, que seguramente sean los primeros en detectar el problema “al verlo desde fuera lo ve con mayor objetividad”.
Una vez detectado el problema, el psicólogo recuerda que “el siguiente paso es acudir a la terapia para recurrir a las estrategias psicológicas necesarias”. Dentro de las mismas, “lo primero que hay que tener en cuenta es que la relación más importante es con uno mismo”, por lo que será vital cultivar ese afecto.
Además de esta premisa fundamental, existen algunas pautas que son útiles para conseguir “desintoxicarnos” de esa persona a la que nos hemos “enganchado”.
Algunas de ellas son:
- No establecer ningún contacto con la persona que crea adicción
- Pensar y escribir lo sufrido; cuidar nuestra apariencia
- Confiar en uno mismo
- No permitir nunca que otra persona decida por uno mismo
- Saber que tenemos todos los recursos necesarios para salir adelante sin necesidad de tener nadie a nuestro lado
- Fijarnos metas en nuestra vida personal y profesional
- Enfocarnos en nosotros mismos y en nuestras necesidades
En definitiva “aprender a estar solos, porque nuestra felicidad debe depender de nosotros mismos, no de estar con nadie”.