Perseguir zanahorias

Dos sistemas neuronales principales te hacen perseguir zanahorias.

El primero se basa en el neurotransmisor dopamina.

Las neuronas que liberan dopamina aumentan su actividad cuando encuentras cosas vinculadas a recompensas pasadas; por ejemplo, si te topas con un amigo al que no habías visto desde hace un tiempo.

Estas neuronas también se aceleran cuando encuentran algo que podría recompensarte en el futuro, como tu amiga diciendo que quiere quedar a comer.

Esta actividad neuronal produce una sensación de deseo motivadora en tu mente: quieres encontrarte cuanto antes con tu amiga.

Cuando por fin se produce el encuentro, una parte de tu cerebro llamada córtex cingular (que tiene el tamaño aproximado de tu dedo, y está en el borde interior de cada hemisferio) verifica si la recompensa que esperabas (divertirte con tu amiga, buena comida) llega de verdad.

Si es así, el nivel de dopamina permanecerá estable.

Pero si resultas decepcionado (puede que tu amiga no esté de buen humor), el cingulado envía una señal que reduce los niveles de dopamina.

La caída de dopamina se interpreta subjetivamente como un tono sentimental desagradable, que estimula el ansia (en sentido amplio) de algo que restaure sus niveles.

El segundo sistema basado en varios otros neuromoduladores, es la fuente bioquímica de los tonos sentimentales agradables que traen las zanahorias de la vida, las presentes y las anticipadas.

Cuando estos químicos del placer (opiáceos naturales, endorfinas incluidas, oxitocina y norepinefrina) invaden tus sinapsis, refuerzan los circuitos neuronales activos, haciendo más probable que se disparen juntos en lo sucesivo.

Imagina un bebé intentando comer una cucharada de flan.

Tras muchos fallos, sus neuronas percepto-motoras aciertan, liberando oleadas de químicos placenteros que ayuda a fijar las conexiones sinápticas que crearon el movimiento concreto que llevó la cuchara la boca.

Esencialmente, este sistema de placer resalta todo lo que lo dispara, empujándote a buscar la misma recompensa una y otra vez, y refuerza las conductas que te hicieron lograrla.

Funciona codo a codo con el sistema dopaminérgico.

Por ejemplo, saciar tu sed es agradable porque desaparece la insatisfacción del nivel bajo de dopamina, y porque el sistema de placer basado en químicos se activa por la ingesta del vaso de agua fresca en un día caluroso.

Cumplir un objetivo también conlleva sufrimiento

Estos dos sistemas neuronales son necesarios para sobrevivir.

Además, se pueden usar para objetivos positivos que no tienen nada que ver con pasar los genes.

Por ejemplo, puedes aumentar tu motivación para hacer algo saludable (como el ejercicio) prestando atención a sus recompensas, como las sensaciones de vitalidad y fuerza.

Pero buscar lo agradable también puede hacerte sufrir.

  • El deseo en sí mismo puede ser una experiencia desagradable; hasta un anhelo suave es incómodo
  • Cuando no puedes tener lo que deseas, es natural que te sientas frustrado, decepcionado y desanimado, y puede que hasta desesperanzado
  • Cuando cumples un deseo, la recompensa con frecuencia no es tan grande como esperabas. Está bien, pero fíjate atentamente en tu experiencia: ¿está tan buena la galleta… Especialmente tras el tercer mordisco? La satisfacción por el buen informe en el trabajo ¿fue intensa o duró mucho?
  • Cuando las recompensas son buenas de verdad, muchas de ellas tienen un precio alto de verdad: los postres grandes son un ejemplo obvio. Considera también las recompensas de conseguir un reconocimiento, triunfar en una discusión y conseguir que otros se porten de un modo determinado. ¿Cuál es la relación coste/beneficio de verdad?
  • Hasta cuando consigues lo que quieres y es bueno de verdad, y no cuesta mucho (el no va más de las recompensas), cualquier experiencia agradable inevitablemente cambiará y acabará. Hasta las mejores.

Se te separa rutinariamente de las cosas que disfrutas, y algún día la separación será permanente.

Los amigos se alejan, los hijos se van de casa, la carrera profesional se acaba y por último hasta tu respiración llega su fin. Todo lo que empieza tiene que acabar, todo lo que está junto será dispersado.

Así que las buenas experiencias no podrán ser nunca completamente satisfactorias.

No se puede confiar en ellas como base de la felicidad.

Empleando una analogía del Maestro de meditación Tai, Ajahn Chah: enfadarte por algo desagradable es como si te mordiera una serpiente; buscar lo que es agradable es agarrar la serpiente por la cola: antes o después te morderá.

Los palos son más fuertes que las zanahorias

Nunca se aborda la importancia relativa existente entre el palo y la zanahoria.

Pudiera parecer que son iguales, pero en realidad los palos son más fuertes porque tu cerebro está construido más para evitar que para aproximarse.

Esto es así porque son las experiencias negativas, no las positivas, las que en general han tenido más impacto en la supervivencia.

Imagina a nuestros ancestros mamíferos esquivando dinosaurios en un parque jurásico mundial hace 70 millones de años.

Constantemente mirando por encima de su hombro, alertas al mes mínimo crujido de una ramita de arbusto, preparados para hacerse estatuas o salir disparados o atacar, según la situación.

O Rápido, o muerto.

Si se perdían una zanahoria (una oportunidad de comer o de aparearse), podrían tener más oportunidades más tarde.

Pero si fracasaba en evitar un palo (como un predador), probablemente resultarían muertos, sin oportunidad de más zanahorias.

Los que sobrevivieron para pasar sus genes pusieron mucha atención a las experiencias negativas.

Exploremos seis modos en que tu cerebro continúa esquivando palos.

Vigilancia y ansiedad

Cuando estás despierto sin hacer nada en particular, el estado de descanso de tu cerebro activa una red por defecto, una de cuyas funciones parece ser vigilar tu entorno y tu cuerpo por si hay amenazas.

Esta consciencia básica está acompañada a menudo por un sentimiento de fondo de ansiedad que te mantiene alerta.

Intenta pasear unos minutos por una tienda sin la más mínima incomodidad, tensión o precaución. Es Muy difícil.

Esto es comprensible, porque nuestros ancestros mamíferos, primates y humanos eran presas, además de predadores.

Además, en la mayoría de los grupos sociales de primates había mucha agresividad tanto de machos como de hembra.

Y en las bandas de cazadores-recolectores de homínidos, y luego las de humanos, en los últimos 2 millones de años, la principal causa de muerte en los hombres era la violencia.

Nos volvimos seres preocupados por buenas razones: había mucho que temer.

Sensibilidad a la información negativa

Normalmente el cerebro detecta la información negativa más rápidamente que la positiva.

Observa las expresiones faciales, por ejemplo, señal primaria de oportunidades y amenazas para un animal social como nosotros: las caras de miedo se perciben con mucha más rapidez que las de alegría olas neutrales, probablemente detectadas rápidamente por la amígdala.

De hecho, hasta cuando los investigadores ocultan las caras de miedo a la consciencia, se enciende la amígdala.

La mente está diseñada para las malas noticias.

Almacenamiento de alta prioridad

Cuando se marca un suceso como negativo, el hipocampo se asegura de que se guarde cuidadosamente para referencias futuras.

Te quemes una vez, te asustas dos.

Tu cerebro es como el velcro para las experiencias negativas y como el teflón para las positivas, aunque la mayor parte de tus experiencias son neutrales o positivas.

Lo negativo triunfa sobre lo positivo

Los sucesos negativos tienen más impacto que los positivos.

Por ejemplo, es fácil adquirir un sentido de inutilidad aprendida tras unos cuantos fallos, pero difícil revertir ese sentido, incluso con muchos éxitos.

Las personas se esfuerzan más en evitar una pérdida que en adquirir una ganancia equiparable.

Las víctimas de accidentes tardar más en recuperar su nivel de felicidad anterior que los acertantes de la lotería.

La mala información sobre alguien pesa más que la buena, y en las relaciones normalmente se necesitan cinco interacciones positivas para superar los efectos de una negativa.

Restos perdurables

Incluso cuando has desaprendido una experiencia negativa, deja un rastro en tu cerebro.

Es un resto a la espera preparado para reactivarse si encuentras un suceso que dé miedo parecido al anterior.

Círculos viciosos

Las experiencias negativas crean círculos viciosos al hacerte pesimista, exageradamente reactivo he inclinado a lo negativo.

Evitar implica sufrir

Como puedes ver, tu cerebro tiene un “sesgo de negatividad” incorporado que te empuja a evitar. Este sesgo te hace sufrir de varias maneras.

Como aperitivo genera un desagradable sentimiento de fondo de ansiedad, que puede ser muy intenso en algunas personas; esa ansiedad además dificulta centrar la atención en el interior para la autoconciencia o la práctica contemplativa porque el cerebro sigue explorando para asegurarse de que no hay problemas.

El sesgo negativo produce o intensifica otras emociones desagradables, como ira, pena, depresión, culpa y vergüenza.

Destaca las pérdidas y los fallos pasados, minimizar las habilidades presentes y exagera los obstáculos del futuro.

En consecuencia, la mente tiende continuamente a hacer veredictos injustos sobre el carácter, la conducta y las posibilidades de una persona.

Como puedes ver, tu cerebro ha ido evolucionando fruto de su experiencia y sus necesidades en la tarea de asegurar la supervivencia en un entorno particularmente hostil y demandante en extremo desde el punto de vista fundamentalmente físico.

Estamos preparados para la lucha o la huida, y nuestro sistema nervioso está adaptado para resultar exitoso en ambos escenarios.

Es el instinto el que dispara los comportamientos que conseguirán mantenernos vivos.

Sentado en la oficina, esperando la hipoteca del banco, enterrado en las profundidades del atasco de tráfico de cada día, nuestro sistema nervioso responde como sabe, aunque la solución a los peligros que afrontas en la sociedad actual requiera de habilidades más exigentes en la faceta anímica y emocional que en la física.

El exceso de reacción te hace enfermar. Cuerpo y mente. Reflexiona y modula.

Extraído y adaptado del libro "El cerebro de Buda. La neurociencia de la felicidad, el amor y la sabiduría"
Autor: Rick Hanson y Richard Mendius