El español Santiago Ramón y Cajal (1852-1934) recibió el Premio Nobel de Medicina en 1906 por su pionero trabajo de investigación sobre la estructura del tejido nervioso cerebral, utilizando herramientas muy precarias y elementales que le podía proporcionar la tecnología de la época.
Desarrolló lo que llamó la “doctrina de la neurona”, según la cual el cerebro estaba formado por células separadas (las neuronas) pero que estaban interconectadas de tal manera que transmitían el impulso nervioso en una sola dirección.
Santiago Ramón y Cajal acuñó una frase de notable anticipación conceptual al afirmar: “Todo ser humano, si se lo propone, puede ser escultor de su propio cerebro”.
Muchas décadas después la neurociencia moderna –ya con tecnología ultra sofisticada– le daba total razón a su afirmación con lo que se conoce en la actualidad como “plasticidad neuronal”.
Capacidad innata para aprender
Afortunadamente nuestro cerebro no es una estructura modular con capacidades innatas determinadas.
La interacción constante entre nuestro componente genético y el entorno sociocultural en el que nos desarrollamos es la que posibilita la maduración y los aprendizajes del sistema nervioso.
El desarrollo neuronal humano sigue un programa por el que adquirimos de forma progresiva pero simultánea, el control postural, el desplazamiento, la manipulación de objetos, la comunicación no verbal, la interacción social y los aprendizajes académicos.
También otras muchas habilidades intrínsecamente humanas, como el reconocimiento de caras, el uso del lenguaje hablado, la interpretación musical, el sentido del humor, el juego simbólico, e pensamiento científico o abstracto…
Todos estos aprendizajes modifican las conexiones de nuestro cerebro que tienen un desarrollo espectacular en los primeros años de nuestra vida y, al contrario de lo que se pensaba hasta no hace mucho, continúan modificándose hasta la muerte.
Neuroplasticidad cerebral
A este fenómeno se le llama neuroplasticidad cerebral, y hace referencia a la capacidad del sistema nervioso para cambiar su estructura y su funcionamiento a lo largo de nuestra vida, como reacción a la diversidad del entorno.
Las sinapsis ―conexiones neuronales― permiten la transmisión de señales entre las neuronas.
El efecto de una señal transmitida sinápticamente de una neurona a otra puede variar enormemente dependiendo del reciente historial de actividad a uno o ambos lados de la sinapsis.
Los cambios dependientes de la actividad neuronal que se producen en la transmisión sináptica son debidos a un gran número de mecanismos.
Categorías
En esto consiste precisamente la neuroplasticidad y puede dividirse en tres grandes categorías:
- Plasticidad a largo plazo: Implica cambios unas horas o más. Se piensa que este tipo de plasticidad juega un papel importante en los procesos de aprendizaje y memoria.
- Plasticidad homeostática: Esta plasticidad se da a ambos lados de la sinapsis y permite a los circuitos neuronales mantener unos niveles apropiados de excitabilidad y conectividad.
- Plasticidad a corto plazo: Dura desde milisegundos hasta unos minutos y permite a las sinapsis realizar funciones computacionales críticas en los circuitos neuronales.
Los cambios a largo plazo en las propiedades de transmisión de las sinapsis son importantes para el aprendizaje y la memoria, mientras que los cambios a corto plazo permiten al sistema nervioso procesar e integrar temporalmente la información, ya sea amplificando o disminuyendo la capacidad de transmisión de los circuitos sinápticos.
Genética y ambiente
Como ya hemos mencionado, durante el proceso de construcción arquitectónica cerebral las sinapsis establecen diferentes conexiones, unas conexiones están determinadas a partir de la genética y otras se realizan mediante la educación y el proceso de enseñanza-aprendizaje.
De este modo mediante la estimulación ambiental se forman nuevas sinapsis que llegan a modificar y moldear la arquitectura cerebral, el desarrollo madurativo y su funcionalidad.
La finalidad del aprendizaje es conseguir una mejorar adaptación funcional al medio ambiente.
El cerebro produce respuestas más complejas en cuanto los estímulos ambientales son más exigentes.
Para ello el cerebro tiene una reserva numérica de neuronas considerable para modular tanto la entrada de la información como la complejidad de las respuestas.
Esto acarrea el desarrollo de una intrincada red de circuitos neuronales que necesitan de grandes concentraciones de neuronas capaces de ajustar las nuevas entradas de la información y reajustar sus conexiones sinápticas.
También, de almacenar los recuerdos, interpretar y emitir respuestas eficientes ante cualquier estímulo o generar nuevos aprendizajes.
Reserva cognitiva
La neuroplasticidad permite una mayor capacidad de adaptación o readaptación a los cambios externos e internos.
El cerebro en los primeros años de vida se encuentra en un proceso madurativo en el que continuamente se establecen nuevas conexiones neuronales y tiene lugar el crecimiento de sus estructuras.
Existen muchas sinapsis o conexiones neuronales que son poco o nada funcionales y no se activan totalmente hasta que no se integran en una red cerebral que da respuesta a una conducta o función.
Cada neurona establece en su campo dendrítico un número elevado de conexiones neuronales.
Con un entrenamiento o aprendizaje mantenido en el tiempo, y manteniendo la atención durante la ejecución de las tareas, pueden mejorar estas conexiones y hacerlas funcionales, consiguiendo así afianzar el aprendizaje.
En pocas palabras, significa que las redes y circuitos neuronales se van modificando según sean utilizados a través de diversas actividades vitales que se realicen.
Es decir que el cerebro es un órgano maleable a lo largo de toda la vida, y no solo en los primeros años donde resulta clave para aprender a caminar, hablar, leer e instruirse.
Lo que se creía una característica de los niños y jóvenes resulta también aplicable en todas las edades y por este motivo, al igual que un músculo, en la medida que se lo usa y ejercita se mantiene en buena forma. Incluso, toda estimulación del cerebro permite no solo que no se destruyan las neuronas sino también que se regeneren.
Investigaciones
Una de las investigaciones más ilustrativas y conocidas fue realizada en el año 2000 por Eleanor Maguire y resulta un buen ejemplo de lo que es la plasticidad neuronal.
La investigadora estudió el cerebro de un grupo de taxistas de Londres comparándolo con personas comunes de similares edades.
Conviene saber que en esa ciudad los taxistas están obligados a pasar un examen muy exigente que consiste en aprender más de 320 rutas a través de más de 25.000 calles.
Los resultados demostraron que existían diferencias notables de tamaño en el hipocampo, la zona cerebral que tiene suma importancia en lo que atañe a la memoria y a la orientación espacial. Incluso los taxistas que más años llevaban conduciendo presentaban un hipocampo más grande que taxistas con menor antigüedad en ese mismo trabajo.
Otro investigador, Thomas Elbert, hizo un estudio similar que constató que en los violinistas se incrementaba el tamaño de la región de la corteza cerebral que controlaba los dedos de la mano izquierda.
Tanto en el proceso del envejecimiento normal como en muchas enfermedades (depresión, deterioro cognitivo leve, trastornos de concentración y atención o lesiones neurológicas) se produce un deterioro cerebral asociado a cambios en su estructura, actividad y rendimiento que conlleva la pérdida o disminución de alguna función.
Pero esa notable capacidad para reorganizarse que tiene el cerebro puede hacer que se establezcan nuevas conexiones y rutas neuronales que, en muchos casos, pueden hacer recuperar la función perdida.
Por lo tanto, mantener el cerebro activo es imprescindible para evitar su natural deterioro.
Para más información ver http://sumafelicidad.es/7-formas-de-entrenamiento-mental-para-ejercitar-tu-cerebro-2