Neuronas espejo

Sentimos con los demás.

La neurociencia confirma que David Hume tenía razón.

Simpatía, empatía, compadecer… Todas esas palabras hablan de la capacidad que tenemos los seres humanos de reflejar los estados emocionales de los que nos rodean.

El núcleo de la ética consiste en ponerse en el lugar del otro.

Toda argumentación moral que no parta de ese hecho se vuelve abstracta, sin fundamento.

Sentir con el otro nos mantiene en contacto con la realidad social inmediata.

Y evita que los grandes principios éticos o políticos nos ofusquen.

Si Hume apelaba a la imaginación a la hora de explicar esta capacidad natural, hoy los científicos hablan de redes de neuronas espejo.

Giacomo Rizzolatti localizó las neuronas espejo en la corteza frontal de los monos en 1992, en la Universidad de Parma.

Estas neuronas responden cuando el mono ve que otro individuo coge un objeto. Son las mismas que se activan cuando él mismo lo hace.

Además, algunas de ellas responden de forma específica, según la finalidad de la acción.

Por eso se relacionaron con la capacidad de atribuir estados mentales, como la intencionalidad, a los otros sujetos.

Es decir, atribución a través de simulación.

Mientras que el neurólogo V.S. Ramachandran dice que las neuronas espejo son el ADN de la neurociencia, incluso la clave para entender la evolución del ser humano, la filósofa Patricia S. Churchland es más escéptica respecto a la existencia de ese tipo de neuronas y su papel en la simulación y la empatía.

La hipótesis de muchos investigadores es que los seres humanos también tenemos esas neuronas espejo, redes neuronales encargadas de la imitación.

Nos permitirán explicar muchos procesos mentales, como el aprendizaje, el lenguaje y la empatía.

Quizás sean la clave para saber qué ocurre con el autismo.

Y llegaremos a explicar las bases neuronales de la atribución de estados mentales a los demás en las interacciones sociales.

Nuestro cerebro, dice David Eagleman, además de nutrientes necesita a los demás: "Nuestras neuronas requieren las neuronas de los demás para desarrollarse y sobrevivir."

Lo explica en "El cerebro. Nuestra historia" (Anagrama, 2017), un libro de divulgación muy bien escrito, estimulante: "Utilizamos la misma maquinaria neuronal para ver el dolor en otra persona que para sentir nuestro propio dolor".

Poseemos "extensas redes que observan a los demás, se comunican con ellos, sienten su dolor, juzgan sus intenciones y leen sus emociones".

Reflejar la conducta del otro es esencial para nuestra capacidad mimética.

Nuestra capacidad de simulación nos lleva a entender el teatro, tanto si somos actores como si somos espectadores.

Al leer una novela, nos ponemos en el lugar de los personajes, vivimos su mundo y adoptamos múltiples perspectivas según se desarrolla la narración.

El escritor, cuando crea, también utiliza esos recursos.

¿Tendrán un umbral de activación estas redes de neuronas espejo?

Planteo esta pregunta porque me da la impresión de que el exceso de imágenes las puede llegar a saturar.

Vivimos en las pantallas. Los dispositivos que utilizamos son cada vez más rápidos.

Las fotografías y los vídeos se deslizan ante nuestros ojos a una velocidad de vértigo.

Ya nada nos afecta.

Y si lo hace, parece que no conecta con el área de las emociones ni pasa a la memoria a largo plazo, tan importante para las virtudes y la forja del carácter.

La simpatía y la empatía son necesarias para la compasión y la solidaridad.

Si desactivamos esas capacidades, nuestro universo moral se desmorona.

Saturar la imaginación puede tener consecuencias éticas.

La lectura, las artes plásticas y el teatro, además de librarnos del aburrimiento, ponen a punto la maquinaria de reflejar, nos vuelven más sensibles y perspicaces.

Y el ritmo aquí es importante.

La aceleración de los relatos, sin elaboración de los personajes, quizás nos sature, nos vuelva apáticos.

Curiosidades de las neuronas espejo

Según los últimos estudios, este tipo de neuronas están ubicadas fundamentalmente en el área de Broca, relacionada con el lenguaje y en la corteza parietal posterior, permitiendo el estudio a los expertos de la relación existente entre lenguaje e imitación de gestos y sonidos.

Las neuronas espejo son importantes para controlar y descodificar el movimiento de las manos.

Por lo que cuando hablamos con alguien y este mueve sus manos, nuestras neuronas espejo entran en acción para interpretar el movimiento de manos de la otra persona.

Además, como dijimos anteriormente no solo reflejan aquello que vemos en el exterior a nivel motor, sino que son capaces de reflejar también aspectos emocionales por su conexión con el sistema límbico.

Según las afirmaciones del neurocientífico Marco Lacoboni, los niños que imitan y observan con mayor atención las expresiones faciales de las personas que les rodean muestran una mayor activación de estas neuronas y como resultado de ello, mayor nivel de empatía.

La razón de ello se encuentra en que cuando un niño ve sonreír a alguien, sus neuronas espejo crean una representación mental de esa sonrisa en su mente, enviando señales al sistema límbico y finalmente, termina sintiendo lo mismo que la persona que observa.

Somos criaturas sociales

“Somos criaturas sociales. Nuestra naturaleza depende de entender las acciones, intenciones y emociones de los demás. Las neuronas espejo nos permiten entender la mente de los demás, no solo a través de un razonamiento conceptual sino mediante la simulación directa. Sintiendo, no pensando”, dice Giacomo Rizzolatti

Otro dato curioso es que el neurocientífico V. Ramachandram se refiere a ellas como “neuronas Gandhi” por su capacidad de facilitar el entendimiento, la solidaridad y la cooperación con los demás. Incluso, las neuronas espejo son las encargadas de hacernos bostezar cuando otra persona bosteza o de que nos encontramos imitando un gesto de la persona con la que estamos tomando un café, sin saber por qué.

Como vemos, las neuronas espejo nos aportan una explicación neurofisiológica plausible sobre algunos aspectos de las relaciones sociales.

Nos ayudan no solo a reconocer las acciones de los demás sino también a comprenderlas, teniendo un papel fundamental en procesos como la empatía, la imitación y la teoría de la mente.

"No podemos evitar imitar a los demás, conectar con los demás, preocuparnos por los demás, porque estamos programados para ser criaturas sociales", dice David Eagleman.