Música y salud

Existe una forma de estimular la “glándula de la felicidad” de una manera muy sencilla. En esta ocasión nos referimos a la música, que podemos disfrutar en cualquier momento y lugar.

Esta forma de felicidad es como una especie de droga sana con la que muchas personas no pueden dejar de vivir.

Desde que te levantas hasta que te acuestas puedes encontrar una forma de darte ánimos simplemente escuchando música.

¿Y cómo es posible esto?

Básicamente, cuando escuchas una canción que es de tu agrado, tu cerebro libera dopamina, el mismo neurotransmisor que se produce cuando comes algo rico o mantienes relaciones sexuales.

Escuchar música te ayudará a estar concentrado

Has leído bien. Mientras estas escuchando una canción que sea de tu agrado (da igual el género que sea) aumentará tu concentración.

Por esta razón, es una buena estrategia escuchar música mientras trabajas ya que seguro que al final conseguirás mejores prestaciones.

Y, además, también conseguirás evitar distracciones provocadas por agentes externos con el consiguiente ahorro de tiempo.

Música y emociones

Una canción puede ponerte la carne de gallina, hacer que respires más profunda o más agitadamente, conseguir tranquilidad, hacer que te entren ganas de bailar o que se te salten las lágrimas de la emoción.

También puede hacer brotar viejos recuerdos, y hay quien dice haberse enamorado al ritmo de cierta melodía… en la compañía adecuada.

Todas estas respuestas tan llamativas te pueden hacer reflexionar acerca de la profundidad con que consigue llegarte la música.

Daniel Levitin, autor de Tu cerebro y la música, llega a manifestar que nuestro amor por la música puede llegar a convertirse en una obsesión.

Casi todos reconocemos que la música nos gusta, y seguro que todos tenemos un tema, una banda o un cantante favoritos.

Pero ¿sabes hasta qué punto escucharla y practicarla tiene beneficios importantes para tu salud física y mental?

Algunos de dichos beneficios se pueden observar en las personas que practican música, ya sea porque cantan o tocan un instrumento, aunque veremos que el simple hecho de escucharla tiene su repercusión.

Barry Wittman, pianista y neurólogo, y uno de los principales investigadores de los efectos de la música en la salud, descubrió que mientras se compone una canción se desactivan los detonantes genómicos relacionados por el estrés.

El doctor Avram Goldstein, de la Universidad de Stanford, constató que las emociones que se despiertan mientras se escucha la música estimulan la liberación de péptidos opioides, que son las endorfinas que conectan con la zona emocional del cerebro, el sistema límbico, y que desencadenan la química neurofisiológica de un subidón natural.

Es decir, que la música nos “coloca”, como si fuera una droga. En este caso inocua.

La música como medicina

También se han descrito los beneficios que tiene interpretarla, especialmente cantar, para mejorar la salud pulmonar y la tonicidad de los músculos.

Pero no hace falta ser un virtuoso de la ópera, para experimentarlos.

Aunque desafines como una puerta mal engrasada, el acto de cantar tu canción favorita a pleno pulmón mientras te duchas o mientras conduces podría estar haciendo mucho más por tu salud de lo que crees.

Por ejemplo, fortalecer la musculatura de tu abdomen, ayudarte con los dolores de espalda o de cervicales, con la depresión e incluso mejorar tu piel, ya que, al respirar más profundamente para cantar, la sangre circula mejor y tu organismo se oxigena.

Sin olvidar que, además de tener beneficios claros para la salud, la música es una de las formas más antiguas de medicina espiritual.

En la Antigua Grecia, Pitágoras enseñaba a sus discípulos que ciertos acordes y melodías musicales podían producir distintas respuestas corporales.

Christine Stevens, autora de La música como medicina, explica que “música y melodía, utilizadas como forma de meditación, desactivan la mente pensante”.

La melodía habla el lenguaje del corazón

No se puede pensar y cantar a la vez, por lo que, cuando estamos dentro de una experiencia musical, los pensamientos pasan a un segundo plano y podemos alcanzar un estado de paz.

Para Stevens, “hay una razón por la que en los lugares en los que hay guerra, sufrimiento y pérdida se siguen cantando canciones: las melodías que viven en nuestro corazón nunca nos las podrán arrebatar”.

Están al servicio de nuestra necesidad de expresarnos, de conectar con nuestro corazón y de curarnos.

La musicoterapeuta norteamericana afirma que “en el desarrollo humano, la melodía es anterior al lenguaje: cantamos antes de hablar”.

Y si la música es tan importante y tan intrínseca al ser humano, ¿por qué en la mayoría de las ocasiones nos limitamos a escucharla, a menudo sin prestarle atención siquiera?

Según Stevens, quien aboga por que la música en cualquiera de sus formas recupere un papel central en la vida de las personas, la mayoría olvidamos que estamos naturalmente dotados para la música, y muchos acabamos por convertirnos en meros oyentes y consumidores, en el mejor de los casos.

Música solos o acompañados

Pero según Christine Stevens, “nunca lo es para crear tu propia música”, algo que a esta autora le parece fundamental para vivir una vida más rica y creativa.

Para conseguirlo, lo más sencillo es que nos lancemos a cantar o a recuperemos el gusto por tocar algún instrumento.

Los expertos explican que cantar o tocar acompañado de otras personas, en una agrupación coral, por ejemplo, tiene beneficios adicionales, ya que el componente grupal nos ayuda a conectar con otras personas y a aprender a buscar la armonía propia y con el otro.

Pero si estas actividades no están a nuestro alcance, si nos da miedo desafinar o nos parece que no tenemos tiempo, siempre podemos volver a conectar con la música simplemente escuchándola con conciencia.

Cerrar los ojos y dejarnos llevar por ella en lugar de hacer que suene de fondo sin prestarle ninguna atención.

Christine Stevens nos ofrece además algunos sencillos juegos que pueden ayudarnos a empezar a recuperar nuestra música interior:

1. Juega a escuchar el ritmo

Observa el golpeteo de una gota al caer en el fregadero, el sonido recurrente del bolígrafo al rasgar una hoja o del cepillo de dientes mientras te los lavas; un grupo de personas que camina al unísono, el toque repetido de una puerta movida por el viento. De lo que se trata es de poner conciencia al ritmo de la vida y jugar a sincronizarnos con él.

2. Un momento de silencio

El silencio es un elemento fundamental en la música. Podemos crear más silencio en nuestra vida esperando un tiempo antes de responder en una conversación, por ejemplo. Observemos entonces cómo afecta esa pausa a nuestro oyente y a nosotros mismos, cómo cambia el tono del diálogo y también la música que nace entre los dos gracias a ese nuevo espacio. También podemos hacer una pausa auditiva de vez en cuando. Utilizar tapones o auriculares que cancelen el ruido durante unos minutos. Al hacerlo notaremos que escuchamos mejor nuestros pensamientos, que nos relajamos y respiramos de forma más pausada.

3. Educar el oído

Durante unos días, dirige tu atención hacia todo aquello que escuchas en tu entorno. ¿Qué te suena? ¿Qué te resuena? ¿Qué sonido capta mejor tu atención? ¿Escuchas más las críticas o los mensajes de miedo que los mensajes positivos y las palabras alentadoras? ¿Sintonizas con el miedo y la disonancia? ¿O con la libertad o la resonancia? En vez de oír la cacofonía de la vida, educa tu oído para escuchar su música y su belleza.

4. Afinación matinal

Cada día nos ofrece una nueva oportunidad para formar parte de la música de la vida. Empezar el día con música supone mucho más que despertar al cuerpo; también es una herramienta muy poderosa para despertar la creatividad. Puedes comenzar escuchando al despertar tu canción favorita, o también con una práctica de diseño propio, que puede ser una intención, o un tarareo o una improvisación. Lo importante aquí es deshacerse de los juicios, olvidarnos de si lo hacemos “bien” o “mal” y permitirnos conectar con la música desde la libertad y el puro placer de practicarla.

5. Crea tu propia canción

Quizá te costará un poco al principio, pues tendrás que vencer algunos juicios y prejuicios, sobre todo aquellos que te dicen que tú “no sabes” hacer música. Recuerda entonces que la música está dentro de ti de forma natural. El ritmo del latido de tu corazón, el silencio que se crea entre respiración y respiración, la melodía de tu voz. No necesitas que nadie te diga que puedes hacerlo. Tan solo desearlo y disfrutar haciéndolo. Cierra los ojos y escucha las notas que resuenan dentro de ti. Quizá al principio no oigas nada. Cuando escuches algo, y puede que tardes algunos días, apúntalo o grábalo. Poco a poco irás construyendo tu canción. Recuerda que no es necesario que se la muestres a nadie si no lo deseas.

6. La banda sonora de tu vida

Haz una lista de canciones con las que te sientas identificado. Puede ser una sola canción, tu banda sonora del momento. Escúchala a menudo y cántala con los ojos cerrados para sentir mejor las emociones que te suscita. En algunas tribus de África, una madre embarazada va a ver a un chamán, que escucha la canción del alma del bebé en el vientre de la madre. Cuando nace el bebé, toda la tribu se reúne para cantar la melodía que le enseñó el chamán a la madre.

¿Podemos imaginar un mundo en el que todos conociéramos y pudiéramos cantar la canción que llevamos dentro?