Mirarse a la cara y reconocer la felicidad

Por lo general, no somos capaces de distinguir una oveja de otra, todas nos parecen iguales, pero no ocurre lo mismo con las caras de la gente, pese a que todas ellas (dentro de una misma raza) se parecen. Los neurocientíficos han avanzado de forma sustancial en el conocimiento sobre los circuitos cerebrales implicados en el reconocimiento facial. Si hay algo de nuestro cerebro moderno que realmente demuestra hasta qué punto somos animales sociales es nuestra capacidad para distinguir los rostros de nuestros congéneres. Incluso antes de aprender a hablar o balbucear, los bebés ya tienden a fijarse instintivamente en los elementos significativos de un rostro humano (los ojos, la boca, la nariz), y hacia el cuarto mes ya son capaces de procesar las caras en su conjunto, como objetos claramente definidos e identificables. Existe un estupendo motivo para ello: las caras son increíblemente informativas. Una simple mirada puede revelar mucho sobre la identidad, el sexo, la raza, las emociones y la sinceridad de una persona. Todas estas cualidades son consideradas básicas para nuestra seguridad. Partiendo de la base de la similitud que encontramos entre las diferentes caras, atendiendo al número limitado de los elementos básicos que las componen (dos ojos, dos cejas, una nariz, una boca, dos orejas...), y que las únicas diferencias son pequeñas variaciones en el color, la forma y la separación de los rasgos, resulta sorprendente que los seres humanos puedan reconocerlas con tanta facilidad. No olvidemos que, para nuestro cerebro, una cara nunca es solo una cara, siempre es la cara de alguien. Y eso para el individuo es importante. Puede ser vital. A diferencia de los animales o los objetos inanimados, cuya estrategia de identificación siempre se basa en la categorización, tratamos a las caras como entidades individuales. Por eso, una vez que hemos visto una cara podemos reconocerla en cualquier situación o condición adversa, ya sea sumida en la oscuridad, adoptando alguna expresión facial intensa o incluso transformada en una caricatura. Fruto de las intensas investigaciones que se están desarrollando en este campo se están produciendo avances en:
  • La identificación de los circuitos cerebrales y los procesos cognitivos implicados en el reconocimiento facial.
  • La mejora del diagnóstico y el desarrollo de nuevos tratamientos para la ceguera facial y de otros trastornos relacionados que afectan a la interacción social, como por ejemplo el autismo.
  • El desarrollo de tecnologías de identificación y seguridad y de aplicaciones legales. Estas investigaciones nos han permitido comprender el proceso cognitivo general que se produce cuando reconocemos un rostro.
Los neurocientíficos saben, por ejemplo, que las caras se procesan de manera “holística”. No nos fijamos en puntos concretos de la cara como puedan ser los ojos o la boca, sino que adquirimos simultáneamente información de muchas partes del rostro y de su configuración (la distancia entre los rasgos). A continuación, esta información se procesa para crear un modelo generalizado de una cara. Este proceso nos permite reconocer un rostro independientemente de las muy variadas circunstancias en las que podemos llegar a verlo. En los últimos tiempos, los científicos han explorado el cerebro en funcionamiento con técnicas de imagen (resonancia funcional magnética) que han aportado mucha información. Por ejemplo, ahora se sabe que las áreas del cerebro que procesan los rostros se encuentran profusamente vinculadas con las redes de la memoria. Esta circunstancia nos permite conocer la identidad de la persona con la que estamos hablando y recordar, por ejemplo, la historia de nuestras relaciones con esa persona. La memoria emocional y la experiencia son especialmente importantes. Los investigadores han descubierto que el procesamiento facial funciona de manera muy similar al del lenguaje. Aunque la mayoría de los procesos cerebrales necesarios para el reconocimiento facial ya funcionan a los dos años de edad y están totalmente desarrollados en torno a los 10 años, los niños cometen más errores que los adultos, lo cual indica que se tarda cierto tiempo en aprender a reconocer bien las caras. Estos estudios de investigación tienen aplicación práctica en la vida diaria cada vez más tecnificada. Gracias a estos avances, los ingenieros informáticos pueden desarrollar software de reconocimiento facial más preciso, particularmente útil en el mundo de la seguridad y la vigilancia, y también están contribuyendo a mejorar la tecnología de las cámaras y en los procesos de búsqueda de fotografías. También es posible que ayuden a entender mejor las enfermedades en las que se observan problemas de reconocimiento facial, principalmente la prosopagnosia, y otras como el autismo, la esquizofrenia y el trastorno bipolar. La oxitocina mejora la percepción facial Como ya hemos comentado en post anteriores, la oxitocina es una hormona que está envuelta en la secreción de la leche materna y en el proceso de dilatación durante el parto y que recientemente se ha postulado como parte integrante del mecanismo de facilitación de la filiación entre madre e hijo, así, como la conducta prosocial entre extraños. Ahora sabemos que también está envuelta en la habilidad de reconocer las caras. En un estudio realizado por Peter Klaver, los sujetos experimentales vieron un conjunto de fotografías de rostros humanos y llegaron a recordar como familiares un 33% del tiempo dichos rostros cuando inhalaban de un spray nasal que contenía oxitocina. Sabemos que en los seres humanos la oxitocina propicia el comportamiento prosocial como la confianza, la equidad, reduciendo la ansiedad y la fobia social. Como conclusión del estudio Peter Klaver, dice: Reconocer una cara como familiar es una característica esencial para el éxito en la interacción social humana. En este estudio, por primera vez, hemos analizado de forma sistemática el efecto de la oxitocina en la memoria social de los seres humanos. Por su parte, Bruce y Young propusieron un modelo cognitivo del reconocimiento de los rostros que con algunas modificaciones se ha mantenido en la literatura científica sobre el tema. Este modelo propone varios pasos en el procesamiento de la información desde el instante en que se observa un rostro familiar hasta cuando se hace el reconocimiento del mismo y se llega a recordar su nombre. Construcción del percepto facial El primer paso en el análisis de la información es la codificación estructural de las características faciales que permitirá la construcción de un percepto visual. Para ello, el sujeto realiza análisis simultáneo y en paralelo de diferentes tipos de información facial:
  • De la apariencia facial o patrón facial: identificación del estímulo visual como perteneciente a la categoría de las caras.
  • Discriminación de las características particulares del rostro y su distribución espacial particular mono-orientada que permitirán reconocer semejanzas o diferencias entre rostros.
  • Análisis de las expresiones faciales.
  • Análisis del lenguaje facial: movimientos orolinguofaciales, lectura labiofacial.
Reconocimiento facial Construido el percepto visual del rostro, se debe comparar con las huellas de memoria de caras previamente aprendidas y almacenadas y si se encuentra una huella de memoria facial de configuración similar al percepto se produce un sentimiento de familiaridad con él y se activa el acceso a su reconocimiento. Esta tarea es realizada por las denominadas unidades de reconocimiento facial que se pueden considerar como un almacén de las huellas de memoria de caras previamente conocidas y que además establecen una conexión entre el percepto y la memoria semántica o nodos de identidad personal. Activación de la memoria semántica relativa a las personas El sentimiento de familiaridad producido por el reconocimiento del rostro sólo nos asegura que la cara que vemos ha sido previamente conocida. Se requiere la activación del nodo de identidad personal para acceder a las memorias semánticas relativas a la persona que vemos (profesión, lugar y época cuando la conocimos, dónde vive…). El conocimiento que tenemos de las personas hace parte de la memoria semántica y los nodos de identidad personal contienen sus huellas. Al nodo de identidad personal se puede acceder por la vía del percepto facial del rostro de la persona o por otras vías como el percepto auditivo de su voz o el gráfico o auditivo de su nombre. Acceso lexical Construido el percepto, despertado el sentimiento de familiaridad, hecho el reconocimiento facial y activada la memoria semántica sólo resta acceder al nombre. Para ello se requiere la activación del sistema lexical y realizar la selección del nombre correspondiente. A la activación de la representación verbal se puede acceder a partir de la representación mnésica visual (rostro) o de cualquiera de las representaciones semánticas del nodo de identidad personal. Producción articulatoria Realizada la selección lexical el acto de reconocimiento queda plenamente evidenciado por la realización articulatoria del nombre seleccionado. En la vida cotidiana rara vez nos maravillamos de nuestra capacidad para reconocer un rostro. En general lo hacemos de golpe, de manera holística, sin necesidad de una descripción verbal ni de un análisis consciente de las diversas características faciales. Aunque en una primera aproximación nos pueda parecer un proceso simple, sin embargo, es sorprendente que podamos memorizar un número tan considerable de rostros en el transcurso de nuestra vida. Se considera que esta capacidad de nuestras estructuras cerebrales modernas está ligada al propósito de la supervivencia y es uno de los hechos diferenciales que atribuimos a las inteligencias superiores. Como es habitual, tomando como soporte las diferentes estrategias de supervivencia, la evolución ha ido adoptando nuevas capacidades adicionales que nos impulsan a ejercer estas facultades, gratificándonos por su ejercicio. Hablamos así del disfrute que supone para un bebé reconocer el rostro de su madre, la contemplación suspendida en el tiempo y en el espacio del semblante respectivo de dos amantes, el reconocimiento de una cara amiga entre la multitud… ¡Hablamos así de la felicidad!