Hay personas que buscan ayuda por no “sentirse felices” constantemente
Incluso sentir, en general, puede suponer un reto para muchos.
Somos seres sociales, repletos de emociones que durante nuestra vida aprendemos a controlar, aunque hay algunas que nos cuestan más que otras.
Seguro que alguna vez lo has pensado, ¿por qué me cuesta tanto explicar cómo me siento? o ¿por qué no soy capaz de ser sincero conmigo mismo?
Eso es lo que le preguntamos al psicólogo Leocadio Martín, autor de “La felicidad: qué ayuda y qué no”, ¿por qué tenemos miedo a sentir?
Hablar de nuestros sentimientos puede ser complicado
“Considero que tenemos miedo a sentir por dos razones”, dice el psicólogo, y advierte: “Primero porque no nos han entrenado para ello”.
“También ocurre que, en general, no está bien visto. Si alguien llega al trabajo cojeando, y explica que tiene un esguince, no pasa nada. En cambio, si alguien llega al trabajo y dice que está triste, la gente no lo va a ver bien, lo juzga”, relata.
Martín hace hincapié en que es muy importante ser capaz de hacer introspección para reconocer cómo nos sentimos.
“Cuando te levantas, es fácil saber si te duele algo o no. En cambio, debemos hacer el ejercicio de ver si estamos tristes, o preocupados, por ejemplo, con el objetivo de reconocerlo, para aislarlo y controlarlo”, recomienda.
"fake happiness"
La otra razón que cataloga Leocadio Martín es el efecto de lo que él denomina “fake happiness”, la presión que sentimos y tiene su origen en las redes sociales.
Ver cómo, a través de la pantalla, todo el mundo se lo pasa bien y es muy feliz muchas veces distorsiona nuestra visión de la realidad.
“En ocasiones llegan a la consulta del psicólogo personas agobiadas por no ser felices continuamente, y no son conscientes de que lo normal no es ser feliz todo el tiempo, lo normal es sentirse triste, o melancólico, o preocupado», comenta el psicólogo.
Derecho a estar triste
Por ello, Martín reivindica nuestro “derecho a estar tristes”, a experimentar una de las emociones que más miedo nos da sentir.
“La tristeza es parte del necesario balance del que nuestras emociones se nutren. Simplemente, no podemos saber si somos felices, si no conocemos la tristeza”, argumenta el profesional en su libro.
Según Martín “nos da miedo recordar cualquier tipo de tristeza que nos pueda llevar a sentirnos infelices”.
Es por ello por lo que muchas veces evitamos expresar a los demás lo que sentimos.
También nos negamos a nosotros mismos, en nuestro interior, experimentar emociones a las que damos una connotación negativa.
Murallas y defensas
Este “miedo a sentir” Leocadio Martín lo denomina “murallas emocionales”, descritas como “las defensas psicológicas que utilizamos para adaptarnos a circunstancias dolorosas”.
Estos “trucos de supervivencia emocional”, que en momentos concretos nos ha ayudado a superar situaciones difíciles, pueden “terminar siendo dañinos para nosotros mismos” e incluso pueden afectar a quien se preocupa por nosotros.
En la publicación el psicólogo advierte del peligro de “hacer mal uso de nuestras emociones”.
“Si las dramatizamos en vez de sentirlas (...) o nos autocompadecemos, eso puede ser destructivo”, relata.
Aun así, Martín hace un alegato: “Cuando somos capaces de sentir todas nuestras emociones, nuestra vida tiene significado y propósito”.
Y concluye “si evitamos sentir, perdemos frecuentemente el contacto con nosotros mismos, con quienes somos”.
El poder de las emociones
Algunas emociones son incómodas o desagradables, y eso genera que muchas personas rechacen sentirlas.
¿Realmente son tan malas las emociones? La respuesta es rotunda: NO
Las emociones cumplen una función importante, nos facilitan información mucho más rápido que la razón.
Anular esa función, es limitar o reducir nuestras capacidades.
Adaptación
Las emociones pueden ser agradables o desagradables, lo que genera el deseo de que desaparezcan cuando nos hacen sentir mal.
Sin embargo, podemos adaptarnos a nuestras emociones en nuestro propio beneficio.
Para entender esto, uso la metáfora del chivato del coche, que informa que tenemos que echar gasolina.
Es evidente en ese caso que el problema no es el chivato, si no la carencia de gasolina, por lo que obviar el símbolo luminoso sólo generará un problema.
Igual sucede con la emoción, ignorarla o cuestionarla puede suponer un problema mayor que el malestar que genera la emoción de por sí.
Por otro lado, aplicar a las emociones criterios de lógica, razón, exigencias, “deberías” solo hará que la situación empeore, se agudice o se prolongue; por ejemplo, “no debería estar triste”, “es absurdo sentirme así”, “no tengo derecho a enfadarme”.
Si te permites sentir, la emoción fluirá de manera natural
Entonces, ¿qué hacer?: aceptar lo que sientes, escuchar la emoción, intentar entender qué necesidad se esconde tras ella para poder cubrirla.
Y algo más, no dejar que te domine.
He aquí la línea roja que no se puede traspasar, lo que define a la emoción como aliada o como enemiga.
El enfado es la emoción que me anima a defenderme cuando mis límites se están viendo vulnerados, la tristeza me ayuda a asimilar una pérdida, el miedo me advierte del peligro, pero cuando cualquiera de estas emociones domina, las consecuencias no serán positivas.
Cuando el enfado se transforma en ira destructiva, la tristeza nos hunde y aísla o el miedo nos paraliza, serán en estas situaciones cuando la emoción se convierta en nuestra enemiga.
Decía Buda “Aferrarte a la ira es como agarrar un carbón caliente con la intención de tirárselo a otra persona, tú eres quien terminas quemado”.
Recuerda
Tienes derecho a sentir. No elegimos lo que sentimos, las emociones están ahí por algo. Pero hay que tener muy claro que una cosa es tener derecho a sentir y otra bien distinta es lo que hacemos con estas emociones.
Se compasivo contigo mismo. No tengas miedo a sentir, pero independientemente de la emoción que inunde tu cuerpo, esfuérzate en hacer aquello que sea beneficioso y bueno para ti.
Acepta la emoción, atiéndela, escúchala y escoge como resolver la situación de la que te informa la emoción. (Ver http://sumafelicidad.es/la-aceptacion)
Tuneado de los artículos publicados en ABC y en www.psicólogaenmadrid.com
Autor: María Alcaraz y Rosa María Luna Arroyo, respectivamente