Microbiota y meditación

Durante mucho tiempo se le llamó "flora intestinal" al conjunto de microorganismos que conviven de manera simbiótica en nuestro tracto intestinal.

Sin embargo, este nombre es inexacto pues "flora" hace referencia a la vida vegetal y sabemos que estos microorganismos son bacterias, hongos y levaduras, cuyo funcionamiento no tiene ninguna relación con el de las plantas.

Esa es la razón por la que en la actualidad se ha adoptado el nombre más preciso y científicamente aceptado de microbiota para nombrar a este microecosistema.

¿Cuál es la diferencia entre microbiota y microbioma?

Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre microbiota y microbioma?

Ya sabemos que la microbiota es el conjunto de microorganismos que conviven simbióticamente con el nuestro.

De hecho, las células de nuestra microbiota sobrepasan al número de células humanas en una proporción 10 a 1.

Todas esas células también poseen su propio código genético que, aunque es distinto del nuestro, se encuentra estrechamente relacionado con nuestra salud.

Al conjunto total de los genes de nuestra microbiota hemos acordado denominarlo microbioma.

El conjunto de genes contenidos en el microbioma humano podría servir para identificarnos como individuos, como si tratara de una huella dactilar.

Según los científicos, cada microbioma posee características distintivas del organismo que lo hospeda, por lo tanto, es posible la identificación de una persona a partir del análisis de los genes que alberga su microbioma.

Organismos extraños controlan tu mente

Parece el argumento de una película de ciencia ficción de serie B, pero en realidad tenemos más células extrañas en nuestro cuerpo que propias.

Nuestro organismo se compone de unos 10 billones de células, cada una con el mismo ADN que heredamos de nuestros padres, que nos programa para crecer, vivir y en última instancia, envejecer y morir.

Lo que no nos paramos a pensar tan a menudo es que en todo momento en nuestro intestino viven 100 billones de bacterias, de unas 3.000 especies diferentes, y juntas pesan de medio kilo a kilo y medio.

Entre todas suman tres millones de genes ajenos, frente a los 18.000 propios.

Esta colonia permanente de bacterias se conoce desde hace décadas, y vive en simbiosis con nosotros: se alimentan de nuestra comida, y a cambio, nos ayudan a digerir alimentos que de otro modo no podríamos aprovechar, y a producir vitaminas, hormonas y enzimas.

Es fácil olvidarse de que están ahí, pero no son invisibles.

La mitad en peso de tus heces son bacterias.

Lo que se ha descubierto más recientemente es que nuestras amigas las bacterias no solo se dedican a digerir lo que comes.

En los últimos años ha habido una explosión en los estudios sobre cómo la flora intestinal afecta nuestras vidas, desde nuestro metabolismo hasta la forma en que controlan nuestra mente.

Los protagonistas son los ratones. Ellos conocen la respuesta

Ratones autistas

Los científicos están investigando los efectos de las bacterias intestinales con ratones criados en un ambiente estéril, con lo que no tienen flora intestinal.

Solo con esto los resultados son reveladores: los ratones sin gérmenes tienen el cerebro y el sistema inmunitario menos desarrollado, son hiperactivos y responden exageradamente al estrés.

También son una hoja en blanco.

Cuando los científicos de la Universidad de Kyushu de Japón les dieron un solo tipo de bacteria, Bifidobacterium infantis, su respuesta al estrés mejoró.

Y aún hay más.

En la Universidad McMaster dieron a estos ratones estériles bacterias extraídas de otros ratones, y acto seguido adquirieron parte de la personalidad de los donantes.


Esto funciona incluso cuando el donante es un ser humano: al “infectar” a estos ratones con la flora intestinal de personas deprimidas, los ratones mostraron signos de depresión.


Los avances más importantes están relacionados con el autismo.


Desde hace décadas se sabe que entre el 40% y el 90% de las personas que sufren de autismo suelen tener algún tipo de desorden intestinal, como colon irritable o intolerancia al gluten, y las pruebas muestran que su flora intestinal está afectada.

Cómo tener a las bacterias contentas


No se conocen todos los detalles de la comunicación entre el intestino y el cerebro, pero la teoría más reciente propone que el sistema nervioso entérico, el conjunto de neuronas que regulan la función intestinal y que ya se empieza a llamar “el cerebro de las tripas” está conectado con el cerebro a través del nervio vago.


Las bacterias intestinales también producen hormonas y neurotransmisores como dopamina, serotonina o norepinefrina.


En realidad, es una comunicación en dos sentidos: las bacterias afectan nuestro comportamiento, pero no estamos a su merced.


Nuestro comportamiento también puede afectar a nuestras bacterias.

  • La forma más sencilla de influir en nuestra flora intestinal es a través de la dieta: comer probioticos. No hace falta comprar yogures de ninguna marca en especial. Los alimentos fermentados, como el yogur, chucrut, kefir, kimchi contienen millones de bacterias del tipo bifidus. Además, los alimentos con prebióticos (alimento para las bacterias), como las legumbres, cebollas, espárragos o ajo, ayudarán a que vivan felices.

  • Los antibióticos matan las bacterias causantes de las infecciones, pero también a las que viven en nuestro intestino. En varios estudios se ha comprobado que los antibióticos afectan al crecimiento de las neuronas en el hipocampo, lo que produce pérdidas de memoria. La solución es repoblar lo antes posible la flora intestinal tomando probióticos.

  • Si las bacterias producen estrés, cualquier medida para controlar el estrés afecta positivamente a las bacterias en nuestro intestino. Los ejercicios de respiración o la meditación consciente pueden cambiar la composición de la flora intestinal.