Memoria Inteligente

¿Cuál era el nombre de aquél vendedor que me visitó la semana pasada?

¿Dónde puse las llaves de la casa de la sierra cuando volvimos el domingo?

¿Cómo era aquél chiste, tan gracioso, que me contaron los compañeros en la última fiesta?

¡No logro recordar!

Cuando decimos que tenemos buena memoria quiere decir que somos capaces de recordar la información adecuada en el momento adecuado, aunque haya pasado un largo período de tiempo desde el momento en que se produjo el suceso que pretendemos recordar.

Investigaciones llevadas a cabo por neurocientíficos han concluido que la incapacidad de rescatar de la memoria sucesos de nuestro pasado se debe a un fracaso de determinados procesos mentales.

Sin embargo, puede que tengamos que ser más benévolos con nuestro cerebro, incluso reconocerle una cierta maestría a la hora de “olvidar” determinadas experiencias.

Investigadores de la Universidad de Toronto en Canadá que vienen trabajando sobre el fenómeno de la memoria desde hace algunos años, han llegado a la conclusión de que el objetivo de la memoria no es transmitir la información más precisa a lo largo del tiempo, sino orientar y optimizar la toma de decisiones inteligentes considerando para ello exclusivamente la información que considera valiosa.

«Es importante que el cerebro olvide los detalles irrelevantes y en su lugar se centre en las cosas que le van a ayudar a tomar decisiones en el mundo real», explica Blake Richards, uno de los autores del estudio que publica la revista especializada Neuron.

El equipo de investigadores trabaja con la hipótesis de que podemos considerar el olvido no solamente como un cierto fallo de nuestro complejo sistema de memorización, sino que es un componente de nuestro sistema de memoria tan importante como el recuerdo.

Consideran que existen diferentes mecanismos implicados en el proceso de gestión de la información y su almacenamiento que funcionan de forma discriminante en función de la calificación que estemos asignando a la información en cuestión.

Uno de estos mecanismos que intervienen es el debilitamiento o eliminación de las conexiones sinápticas entre neuronas en las que se codifican recuerdos, cuando la información involucrada no es considerada relevante.

Para realizar esta cualificación, se toman en consideración elementos como la intensidad de la emoción experimentada en el momento que se produce el suceso que da origen a la información o la frecuencia con la que hemos recordado los elementos de datos que componen la información.

Otro mecanismo significativo se produce como consecuencia de la generación de nuevas neuronas en el hipocampo.

A medida que las nuevas neuronas se integran en el hipocampo (área cerebral clave en la formación y gestión de los recuerdos), las nuevas conexiones que se producen, remodelan los circuitos del hipocampo y reestructuran las memorias almacenadas en esos circuitos, dificultando el acceso a una red de información más intrincada.

En un primer momento, podría parecer un contrasentido que el cerebro dedique tanta energía en la creación de nuevas neuronas en detrimento de la eficacia de la memoria.

Sin embargo, Richards, que utiliza teorías de Inteligencia Artificial (IA) en sus investigaciones sobre el funcionamiento global del cerebro, llega a la conclusión de que la interacción entre el recuerdo y el olvido en el cerebro humano nos permite tomar decisiones basadas en la memoria más eficaz, que es tanto como decir en una memoria inteligente.

Y este proceso que aparentemente simple, pero que en fondo es realmente complejo, se lleva a cabo a través de dos estrategias.

En primer lugar, el olvido nos permite adaptarnos a nuevas situaciones prescindiendo de información obsoleta y potencialmente engañosa que ya no puede ayudarnos a conducirnos en escenarios que evolucionan constantemente.

Cuando tú estás tratando de moverte con suficiencia en un universo intensivo en estímulos informacionales y tu cerebro está sometido al reto constante de mantener un todo coherente en el que pueden llegar a convivir episodios memorizados que se manifiestan en fragante conflicto, provoca que tomar una decisión informada se convierta en un proceso realmente complejo.

Afortunadamente, todo este arduo proceso es realizado por nuestro cerebro por debajo nuestro nivel de consciencia. De forma inconsciente.

La segunda forma de olvido facilita la toma de decisiones mediante la generalización de los eventos pasados repetitivos o equivalentes, identificando en cada caso los hechos considerados más relevantes.

En la inteligencia artificial este principio se llama regularización y funciona mediante la creación de modelos informáticos simples que dan prioridad a la información básica, pero eliminan los detalles específicos, lo que permite una aplicación más amplia.

La memoria en el cerebro funciona de una manera muy similar.

Cuando recordamos sólo la esencia de un encuentro en comparación con todos los detalles, este olvido controlado de detalles insignificantes permite almacenar recuerdos simplificados, pero más eficaces a la hora de ser utilizados ante situaciones en las que se utiliza la predicción como mecanismo de reacción ante nuevas experiencias.

El desencadenante de estos “mecanismos de simplificación” puede ser el ambiente en el que nos vemos obligados a desenvolvernos. Un entorno en constante cambio y rico en estímulos, claramente favorece que recordemos menos detalles.

Por ejemplo, un camarero que atiende diariamente mucha gente nueva todos los días sólo recordará los pedidos de sus clientes durante un corto período de tiempo, mientras que ese mismo camarero que atiende a un mismo cliente todos los días, no precisa que le recuerden cuál es la preferencia de su parroquiano y servirá el café corto de café y, con doble de leche templada con una ración de churritos y un vaso de agua, sin más información que ver a Don José, sentarse en su silla favorita mientras extiende el periódico.

«Una de las cosas que distingue a un entorno en el que va a querer recordar las cosas frente a un entorno en el que desea olvidarlas es cómo de consistente es ese ambiente y qué probabilidad hay de que esas cosas vuelvan a repetirse durante el periodo que dure su vida», apunta Blake Richards.

Del mismo modo, las investigaciones muestran que los recuerdos episódicos (memoria episódica) de las cosas que nos suceden son olvidados con mayor rapidez que el conocimiento general al que accedemos a diario (memoria semántica), dando por bueno el viejo aforismo de que «aquello que usas, lo pierdes».

Así que, si eres de los que nunca te acuerdas de los detalles, no se flageles sin necesidad, lo más probable es que tu cerebro sea especialmente selectivo con la información a la que decide prestar atención.

Si estos olvidos no te provocan dificultades serias en tu vida diaria, no cabe duda, tu memoria es inteligente.