Los orígenes de “lo moral”

La moral consiste en una serie de normas, reglas, valores, ideas y creencias; en base a las cuales un ser humano, viviendo en sociedad, manifiesta su conducta.

En términos sencillos, la moral es el manual virtual o informal por el cual el individuo sabe cómo tiene que actuar.

No obstante, existe un punto de quiebre entre el significado que diferentes corrientes le atribuyen a este concepto.

Mientras hay quienes lo limitan solo a las costumbres y los valores de una sociedad; otros le atribuyen la característica de poder discernir entre lo bueno y lo malo.

Vivir en grupo

Existe un postulado en neurociencia cognitiva, que dice que a mayor cerebro más capacidad social.

La moral, desde un punto de vista más sociológico, es el conjunto de normas que surgen de la propia sociedad y que solo gracias a ella cobran la fuerza necesaria para imponerse a toda la población.

Es entonces cuando se produce el reconocimiento del otro como parte de una misma cultura.

En un principio, a partir de cuestiones básicas para el hombre primitivo; como comer lo mismo, vivir en el mismo lugar, compartir rituales o parecerse físicamente.

Esto otorgará la señal de pertenencia, cuestión que desde luego se fue volviendo más complejo con el paso del tiempo.

A partir de acuerdos empáticos y criterios sociales básicos de sentirse "nosotros y no "yo", se fue construyendo la base de la moralidad en el homo sapiens.

En el homo sapiens los primeros procesos morales son principios cooperativos básicos, que pueden llegar a romperse.

Su incumplimiento podría llegar a generar la exclusión de su grupo, al ser considerado como un error en la moralidad psicológica.

La cultura y la ética

Sin embargo, cualquiera que sea la interpretación que se haga es importante destacar que existen dos elementos de los cuales la moral no puede ser separada: la cultura, y la ética.

En el caso de la cultura, es justamente ella la que permite crear estas reglas de la moral y que sean aceptables para todos los miembros de la sociedad.

Si bien no se desprende directamente de ella, tienen gran influencia una sobre la otra, producto del nivel de importancia que se le otorga a los usos y costumbres propios de cada región en cada una de ellas.

Es por lo que, quizás podría resultar moralmente incorrecto, por ejemplo, para un habitante de Uruguay lo que para un habitante de China u otro país oriental seria moralmente correcto, debido, y reconocido.

La ética es una rama de la filosofía que estudia la conducta humana a partir del ordenamiento moral de los seres humanos.

Ya a partir de los primeros pensadores encontramos textos dedicados a la ética, desde Platón, pasando por Aristóteles hasta llegar a Kant.

Ética experimental

Actualmente se desarrolla también su estudio desde el punto de vista de la conciencia humana, siendo una rama de la filosofía moral que no puede dejar de lado el conocimiento científico sobre el cerebro y su función con respecto a las conductas morales.

Esta rama se llama ética experimental.

La pregunta fundamental es si existen, en nuestros programas instintivos, principios universales que, como Kant plantea, estén fundados en la razón y estipulen una forma correcta de actuar para todos los humanos.

Ha surgido entonces todo un grupo de modalidades de la neurociencia que investiga tanto las implicancias neurológicas de la conducta moral como las características innatas genéticas, las aprendidas y las influidas externamente.

Conducta moral

La expresión de los genes podría ser un comienzo para pensar en conductas innatas modificadas por procesos biológicos del ambiente, dando como resultado un ser con conductas básicas controladas por el orden normativo socio-cultural que opera sobre la conducta.

Hay tres diferentes factores que influyen en la conducta moral:

  • La preforma conductual
  • Los factores individuales biológicos y psicológicos
  • Los factores socioculturales.

Podríamos decir que nuestra conducta final es una toma de decisión contingente con cuatro vectores: la razón y la emoción por un lado y la motivación y la inhibición por el otro, concluyendo que el punto final será la toma de decisión de nuestra conducta.

La moral en el cerebro

Se debe ser cuidadoso para no caer en un reduccionismo y así generar ideas inadecuadas sobre zonas específicas.

Sin embargo, existen zonas claramente relacionadas con funciones que intervienen en la ética, como por ejemplo la zona orbitaria y ventromedial de la corteza prefrontal y el núcleo regulador de la emoción y empatía llamado amígdala.

Si bien es cierto que existen zonas muy específicas para estas funciones, no podemos olvidar que el cerebro funciona en red.

Los neurotransmisores de “lo moral”

Existen sustancias como la serotonina que nos hacen más sensibles hacia los demás.

Molly Crockett de la Universidad de Cambridge observó una conducta de mayor solidaridad cuando se utilizan antidepresivos que aumentan esta sustancia, al igual que sucede con la hormona oxitocina.

Esto conlleva no obstante el riesgo de que se intente modificar las conductas de los individuos en forma fática.

Capacidad de compartir

Construir esta moralidad social requiere de una función compleja llamada metacognición, un proceso que permite juzgar a los otros (cognición social) y a uno mismo dentro del grupo (metacognición propiamente dicha), es decir cómo nos ven.

La constitución de la moralidad se construyó durante millones de años, a través de la acumulación cultural que genera la influencia selectiva del aprendizaje social.

La importancia de la empatía

Otro punto de interés es cómo en el trastorno de personalidad antisocial las personas pierden empatía: así se observa en un trabajo de Jean Decety de la Universidad de Chicago, donde describe la disminución de emoción social en las personas en las que se aprecia una alteración en su función prefrontal.

Lo mismo ocurre en pacientes con esquizofrenia o en la demencia frontal, pues han perdido el control inhibitorio de su conducta instintiva.

Por otro lado, Kant también plantea que la forma idónea de actuar moralmente es como si nuestra conducta se convirtiera en una norma universal, adelantándose a los principios de neuronas en espejo, las que nos hacen sentir, de forma empática, lo que siente el otro en forma inconsciente.

Tal vez esto falte en personas que actúan antisocialmente, no pudiendo entender al otro como a sí mismo, dado que no poseen ningún mecanismo neuronal especular empático.

Puede considerarse entonces que existen intuiciones conceptuales éticas preconcebidas (genotipo) pero influidas por cuestiones biológicas posteriores y fundamentalmente por normativas socio-culturales, creando una diferencia entre el “ser” y el “deber ser” según las normas morales de cada sociedad. (Ver http://sumafelicidad.es/el-cuidado-del-otro)

No siempre una u otra elección nos llevará a buen puerto, tratándose de decisiones complejas ligadas a nuestra subjetividad.

La neurociencia aún cognitiva no tiene respuestas definitivas.