Un grupo de investigadores ha logrado responder a esa cuestión: una ola de actividad eléctrica denominada "depresión extendida".
La muerte llega al cerebro como cuando se apagan las luces de una fiesta.
Salvo que lo que se apaga en este caso no son bombillas, sino neuronas que dejan súbitamente de funcionar.
Es una de las informaciones que se deducen del estudio realizado por un equipo de investigadores que ha registrado por primera vez en tiempo real lo que sucede en la actividad neuronal durante los instantes previos y posteriores a la muerte.
Para el trabajo, publicado esta semana en la revista Annals of Neurology, un equipo de neurólogos de la Charité-Universitätsmedizin Berlin (Berlín), uno de los hospitales más grandes de Europa y también de la ciudad de Cincinnati (Ohio, EEUU), monitorizaron continuamente las señales eléctricas en los cerebros de nueve personas mientras morían como consecuencia de lesiones cerebrales fatales.
Los médicos registraron los datos a través de electrodos subdurales instalados en los cerebros de los pacientes que habían establecido órdenes expresas de “no ser resucitados”.
Un último suspiro
Los científicos esperaban que al implantar electrodos en los cerebros de sus sujetos de prueba podrían descubrir los mecanismos y el momento exacto de la muerte.Descubrieron que incluso cinco minutos después de que el corazón de una persona deja de latir, sus neuronas aún podrían funcionar.
“El daño irreversible en estas células se produce en los siguientes diez minutos al cese de la circulación, lo mismo que sucede en un paro cardiaco”.
No obstante, “El cerebro es el órgano más vulnerable a la hipoxia y la isquemia”, escriben los autores.
Además, se descubrió cómo una ola de "depresión expansiva" marcaba el momento en que estas células cerebrales se apagaban, justo antes de un final irreversible.
El autor principal del estudio, el doctor Jens Dreier, explicó que "después del paro circulatorio, la difusión de la despolarización marca la pérdida de energía electroquímica almacenada en las neuronas y la aparición de procesos tóxicos que, eventualmente, conducen a la muerte".
Propagación de la despolarización
Las células mueren cuando la sangre deja de fluir, privándolas del oxígeno que necesitan como combustible para funcionar.La segunda 'oleada’, bautizada técnicamente como “despolarización terminal expansiva”, tiene lugar unos minutos después de la primera y se produce cuando las células agotan sus reservas químicas y los iones se pierden en el tejido circundante.
Cuando esto sucede, las células del cerebro recurren a las reservas de energía durante unos minutos antes de que se apaguen por completo: esto sucede cuando los mecanismos que usan las neuronas para mantener los iones separados comienzan a fallar.
En ese momento es como si 86.000 millones de diminutas pilas se descargaran a la vez y el cerebro se apagará de golpe, cuando se empieza a producir una cascada de reacciones tóxicas en el tejido que ya no permiten recuperación.
La ruptura de las barreras entre estas partículas libera una cantidad masiva de energía electroquímica en el cerebro a medida que las neuronas intentan consumir frenéticamente el combustible.
Este proceso, conocido como propagación de la despolarización o la propagación de la depresión, se caracteriza por la hiperactividad en las neuronas, seguida de un silencio repentino.
Estas células deben mantener un delicado equilibrio metabólico y eléctrico para sobrevivir y poder enviar los impulsos electroquímicos que constituyen la actividad cerebral.
Este silencio solo marca la cuenta regresiva final hasta la muerte, aunque puede revertirse temporalmente, según descubrieron los investigadores.
Cuestión de tiempo
El tema del debate sigue siendo cuánto tiempo exactamente.Una última "ola" de energía parece marcar el punto en el que las neuronas se disparan por última vez.
Con estos resultados, los autores observaron que este primer evento no es como una “oleada de oscuridad” que se va extendiendo por el cerebro, sino que sucede en todas partes a la vez, cuando las neuronas detienen su actividad por la falta de recursos.
Si bien los resultados son especialmente útiles para conocer los tiempos de reacción en casos de daño masivo o isquemia y en qué momento se produce el punto de no retorno, no obstante, el equipo de investigación advirtió que todavía puede ser un marcador poco fiable para señalar el fallecimiento.
El fin de la conciencia
"Los cambios químicos que conducen a la muerte comienzan con la despolarización", explicó a Newsweek el doctor Jed Hartings de la Facultad de Medicina de la Universidad de Cincinnati y miembro del equipo de investigación:"Nunca hemos tenido un método para diagnosticar la muerte cerebral y no disponemos de una manera de estar seguros de cuándo se pierde toda la capacidad de conciencia".
Si bien el estudio no tiene un efecto directo en los pacientes hoy en día, puede llevar a mejores procedimientos de diagnóstico y tratamiento en el futuro.
Los hallazgos pueden ser útiles para desarrollar estrategias y tratar el paro cardíaco y los accidentes cerebrovasculares.
También pueden añadir datos sobre el debate de la donación de órganos después de una muerte cardíaca, declarada entre dos y diez minutos después de que el corazón deje de latir