Lo bien disfrutado, aunque fuera breve, jamás se olvida.
Porque hay momentos cuyo recuerdo aún nos deleita, por aquellos besos atolondrados, aquellas caricias llenas de ganas y esas miradas que lo decían todo sin necesidad de palabras. Por los atardeceres infinitos, con el aire lleno de aromas enredados en tu memoria.
Son recuerdos a los que volver en secreto, y aunque el momento fuera fugaz, si nos hizo feliz, no tiene contarán como error.
Hay quien dice que la memoria en ocasiones actúa como un cachorro algo torpe.
Cuando le tiramos una pelota, nos devuelve cualquier cosa que encuentra por el camino.
El cerebro funciona con asociaciones, lo que nos devuelve del arcón de la memoria nunca es exacto y en ocasiones descarta muchos detalles para quedarse con la esencia, mientras en otros casos, embellece una escena con ornamentos que en realidad nunca ocurrieron.
No obstante, es agradable saber que si hay una cosa que le agrada, son los momentos felices.
Hay recuerdos que suspiran, poemas inscritos en miradas que ya son nostalgia y amores que, aunque breves, son como un perfume etéreo que aún perdura.
Los buenos recuerdos
Es importante tener en cuenta un detalle importante sobre los buenos recuerdos.
Lo disfrutado en un momento puntual de nuestras vidas, se integrará en nuestra memoria emocional de forma significativa solo si nosotros interpretamos dicha vivencia como trascendente y positiva.
Lo creamos o no, esto en ocasiones, no resulta precisamente fácil.
En especial si hablamos de relaciones afectivas.
Porque a veces, lo que fue breve trae consigo largas temporadas de lágrimas.
¿Cómo quedarnos entonces con lo «positivo» de estos momentos vitales?
Somos instantes
Somos instantes, momentos pasajeros y una sucesión de recuerdos.
Somos viajeros en el tiempo, en una fracción del universo en la que instalamos nuestra vida como si fuera durar para siempre.
Pero lo cierto es que somos fugaces, somos como huellas en la arena que las olas borran al momento.
Sin embargo, a pesar de ello, creemos que somos cemento.
Nos empeñamos en vivir instalados en el cuento de aquello que nos hiere y en el lamento de no tener lo que nos falta y nos olvidamos de vivir lo que tenemos.
Dejamos que el tiempo se escape sin pensar que nada es eterno, ni lo que amas ni lo que te hiere, porque en realidad somos una sucesión de momentos, somos instantes pasajeros.
Lo queremos todo al momento, no tenemos lugar para el respiro, todo es rápido, todo pasa y nada se disfruta.
En el mundo de la comida rápida, las citas exprés y los horarios repletos de citas de trabajo, hemos perdido la perspectiva del valor del tiempo, preocupándonos más por el sufrimiento que por el placer de las cosas simples vida.
Locos que no saben vivir el momento
Somos unos locos que no sabemos vivir el momento.
Preferimos ir deprisa mirando el suelo en lugar de disfrutar del lugar en el que estamos.
Preferimos correr para llegar a cualquier sitio en lugar de pasear y respirar lo que nos rodea.
Preferimos dejar que el tiempo se escape entre nuestros dedos que agarrar el momento con fuerza para vivirlo sin miedo.
Lo queremos todo deprisa porque siempre hay algo más importante, algo más allá que disfrutar del momento presente y nos olvidamos de disfrutar de lo que tenemos, porque nunca paramos lo suficiente como para darnos cuenta de ello.
Vivimos encerrados en un túnel del tiempo, un túnel oscuro con una sola luz al fondo que nos impide ver aquello que nos rodea y que nos empuja a ir ciegos hacia ese futuro incierto.
Psicópatas instalados en el sufrimiento
Por el contrario, cuando algo nos hiere, somos masoquistas instalados en el sufrimiento.
Nos sumergimos, casi con placer, en el dolor y nos abrazamos a la queja como si no hubiera nada más en el mundo que nuestros problemas.
Hurgamos, una y otra vez, en nuestras heridas rumiando y sin buscar soluciones.
Nuestras conversaciones se vuelven monótonas día a día porque paramos nuestros relojes en aquello que nos lastima.
Somos instante menos cuando sufrimos, entonces somos eternos y dañinos.
Si somos instantes, vivamos sin miedo
Por ello, es mejor recordarnos que si somos instantes, lo mejor es vivirlos plenamente y sin miedo.
Nosotros elegimos como pasar nuestros momentos.
Podemos decidir ver el vaso de agua medio lleno o podemos decidir que está medio vacío y ambas posturas son correctas, pero no debes olvidar que la forma más optimista, es la que más te hará disfrutar de la vida.
Hay que pensar que todo pasa, todo cambiay todo se puede modificar.
Podemos decidir cómo vivimos nuestras propias situaciones, tanto las buenas como las malas.
Podemos disfrutar de cada momento presente sin que se nos escape y podemos escapar del sufrimiento sin que nos atrape, pero aceptando ambos en su justa medida.
Tú decides como pasar cada instante, como colorear cada recuerdo y como aceptar cada momento
Tú vives tu vida y moldeas tu presente. Sólo tú puedes decidir disfrutar de cada paso del camino o aferrarte a tus miedos y no disfrutar de cada momento.
Lo disfrutado merece ser apreciado
Sonya Lyubomirsky es una reputada psicóloga de la Universidad de California especializada en el estudio de la felicidad y, por tanto, vieja conocida nuestra.
Con libros como “The myths of happiness” (los mitos de la felicidad) nos aporta un enfoque algo distinto del que es habitual dentro del propio campo de la psicología positiva.
Según esta autora, para alcanzar el bienestar y nuestro máximo potencial personal, hemos de dejar a un lado el pasado porque es irrelevante para el presente.
Para el aquí y ahora.
Si bien es cierto que podemos entender este enfoque, la verdad es que resulta muy complicado de poner en práctica.
Las personas somos recuerdos, somos el sabor de aquel primer beso, el olor del pastel que nos preparaba nuestra abuela y también somos todas esas lágrimas derramadas a escondidas en cada una de nuestras decepciones.
Por ello, antes de buscar “esa pastilla mágica” con la cual borrar los malos recuerdos, lo mejor es “reinterpretarlos”.
Lo disfrutado merece ser apreciado y lo lamentado merece ser visto desde otra perspectiva más integradora, más armónica.
Si un amor fue breve y te dejó desilusiones, quédate con lo vivido.
Si una persona te traicionó, quédate con lo aprendido. Si te has equivocado, no te alimentes del fracaso.
Solo tú puedes evitar que cuando llegue tu final quieras pedirle tiempo al tiempo por echar de menos aquello que no has hecho.
Nadie puede darle más tiempo al reloj, los instantes pasan, tú decides si los aprovechas o los dejas pasar. Cada segunda cuenta. Vive y no mires atrás, vive ahora o si no te arrepentirás.
Tuneado de los artículos aparecidos en www.lamenteesmaravilloa.es
Autor: Valeria Sabater / Lorena Vara