Cuando interactuamos con otras personas solemos creer que percibimos sus verdaderas emociones a través de la lectura de sus rostros.
De hecho, a pesar de que creemos que es la cara la que cuenta la historia, estamos normalmente leyendo algo muy diferente: el lenguaje corporal y las señales sociales.
Ese es el nuevo hallazgo contrario a la intuición de un estudio publicado en la revista Science.
Los investigadores de Princenton, de la Universidad de New York y de la Universidad Hebrea de Jerusalén presentaron a un grupo de voluntarios que participaron en el estudio, una serie de imágenes de personas en situación de extrema emoción, tanto positiva como negativa.
Las imágenes incluyeron jugadores profesionales de tenis que acababan de ganar o perder un punto en un partido importante, así como personas poniéndose un piercing en el pezón, e individuos en la agonía del orgasmo.

En algunas de las imágenes, los investigadores sólo mostraron a los participantes del estudio una cara; en otras, sólo un cuerpo, y en otras tanto el cuerpo como la cara.
Se podría pensar que sería obvio, a partir de una cara, distinguir si alguien se siente mal (con un pezón perforado) o si acaba de ganar el campeonato de Wimbledon. Pero resulta que no lo es.
Una montaña de información
“El hallazgo sorprendente fue que nuestros participantes no tenían ni idea de si la emoción era positiva o negativa, cuando estaban juzgando caras aisladas”, dice el autor principal del estudio, Hillel Aviezer de la Universidad Hebrea, en una respuesta por correo electrónico donde discutía los hallazgos.
“Por el contrario, cuando juzgaban el cuerpo (sin rostro), o el cuerpo con la cara, diferenciaban fácilmente las expresiones positivas de las expresiones negativas”.
Los resultados son doblemente sorprendentes, ya que los mismos participantes del estudio estaban convencidos de que eran capaces de reconocer las emociones de los rostros, no del lenguaje corporal o de las señales contextuales.
Agrega que lo que hacemos, por supuesto, es leer una gran cantidad de información emocional saliente cotidianamente de las caras – pero sólo en ciertas situaciones.
La fiabilidad de la transmisión, por ejemplo, parece romperse cuando las emociones son más fuertes.
La cara se contorsiona.
Podemos decir que algo importante ha sucedido, pero es difícil decir que algo es radicalmente positivo o devastadoramente negativo.
No solo la vista, también el oído
En el artículo, Aviezer y sus colegas compararon los músculos de la cara con un altavoz de audio.
A medida que el volumen se lleva al máximo, la calidad de la recepción se vuelve mala y el mensaje resulta más difícil de detectar.
Hay una analogía similar con las señales emocionales que escuchamos.
Sabemos que el sonido de la risa suave transmite alegría y un sollozo suave transmite tristeza.
Pero a la mayoría de nosotros nos resulta difícil distinguir un grito de alegría de un grito de miedo.
Dado que a menudo oímos sonidos sin otra pista contextual para explicarlos – por ejemplo, cuando son escuchados desde una habitación adyacente – tendemos a aceptar que no podemos distinguir emociones positivas de emociones negativas en ningún caso.
Pero casi nunca vemos rostros sin expresión corporal y un ambiente para acompañarlos.
Así que es posible que no nos demos cuenta de que la cara es menos informativa de lo normal cuando las emociones están en alto.
Buscando más “pistas emocionales”
Sin embargo, otra investigación publicada en Proceeding of the National Academy of Sciences ha demostrado que, aparte de los músculos, hay otro detalle capaz de revelar qué nos pasa por la cabeza.
Se trata de sutiles variaciones en el color de la cara en los alrededores de la nariz, la cejas, la barbilla o las mejillas.
Según sus resultados, las personas son capaces de identificar en los demás las emociones en el 75 por ciento de los casos solo por el color.
Estos resultados podrían tener implicaciones en del desarrollo de inteligencias artificiales, en la neurociencia e incluso en la evolución humana.
«Hemos identificado patrones de coloración facial que son únicos para cada emoción que hemos estudiado», dice en un comunicado Aleix Martínez, investigador en la Universidad del Estado de Ohio y coautor del estudio.
«No solo percibimos esos cambios en el color de la cara, sino que también los usamos correctamente para identificar cómo se sienten las otras personas, tanto si lo hacemos conscientemente como si no».
Tanto es así, que han podido elaborar un algoritmo de reconocimiento facial capaz de identificar las emociones humanas en el 90 de los casos, y una empresa para explotar este conocimiento: Online Emotion.
Su finalidad será usar este fenómeno en inteligencia artificial, tanto para reconocer emociones como para emularlas.
Cada emoción, un color
Según explica Martínez, los cambios de color se deben a sutiles y rápidas variaciones en el riego sanguíneo de la cara, y son activadas por el sistema nervioso.
Para llegar a estas conclusiones, los investigadores tomaron cientos de fotos de expresiones faciales y las separaron en distintos canales de color: así averiguaron que cada emoción tiene asociado un patrón de coloración, sin importar el género, la etnia o el tono de la piel.
A continuación, crearon composiciones de imágenes con patrones de color de una o varias emociones, y pidieron a 20 participantes que averiguaran qué emoción estaban sintiendo las personas de las fotografías: para ello, tuvieron que escoger de una lista de 18 emociones entre opciones como «triste», alegre», «tristemente enfadado» o felizmente sorprendido»
«La verdad es que las imágenes tenían un aspecto extraño», dice Martínez para referirse a los peculiares patrones de color exagerados en las fotografías. Pero, incluso a pesar de eso, «la gente acertó la mayoría de las veces».
La más evidente, la felicidad
Para Martínez, lo más llamativo es que el cerebro sea capaz de leer esa información en un instante.
Lo más llamativo es que percibieron la emoción, aunque no hubiera movimientos faciales, en algunos casos.
Por ejemplo, si vemos una capa entre amarillo y azulada alrededor de los labios, leemos «disgusto».
Cuando alguien sonríe, y si vemos un enrojecimiento en las mejillas y en las sienes, junto a un tono azul en la barbilla, interpretamos «felicidad».
Pero si la misma cara tiene más enrojecimiento en la frente y menos en la barbilla, interpretamos «sorpresa».
Entre todas las emociones, la felicidad fue la más sencilla de detectar. Los participantes acertaron al reconocerla en el 90% de los casos.
La segunda, la emoción «felizmente sorprendido», que fue adivinada en el 85.
En el otro extremo, los participantes en el estudio solo reconocieron las caras tristes en el 75% de los casos y las enfadadas en el 65.
Martínez sugiere que quizás el maquillaje no es una forma de parecer más joven, sino más feliz.
Por eso, llega a plantearse la oportunidad de crear maquillajes inteligentes para mostrar u ocultar ciertas emociones.
Debe estar conectado para enviar un comentario.