¿Qué es el estrés?
Un mecanismo que se activa básicamente como una necesidad biológica cuando hay algo que sentimos como una amenaza.
El cómo nos sentimos ante el estrés, no es agradable.
Pero experimentarlo, dice la neurociencia, no es malo.
Al contrario, nos ayuda a enfrentar una amenaza, es un mecanismo de adaptación que es bueno cuando efectivamente estamos bajo peligro.
Se trata de una respuesta intensa y efectiva, que hace que nuestra maquinaria biológica ande a mayor revolución.
En el cerebro, el proceso se inicia en la amígdala que activa el sistema central de respuesta al estrés, el eje hipotalámico-pituitario-adrenalcortical (HPA), compuesto por el hipotálamo, la glándula pituitaria y la corteza suprarrenal, que regula la hormona del estrés cortisol.
Si se eleva el cortisol, aumentan rápidamente los niveles de glucosa, se acelera la frecuencia cardíaca y aumentar el flujo sanguíneo a los músculos de brazos y piernas.
Son los mecanismos necesarios para hacer la “huida”. Pasado el peligro, el sistema funciona para que los niveles hormonales vuelvan a la normalidad.
¡Corre!
En una situación estresante la prioridad biológica es defenderse, y lo hace en base a los instintos primarios de correr o luchar.
Como consecuencia, todas las funciones cognitivas que normalmente se utilizan para resolver otras tareas, están en segundo plano.
Eso explica porque a la gente le cuesta trabajar, porque en un nivel de mucha ansiedad y estrés alto el cuerpo prioriza la necesidad de velar por su propio bienestar físico, y no el resto de las cosas que normalmente hacemos.
Así es como se manifiestan cambios en la irrigación sanguínea hacía los músculos.
Existe también más alerta en términos de sentidos, y se está más atento a lo que se escucha y ve.
Pero paralelamente, explica, disminuye la habilidad de memoria, de concentrarnos en lo que típicamente hacemos, que es quizás el deterioro más importante.
No es raro entonces sentirse desorganizado y olvidadizo cuando está bajo mucho estrés. Sus efectos debilitan de algún modo nuestra memoria, concentración, y atención.
Mucha gente se siente culpable porque no pueden concentrarse en una tarea.
Si nuestra prioridad es percibir el peligro y analizar cómo evitarlo, todo lo que no sea relevante para esa tarea queda de lado.
Otros efectos del estrés
El cerebro se vuelve altamente eficiente a efectos de ver cómo huimos, cómo nos escondemos o cómo peleamos
El estrés afecta no solo la memoria y muchas otras funciones cerebrales, provocando cambios en estado de ánimo y la ansiedad, sino que también promueve la inflamación, que afecta negativamente la salud del corazón.
Nuestra evolución hizo que ese instinto de supervivencia, que se activa, por ejemplo, al caminar por un bosque y ver la llegada de un león, se volviera una respuesta adaptativa necesaria.
Pero es adecuada durante un cierto plazo, porque uno no vive constantemente bajo amenaza, sino que nos enfrentamos a situaciones puntuales.
La cronicidad es el problema
El problema actual en nuestra sociedad de hoy es cuando ese estrés se convierte en algo regular o crónico.
Cuando uno habla de una situación puntual es un estrés agudo, y cuando habla de una situación de amenaza más permanente es un estrés crónico.
La situación que estamos viviendo ahora no es algo crónico, es algo muy intenso pero que lamentablemente tiende a cronificarse, lo que genera niveles de ansiedad muy grandes y hace que las personas tengan un nivel de estrés más alto y lamentablemente prolongado.
Cerebro estresado
El cómo se responde a eventos estresantes, es algo bastante variable en la población.
Hay personas que son muy resistente al daño del estrés, lo que se conoce como resiliencia.
Cuánto nos afecta el estrés y que tan permanente son las consecuencias de ese estrés prolongados, varía de una persona a otra. Hay quienes se identifican como muy afectadas. Precisamente estos son los que más autocuidado deben tener a la hora de buscar la mejor forma de reducir el estrés
Tampoco existe una caracterización de género en cómo se responde al estrés, porque las amenazas se producen de igual forma en hombres que en mujeres.
Quizás culturalmente hemos enseñado a la gente a responder de forma distinta, a que las mujeres verbalizan más sus estados emocionales que los hombres, pero no necesariamente por una diferencia biológica, sino porque es parte de nuestra cultura.
Primeras recomendaciones
Verbalizar, de todos modos, es beneficioso porque la verbalización y la interacción reducen el estrés al permitir a la persona sentirse acogido y parte de una comunidad.
Al compartir una situación, el hecho de sentirse que uno es parte de un grupo disminuye notablemente la ansiedad, en cambio, cuando uno se siente mal y además sólo, la sensación negativa se acentúa.
En este sentido, nuestra mejor recomendación es mejorar la interacción personal e incrementar nuestras rutinas orientadas a compartir en comunidad.
Anticiparse a situaciones estresantes reduce su impacto en nuestra salud. Pero, es de justicia reconocer que no siempre se puede.
Por eso, la recomendación de los profesionales de salud mental es propiciar periodos de desconexión, o prodigar las actividades en las que se tenga la oportunidad de vivir tranquilo.