Las expectativas: ¿aliadas o enemigas?

Cuando dejas de esperar tu vida cambia Una de mis tareas diarias desde hace ya algunos días consiste en pretender liberar la conciencia de mis promesas eternas y lo que su existencia pueden llegar a generar en mi vida. Me di cuenta de que empleaba una gran cantidad de energía a la hora de “verme” en la situación futura que deseaba. Me concentraba demasiado en el mañana. Tomé entonces la decisión de dejar de vivir esperando y no poner tantas expectativas en esperar algo de mí. En cuanto tomas esta decisión tu corazón respira aliviado y tu alma comienza a vivir verdaderamente. En general, nos centramos en el “cómo tenemos que vivir”, sin darnos cuenta que solo por eso nos condicionamos y en realidad no vivimos. Encarcelamos nuestra alma y la robotizamos. Así, un día decidí detener los pensamientos acerca de mi persona, de lo que yo misma esperaba de mí, de todas mis ilusiones. Decidí dejar de crear mis propias expectativas y vivir en ellas continuamente… para centrarme en lo que sucedía a cada momento y poder disfrutarlo, en lugar de estar esperando. Deja de esperar algo de los demás Decidí, por lo tanto, dejar de esperar algo de los demás. Que las personas de tu alrededor te valoren, que tu pareja te entienda, que tú misma te entiendas y que los demás confíen en ti, en tu potencial y en tu saber hacer… no siempre es tarea fácil. Aprendí que lo más importante es que yo crea en mí misma y que cuando hago algo no es para esperar nada a cambio, sino porque realmente me apetece. No esperes el dinero en tu día a día Durante mucho tiempo, me concentraba en conseguir elevadas cantidades de dinero como compensación a las grandes oportunidades de trabajo que esperaba con mucha ilusión. Me di cuenta que, cuanto más anhelaba lo material, menos me satisfacía lo conseguido y más lejos se situaba la meta deseada. Entonces acepté de buen grado lo que ya tenía y que no necesitaba más para sentirme bien conmigo mismas o ser feliz. Me di cuenta que no estaba disfrutando ni saboreando lo que en esos momentos tenía, porque lo único en lo que ponía el foco era en el futuro; en cuando tuviese más y ganase más… realmente perdía el tiempo más importante, el instante presente. Deja de esperar que todo sea perfecto ¿Para qué esperar que todo sea perfecto? En realidad, pensando así me di cuenta que no estaba sintiendo mi verdadera paz interior. Aquella que todos nosotros tenemos alojada en nuestra alma y corazón por nacimiento. Nuestra esencia y regalo como seres humanos que somos, únicos y extraordinarios. Cuando dejas de esperar que todo sea perfecto, dejas de depender del entorno para sacar a la luz tu verdadero poder, la serenidad y tu equilibrio interior. Lo que nada ni nadie podrá alterar jamás… La perfección no existe, yo me cansé de ir en su busca. No pienses en el día de mañana Cuando nos sucede esa forma de percibir la realidad es porque tenemos miedo de no poder superar aquello que tememos y puede que suceda. Entonces comencé a decirme a mí misma: “pasará lo que tenga que pasar”. Todos tenemos planes. Yo misma tengo metas increíbles, pero cuando valoras tu vida bajo este lema percibes en realidad las grandes oportunidades que ésta tiene para darte. Y tus planes se convierten en poco ambiciosos. Hay algo que ahora tengo claro y es que las expectativas coartan mi energía y focalizan mi realidad en tan solo un par de caminos u opciones. Estas posibilidades, además, suelen ya estar en tu mente. Tu energía se bloquea entonces pensando únicamente el “cómo” en lugar del “para qué”. Y eso es un grave error. Siempre estaba esperando algo. Mi mente creaba una cadena de eventos que yo quería que pasaran en mi vida, y por lo tanto mi cabeza siempre estaba trabajando bajo presión para seguir cumpliendo con mis expectativas y no olvidarme de nada. Mi cuerpo estaba siempre en constante funcionamiento preguntándome qué tenía que suceder y que cosas podía llevar a cabo para conseguir aquello que ansiaba. Y todo porque no sabía a ciencia cierta cómo lograr aquello que realmente estaba esperando de mí misma. Me cansaba física y emocionalmente en exceso. Era como prepararme para una maratón que me decepcionaba y se llevaba un cachito de mi vida. Y es paradójico: el propio proceso para conseguir lo que más deseaba, se llevaba parte de mi energía vital. Incongruente, ¿no crees? Pero ¿sabes lo más gracioso? Cuando dejaba de pensar en esa cadena mecánica, comenzaban a suceder respuestas e ideas excepcionales que me permitían conseguir las cosas de forma más simple. Y disfrutando. Después de cuadrar todos los puntos anteriores en mi mente, y llegar al acuerdo conmigo misma sobre qué era lo que mi alma necesitaba y mi corazón anhelaba, mi vida comenzó a llenarse de nuevos regalos que venían por su propia cuenta. Comencé a valorar lo que antes no apreciaba, lo que la vida me estaba regalando. Y ahora, para finalizar, es cuando te cuento el secreto de que todo se resume en que decidí dejar de controlar mi vida y dejar de empeñarme en averiguar cómo iban a suceder las cosas. Que todo lo que sucede al ritmo que acontece es porque tiene su propio tiempo, inalterable y simple. Entonces es cuando podemos apreciar cómo sentir la vida y cómo fluir sin esperar nada, solo vivir y ser tú mismo verdaderamente. Tomado de La Mente es Maravillosa Autor: Paula Díaz