Lagom: El secreto sueco de la felicidad

La escritora y bloguera Lola A. Akerström desgrana en su libro “Lagom” las claves del buen vivir, esas que, seguramente, ayudan a que Suecia se mantenga entre los diez primeros países más felices del mundo en cada edición del World Happiness Reports, un informe que elabora la ONU anualmente.

«Diríamos que la esencia de este término reside en la búsqueda del sumo equilibrio vital, que, aplicado a todos los aspectos de la vida, puede ayudarnos a actuar en un estado de máxima naturalidad y mínimo esfuerzo».

A la búsqueda del equilibrio

El término se ha integrado en todos los ámbitos de la cultura sueca y se manifiesta hasta, por ejemplo, en la cocina.

«No es elitista, pero tampoco simple. No usa demasiadas especias, pero tampoco pocas. Sin comer demasiado, pero tampoco poco...», intenta aclarar Margareta Schildt Landgren, autora de numerosos volúmenes de cocina.

Ocurre igual con el café. «Al haber tanta gente a quien le cuesta decidirse entre las mezclas suaves y las fueres, tendemos colectivamente hacia la media. Ni demasiado fuerte, ni demasiado suave».

Siguiendo con la exposición de Akerström, lagom se expresa también en ese grado de egoísmo que nos garantiza que se cumplan nuestros ideales individuales, pero sin faltar el respeto a nadie.

O en una actitud minimalista ante la belleza personal y la decoración, animando a elegir las compras de una forma lógica y práctica.

«La idea es encontrar nuestra simetría y que vivamos bien eliminando los factores de estrés que nos rodean para crear calma y paz.

Que abramos la puerta a la armonía, evitando el desorden y llegando a un equilibrio entre lo práctico y los recuerdos por los que sentimos afecto», explica la autora.

Ejemplo de ello son las antiguas casas de la localidad de Falun, pintadas de un rojo intenso, el color más barato y también más acogedor que pudo encontrarse en la época.

Solo quien tuvo más dinero pintó su fachada de amarillo o de blanco, pero más vistosidad no estaba permitida.

Quien aplica lagom en su vida social, consigue que la seriedad y el placer se enriquezcan mutuamente y entiende que el mejor negocio es aquel en que ambas partes salen ganando.

La contención en el modo de hablar

Otro ejemplo de lagom lo encontramos en la forma en la que nos expresamos.

Mejor callar que decir obviedades, lo que lleva a momentos de silencio de gran comodidad para los suecos, pero desquiciante para alguien ajeno a su cultura.

¿Lo mejor, entonces, es lagom? ¿Es esto lo que queremos para nuestras vidas?

Aunque este principio esté recorriendo el mundo, no todo el mundo lo acepta con los brazos abiertos.

«Ni siquiera los suecos», apostilla la autora.

Burbuja bucólica

Buena parte de la juventud sueca está tratando de quitarse de encima estos preceptos, que juzga mediocres y aburridos, porque frenan sus aspiraciones.

Incluso los adultos han empezado a cansarse de la restricción que comporta.

Estrellas suecas como el futbolista Zlatan Ibrahimovic o la cantante Zara Larsson no tienen ningún empacho en exhibir su talento al mundo con orgullo y sin ninguna contención lagom.

El psicólogo Juan Moisés de la Serna ironiza sobre ello y dice que todo esto del equilibrio, la moderación y orden está muy bien.

«Pero ¿cuál es la razón de que, a pesar de conocer el secreto de la felicidad, su tasa de suicidio esté muy por encima de los países del centro y del sur de Europa?

¿Y por qué las personas cuando se jubilan, en lugar de quedarse en esta tierra idílica, prefieren las costas mediterráneas?».

Se pregunta también si el lagom es posible fuera de esta burbuja bucólica que es Suecia, un país privilegiado con una densidad aproximada de 20 personas por kilómetro cuadrado donde todo el mundo tiene la oportunidad de vivir con la mejor salud posible porque el Gobierno lo considera como un derecho básico de bienestar.

De la Serna no niega que sea un modelo atractivo, similar al del budismo, como generador de dicha, pero él plantea esa felicidad razonable desde la neurología, independientemente de cómo lo llamemos.

«Una vez que conocemos los mecanismos cerebrales que rigen nuestra felicidad, qué hacer para alcanzarla depende solo de cada cual.

Uno la puede sentir con una puesta de sol a solas y otro tomando un chocolate con churros en compañía».

Serenar la mente

El filósofo Luis Castellanos, experto en el manejo de las palabras y autor de libros como «La ciencia del lenguaje positivo», sí cree que la felicidad debe tener un lenguaje especial, una palabra que elegimos para contar nuestras historias, escribir nuestros recuerdos y describir cómo queremos que sea nuestra vida.

«No está en el camino, ni es un objetivo para alcanzar. Son las palabras con las que elijo vivir cada momento, interpretar cada instante o sentir cada acontecimiento. Es el poder del lenguaje para crear una buena historia de vida».

En lugar del lagom como principio recto de su bienestar, el pensador ha encontrado «beriozka», una palabra que en ruso significa «andar erguido».

Dice que reconoció su poder paseando entre las localidades vascas de Getaria y Zarautz en un momento vital trágico y decidió convertirla en su particular filosofía de vida, la cuna de esa felicidad en su punto óptimo y el árbol de sus historias.

«Beriozka –dice– es la forma de mi lenguaje, el secreto para vivir más tiempo feliz y para dominar creativamente el espacio y el tiempo.

Es una palabra espiritual que dice cómo quiero caminar por la vida, cómo quiero comer alrededor de una mesa con los míos o cómo quiero ir de pinchos».

La felicidad es un fenómeno íntimo

Desde la psicología, Pedro Moreno acepta cualquiera de estas palabras para dar con ese nivel de felicidad razonable siempre que pase por reconocer que la vida es un cambio continuo y que finalmente es la mente la que reacciona ante cualquier circunstancia dando forma a ese arte de serenar la mente ante la adversidad.

Para él el punto óptimo de la felicidad es la grata satisfacción.

Y ahí lo deja.

«Nada que ver con un estado de éxtasis místico o exultante. Ni tampoco con los mensajes con los que nos bombardean en la sociedad poniendo el mayor énfasis en el dinero, el amor, la fama y la salud».

Le sirven de ejemplo las palabras de Jim Carrey, un actor de comedia célebre y rico: «Creo que todo el mundo debería ser millonario, famoso y hacer todo lo que siempre ha soñado. Así podrían darse cuenta de que esa no es la respuesta».

No es sueco, pero escuchándolo da la impresión de que ha aprendido mucho del lagom.

El lagom paso a paso

Si usted quiere adentrarse en esta filosofía deberá seguir lo siguientes pasos: escuchar más y hablar menos, consumir de manera sostenible, ética y local, así como comer cuanto queramos... con moderación.

De acuerdo con nuestras necesidades y deseos, pero sin severas restricciones ni excesos.

Es también parte del lagom empezar el día sin manías, simplificando las rutinas y también el desayuno.

Y permitirse varias pausas (fika) al día para seguir procesando el día desde el equilbrio.

Este «modus vivendi» aconseja también mantener la mejor salud posible.

Los suecos disfrutan de un sistema de sanidad y odontología muy subvencionado, por ejemplo.

Es clave relajarse, reducir los puntos de estrés y desintoxicar el cuerpo, así como practicar ejercicio regular, pero sin sobresaltos y sin sentirlo obligación.

Debe evitar el desorden en casa y equilibrar la funcionalidad con lo emocional.

Por cada cosa que entra, sale otra.

Y en último lugar, en relación con el hogar, debe buscar siempre la luminosidad y seguir las 3R (reutilizar, rellenar y reciclar).

Tomando la idea de nuestro gran filósofo cordobés Séneca, la felicidad debería ser tan simple como no tener que pensar en ella.

Los suecos lo saben y han encerrado en una palabra el secreto de la buena vida: «lagom».

¿Estás preparado para adentrarte en el mundo lagom?

Tuneado de un artículo publicado en La Razón
Autor: Marian Benit