La Re Evolución de la escucha

Después de más de 12 años utilizando la música para el desarrollo de equipos y personas, hace unos meses comprendí que la cualidad más importante y transformadora de la música, es que nos enseña a escuchar. Se trata de un descubrimiento sencillo, pero enormemente significativo.

La música nos enseña a escuchar mejor tanto a a nosotros mismos como a los demás.

De puro sencillo parecería obvio.

Por una sencilla razón: si no escuchamos no suena bien y cuando lo hacemos, se produce el milagro, surge la emoción y la creatividad.

Al escucharnos, nos adaptamos en aquellos matices que producen la diferencia: nos afinamos mejor, reaccionamos mejor a las dinámicas, a los cambios de ritmo, …

Como decía Mahler, “En la partitura está todo escrito menos lo esencial”.

Pero es que, además, en la era del cambio y la transformación es justamente la dimensión generativa de la escucha la que nos permite ser motores, co-creadores de aquello que detectamos como esencial en cada momento.

Una sociedad que no escucha, una organización o un equipo en los que nadie escucha, están inevitablemente abocados al conflicto y al fracaso, igual que un grupo musical en el que nadie escucha y todos quieren sonar más fuerte solo puede sonar mal.

La cuestión de la escucha y su transferencia en equipos de trabajo está resultando una verdadera re-evolución a la vista de los maravillosos resultados.

¿Qué es escuchar?

Según la R.A.E. escuchar es “prestar atención a lo que se oye”.

La definición es sencilla. Si la planteamos en su sentido más amplio (no solo auditivo), podríamos quedarnos con un simple “prestar atención”, porque en definitiva es la calidad de nuestra atención la que determina la calidad de nuestra escucha.

Sin duda podemos encontrar otras definiciones que profundizan aún más en la cuestión de la atención.

La primera definición no oficial es “la capacidad de no dar nada por hecho”.

No dar por hecho

No dar nada por hecho en realidad es imposible, pero dar menos cosas por hecho sí es posible y contribuye definitivamente a nuestro bienestar, pues está en el centro de nuestra capacidad para reconocer y agradecer.

Un buen ejemplo se produce cuando sabemos que podemos perder a una persona querida, entonces empezamos a no dar por hecho que la tenemos cerca.

Esto nos llevará a reconocer el valor de tenerla cerca.

Y el agradecimiento es la base de una verdadera escucha profunda.

Un músico capaz de agradecer desde la primera a la última nota que toca suena distinto, disfruta y hace disfrutar.

El “No-dar-por-hecho” es también perfectamente aplicable a cuestiones más cotidianas.

Muchos malentendidos vienen de nuestra espectacular tendencia a dar por hecho detalles fundamentales, lo que en algunos casos puede llegar a tener consecuencias fatales o muy costosas para nuestras relaciones profesionales y personales.

Al “no dar por hecho” se establecen adecuadamente nuestras prioridades vitales y por tanto la adecuación de nuestras acciones a lo que realmente queremos y buscamos (si es que previamente nos hemos escuchado a nosotros mismos para entender qué es lo que realmente queremos y buscamos, porque escuchar empieza por uno mismo).

Priorizar

Otra definición de escuchar aparece al priorizar nuestros focos de atención, ya que vivimos en un entorno de mucho ruido, múltiples canales, informaciones cruzadas y en ocasiones contradictorias, sobresaturación, y de nuestra capacidad para priorizar nuestra atención, dependerá el impacto de nuestras acciones.

Dicho de otra manera, escuchar también es dar importancia a lo que verdaderamente es importante.

Imaginemos por un instante nuestra capacidad de atención como una antena que capta señales y que las transmite a nuestra consciencia.

La podemos enfocar hacia nosotros mismos, cómo nos sentimos, física y mentalmente o afectiva, emocional y espiritualmente.

La podemos enfocar a los demás, nuestros seres queridos, los miembros de nuestros equipos de trabajo, nuestros clientes, las personas con las que interactuamos.

La podemos dirigir hacia nuestro entorno, el mundo en que vivimos, la justicia, la solidaridad, la sostenibilidad, el mundo que quisiéramos contribuir a construir.

De la armonía y coherencia entre estos 3 ámbitos de escucha (uno mismo, los otros y el entorno) depende la integración de la persona y su bienestar, pero no existe una fórmula secreta para lograrlo, tan solo la toma de consciencia y mejora continua.

Orientación

Por otra parte, lo que determina la calidad de la señal es la amplitud de su apertura y nuestra capacidad para dirigirla.

Es decir, esa antena, cuando no se educa, por defecto se dirige en una u otra dirección dejando muchos puntos ciegos, negándonos información que podría ayudarnos a mejorar la calidad de nuestras decisiones.

En otras palabras: tendemos a dirigir nuestra atención hacia dónde nos resulta más cómodo, no nos vaya a obligar a cambiar nuestros puntos de vista.

Tendemos a sentirnos cómodos leyendo los diarios que reconfirman nuestra manera de pensar, viendo aquello que no nos gusta de las personas que nos caen mal o aquello que nos gusta de aquellas que nos caen bien…

Esto es algo muy común: nos cuesta salir de nuestra zona de confort, de nuestro discurso.

Educar nuestra escucha

Otto Sharmer, profesor titular en el Instituto de Tecnología de Massachusetts y creador de la “Teoría U”.

En su libro “Teoría U” propone que la calidad de los resultados que creamos en cualquier sistema social es resultado de la calidad de la conciencia y la atención desde la que operan los participantes en el sistema.

El autor plantea, además de la escucha por defecto, otros 3 niveles de escucha graduales que resultan especialmente acertados y que nos remueven de nuestros aparentes límites habituales:

  • Escucha de los hechos (no dar por hecho los hechos): al escuchar los hechos completos que rodean una situación, adquirimos la información necesaria para poder cambiar nuestro punto de vista.

No obstante, esta escucha no nos moviliza suficientemente para salir de nuestra zona de confort, como mucho nos llevará a los límites de la misma.

  • Escucha empática (no dar por hecho cómo están y cómo piensan los demás): somos capaces de ponernos en el lugar del otro, acompañarle, ir a su ritmo, comprender sus dificultades, necesidades, emociones, ilusiones…

Salimos de nosotros mismos sin juzgar a los demás. Requiere de especial humildad. Salimos de nuestros límites al encuentro del otro. Generamos confianza y se despiertan las emociones.

  • Escucha generativa (no dar por hecho que las cosas no pueden cambiar): somos capaces de escuchar a los demás y a nosotros mismos en un estado de apertura y creatividad en el cual generamos algo nuevo que emerge del futuro que juntos anhelamos.

El resultado no es solo mío o de los demás, es de todos.

Este tipo de escucha requiere de un espacio que solo se puede dar desde la confianza, por eso es un paso posterior a la escucha empática.

La necesidad de formación

La escucha generativa es probablemente el ideal al que debería aspirar cualquier equipo humano, pues de ella emergerán fluidamente las acciones que transformen las organizaciones y nuestra sociedad en su conjunto.

En este sentido, debemos seguir avanzando en una adecuada formación, así como en la puesta en valor de líderes y modelos de comportamiento que muestren la importancia de esta competencia transversal.

Las organizaciones que se comprometan con esta transformación sin duda comprobarán en sus resultados e impacto la contribución determinante a la efectividad, a la flexibilidad creativa y al bienestar personal que supone esta re-evolución de la escucha.