Psicología de la Salud

Como la mayor parte de los conceptos generales como paz, justicia y libertad, el de la salud presenta enormes dificultades en cuanto a su definición.

Una de las definiciones de salud más extendida en nuestra sociedad es que la salud es la ausencia de enfermedad.

En 1974, la Organización Mundial de la Salud (OMS) propuso una definición de salud en la que se contemplan tres dimensiones: “la salud es el completo bienestar físico, mental y social y no simplemente la ausencia de dolencias o enfermedades”.

El problema de dicha definición radica en explicar qué es el bienestar de un individuo.

Una vez que comenzaron a realizar intervenciones clínicas a partir de la Segunda Guerra Mundial, y conforme se iba consolidando el campo de la psicología clínica y de la salud mental, los psicólogos se percataron de que en ocasiones los problemas “mentales” tienen concomitantes de tipo físico.

Asimismo, la medicina iba paulatinamente asumiendo esta idea, favoreciéndose con el tiempo el que se superase en parte la dicotomía físico-mental o mente-cuerpo planteada por Descartes.

Definición

La aparición de las técnicas de modificación de conducta y todo un movimiento psicológico a partir de la misma permitieron en unos años este cambio y esta asunción que desembocaría en la aparición de la medicina comportamental y de la Psicología de la Salud.

La Psicología de la Salud se puede definir como “el campo de especialización de la Psicología que aplica los principios, las técnicas y los conocimientos científicos desarrollados por ésta a la evaluación, el diagnóstico, la prevención, la explicación, el tratamiento y/o la modificación de trastornos físicos y/o mentales o cualquier otro comportamiento relevante para los procesos de la salud y enfermedad, en los distintos y variados contextos en que éstos puedan tener lugar”.

Aportaciones de la Psicología de la Salud

Entre las principales aportaciones de la Psicología de la Salud encontramos:

  1. Promoción de estilos de vida saludables.
  2. Prevención de enfermedades: modificando hábitos insanos asociados a enfermedades (por ejemplo, el tabaco).
  3. Tratamiento de enfermedades específicas como pueden ser la diabetes, el intestino irritable, el cáncer, el sida, ... En estos casos, los psicólogos trabajan junto a otros especialistas de la salud, combinando los tratamientos médicos habituales junto con los tratamientos psicológicos.
  4. Evaluación y mejora del sistema sanitario.

Evolución de la Psicología de la Salud

Cuando las personas se refieren a la salud, generalmente piensan sólo en los aspectos físicos, raramente en los aspectos psicológicos y conductuales asociados también a la misma.

Hoy también debemos considerar sus aspectos sociales, económicos, culturales y espirituales.

Desde el siglo XIX el modelo principal de la salud y la enfermedad ha sido el modelo biomédico, que explica la enfermedad en términos de parámetros físicos y la biología molecular es su disciplina científica básica.

El modelo biomédico implica que las cuestiones psicosociales no son responsabilidad de los médicos.

La noción de que la enfermedad era causada por un patógeno específico estimuló el desarrollo de las drogas sintéticas y la tecnología médica y suscitó el optimismo que muchas enfermedades podrían ser curadas.

Sin embargo, el punto de vista de que una enfermedad se encuentra en un agente específico ha dado al campo médico una perspectiva que se focaliza más sobre la enfermedad que sobre la salud.

Además, este modelo médico define la salud exclusivamente en términos de ausencia de enfermedad.

Nueva aproximación

Aunque el modelo biomédico de enfermedad ha predominado, unos pocos médicos han comenzado a defender una aproximación holística a la medicina, esto es, una aproximación que considera los aspectos sociales, psicológicos y fisiológicos.

Durante el último cuarto del siglo XX más médicos, muchos psicólogos y algunos sociólogos incluso, han comenzado a cuestionarse la utilidad del modelo biomédico.

Desde hace dos décadas ha comenzado a emerger un modelo alternativo que no sólo incorpora factores sociales, sino que también incluye los psicológicos y los sociales.

Este modelo se ha acuñado con el nombre de modelo biopsicosocial, en que la salud es vista de nuevo como una condición positiva.

En la actualidad, existe multitud de evidencia de que nuestra salud está profundamente influenciada por nuestra conducta, pensamientos y relaciones sociales.

Nuestra conducta (hábitos saludables, buscar cuidados médicos, obedecer las recomendaciones de los médicos, …) tiene un efecto inmenso en nuestra salud.

Por ejemplo, un hábito como el de fumar es el responsable de un 12% a un 15% de las muertes de los países avanzados, un 30% de todos los cánceres, junto con una importante morbilidad.

Los estados psicológicos influyen en nuestra salud

Nuestros sentimientos y emociones pueden tener efectos positivos o negativos en nuestro bienestar físico.

Sentimientos de ser amados y apoyados por otros pueden ayudarnos a tratar con situaciones estresantes.

Diversas intervenciones pueden reducir el dolor y sufrimiento experimentados tras una operación y acelerar el proceso de curación.

El estado psicológico con más claros efectos negativos en nuestra salud es el estrés, habiéndose asociado a una gran variedad de efectos negativos sobre la salud, extendiéndose desde la enfermedad cardíaca coronaria al cáncer y la supresión del sistema autoinmune.

El enfoque biopsicosocial y la Psicología de la Salud

Cierto tipo de problemas, en concreto las enfermedades crónicas debidas a causas múltiples (factores psicológicos, sociales, culturales y medioambientales), requieren un manejo diferente del que se da a los estados mórbidos agudos, cuya principal característica es la de ser producidos por agentes patógenos específicos.

El modelo biomédico presenta numerosas lagunas en cuanto a la conceptualización de los estados crónicos.

Este modelo asume que la enfermedad puede ser explicada en términos de variables biológicas mensurables; la conducta social no tiene cabida en el mismo o, en su extremo, que las anormalidades conductuales se reduzcan a procesos somáticos, biomédicos o neurofisiológicos.

Muchos teóricos han apoyado la idea de que es necesario un nuevo modelo si se quiere progresar en la comprensión y el control de la enfermedad.

Engel planteó un modelo alternativo al biomédico, el modelo biopsicosocial, y apoyó su alternativa en argumentos sólidos, aunque no describió con detalle el mismo.

Planteó hipótesis sobre la importancia de considerar los factores psicológicos, sociales y culturales junto a los biológicos, como determinantes de la enfermedad y su tratamiento: “El modelo médico debe tener en cuenta al paciente, el contexto social en el que vive y el sistema complementario utilizado por la sociedad para tratar con los efectos perjudiciales de la enfermedad, esto es, el papel del médico y el sistema de cuidados de la salud”.

La relación salud – comportamiento

No cabe duda de que el factor más decisivo en ese nuevo enfoque en el campo de la salud ha sido el que las principales causas de muerte ya no son las enfermedades infecciosas, sino las que provienen de estilos de vida y conductas poco saludables.

Hoy casi ningún profesional de la salud duda del impacto de nuestra conducta diaria en la salud y en la enfermedad.

En la actualidad hay evidencia más que considerable de que las causas de la enfermedad radican en la conducta y el estilo de vida del individuo.

Las expectativas de vida se han incrementado notablemente, como consecuencia de las mejoras en la salud pública y en el cuidado médico.

Sin embargo, en la actualidad los patrones de morbilidad y mortalidad difieren considerablemente de los de comienzo del siglo XX.

En 1900, la neumonía, la gripe y la tuberculosis eran tres de las cuatro principales causas de muerte.

Sin embargo, en 1988 las tres principales causas de muerte fueron la enfermedad coronaria, los ataques fulminantes y el cáncer, dolencias que se deben en parte a la conducta y estilo de vida del sujeto.

Por ejemplo, a principios de 1990, aproximadamente el 38% de las muertes eran debidas a la enfermedad coronaria y el 7% a los ataques, esto es, el 45% de las muertes eran debidas a enfermedades cardiovasculares.

El cáncer daba cuenta del 22,5% de todas las muertes y los accidentes, del 4,5%, o lo que es lo mismo, más del 70% de todas las muertes son consecuencia de las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, los accidentes y el SIDA, enfermedades estrechamente vinculadas a las conductas y estilos de vida de los individuos.

Patógenos y los inmunógenos conductuales

Los patógenos conductuales son aquellas conductas que hacen al individuo más susceptible a la enfermedad, por ejemplo, fumar, beber alcohol,…., principales causas de muerte y factores de riesgo asociados.

Los inmunógenos conductuales son aquellas conductas que reducen el riesgo del sujeto a la enfermedad.

Uno de los mejores ejemplos de inmunógenos conductuales nos lo proporciona un amplio estudio realizado en Estados Unidos (EEUU), con una muestra de 7000 personas seguidas a lo largo de nueve años y medio donde se encontró una asociación muy estrecha entre la longevidad y siete conductas de salud a los cinco años y medio y a los nueve años y medio:

1) dormir de 7 a 8 horas;

2) desayunar casi todos los días;

3) tres comidas al día, sin picar entre ellas;

4) mantener el peso corporal dentro de los límites normales;

5) practicar ejercicio físico regularmente;

6) uso moderado del alcohol o no beberlo; y,

7) no fumar.

Promoción de la salud y la calidad de vida

La promoción de estilos de vida saludables implica conocer aquellos comportamientos que mejoran o socavan la salud de los individuos.

Se entiende por conductas saludables aquellas acciones realizadas por un sujeto, que influyen en la probabilidad de obtener consecuencias físicas y fisiológicas inmediatas y a largo plazo, que repercuten en su bienestar físico y en su longevidad.

En la actualidad, se conoce un número importante de comportamientos relacionados con la salud entre los que destacan como los más relevantes: La práctica del ejercicio físico, mantener una nutrición adecuada, el desarrollo de un estilo de vida minimizador de emociones negativas y no olvidar observar la adecuada adherencia terapéutica establecida por el profesional que cuida de tu salud.