La Neurociencia aplicada al proceso de mediación

La Neurociencia, es la ciencia que se dedica al estudio del sistema nervioso, permitiendo avances en la comprensión del pensamiento, las emociones y el comportamiento.

En este post, voy a tratar de describir la forma en la que podemos aplicar algunos hallazgos recientes en neurociencias, a algunas situaciones comunes en un proceso de mediación.

El mediador actúa como un motor para el cambio en el pensamiento y la conducta de las partes envueltas en el conflicto.

Crea una serie de cambios a través de las preguntas que va formulando a lo largo de las sesiones.

Cuando el mediador hace una pregunta, hace responsable a la persona que tiene que responder, de esta forma mantiene el poder de las partes y los prepara para la toma de decisiones.

El lenguaje en general y la formulación de preguntas en particular, son herramientas fundamentales para un mediador.

Es por ello que desafiarnos a nosotros mismos y encontrar nuevas formas de hacer preguntas es fundamental para nuestro trabajo como mediadores.

Tener conocimientos básicos de cómo funciona el cerebro humano, cómo percibe los acontecimientos, cómo se desarrollan los procesos emocionales y cognitivos y qué partes de nuestro cerebro están implicadas en la toma de decisiones, resulta un área de conocimiento bastante relevante, que nos puede facilitar herramientas de utilidad para aplicar durante el proceso de mediación.

Los hallazgos ofrecidos por la neurociencia nos aportan información valiosa sobre cómo nuestros pensamientos, sentimientos y comportamientos están implicados de forma directa en el ciclo de desarrollo y resolución de un conflicto.

En este contexto, los neurocientíficos, están explorando el papel central de las inteligencias emocionales y sociales en la toma de decisiones, negociación y resolución de conflictos.

El secuestro emocional

Para simplificar, podemos afirmar que tenemos tres formaciones o cerebros independientes, el racional o neocortex, el emocional o límbico y el reptiliano.

Los tres cerebros están interconectados a nivel neuronal y bioquímico y trabajan juntos para apoyar las inteligencias múltiples, de manera que tienen implicaciones importantes para las personas en conflicto.

Las emociones son un aspecto integral de la llamada toma de decisiones “racionales”.

Todas las decisiones a nivel cognitivo se hacen en un contexto emocional.

El pensamiento racional implica el aporte de los cerebros racional y emocional, que pasan mucho tiempo conectados y trabajando juntos.

De hecho, es el cerebro emocional el que nos permite tomar decisiones inteligentes con rapidez, ya que busca en su base de datos de experiencias anteriores.

Si tuviéramos que confiar únicamente en nuestro cerebro racional (neocórtex), tardaríamos una eternidad para tomar decisiones simples, debido a que el cerebro racional tendría que seleccionar a través de todos los datos disponibles sobre un asunto concreto, y meticulosamente sopesar las ventajas y desventajas de cada opción.

Por lo tanto, los procesos emocionales y cognitivos no pueden ser separados los unos de los otros, ya que se producen de forma simultánea.

Las emociones están presentes siempre y son cruciales para la toma de decisiones inteligentes y para conseguir buenos resultados.

Sin embargo, también pueden provocar el efecto contrario.

Una situación de enfrentamiento puede desencadenar emociones negativas que inhiben nuestra capacidad para hacer frente a los conflictos de una manera constructiva.

Cuando estamos enfrascados en un conflicto, se producen cambios en nuestro cableado neuronal y a veces no somos capaces de comportarnos de manera racional.

Lo que sucede es que la amígdala, núcleo cerebral encargado de hacer que la toma de decisiones se produzca con las aportaciones de los diferentes centros cerebrales, se bloquea.

Esto puede ocurrir cuando estamos nerviosos, estresados o en una situación conflictiva.

Nuestra amígdala puede quedar bloqueada, de modo que se interrumpe la comunicación entre las diferentes partes de nuestro cerebro, sobre todo el emocional y el racional.

Cuando estamos en un estado defensivo, de miedo, en conflicto, la información entra al cerebro emocional, pero se interrumpe el acceso al cerebro racional.

Esto se conoce como secuestro emocional o inundación emocional.

Durante una mediación, la fase de recapitulación de la historia que tienen que llevar a cabo las partes, puede provocar una reacción emocional intensa.

Normalmente los mediadores creen que este proceso tiene un efecto catártico importante, y una vez que las partes han expresado todos esos sentimientos reprimidos, están más preparados para comenzar a negociar de forma más racional.

Como hemos visto, la neurociencia parece sugerir lo contrario.

Hay muchas razones para creer que una persona que tiene que contar con detalle un suceso que es doloroso, revive plenamente el trauma a nivel neuronal, es decir, se activan los circuitos neuronales asociados con esas emociones negativas y nos bloqueamos.

No podemos pensar de modo racional y tomar buenas decisiones cuando estamos inundados emocionalmente. Somos menos capaces de considerar nuevas opciones para la acción.

Podemos extraer que tras una sesión en la que se ha revivido la historia dolorosa, motivo de la demanda de mediación, se necesita un periodo de enfriamiento antes de estar preparados para negociar.

Si esto no es posible, una técnica a tener en cuenta cuando alguna de las partes se encuentra “secuestrada”, es animarla a practicar técnicas de relajación a través de la respiración consciente.

El poder de la empatía y el contagio de emociones

Trabajos recientes en neurociencia han demostrado que las emociones son contagiosas, es decir que pueden moverse entre nosotros sin que seamos conscientes de ello.

Esto es posible gracias a las neuronas espejo en el cerebro, que reaccionan de manera favorable a la expresión neuronal de las emociones de los demás.

Estas neuronas “disparan” en nosotros lo que otros parecen estar experimentando.

El descubrimiento de las neuronas espejo, inició una revolución en nuestra comprensión del modo en el que al interactuar con los demás, usamos el lenguaje no verbal (gestos, expresiones, posturas corporales, el tono de voz…) para comunicar nuestras intenciones y nuestros sentimientos.

Son estas neuronas las que explican la imitación y la empatía.

La idea de que los seres humanos estamos “cableados para la empatía “es muy atractiva para los mediadores. Esto ayuda a explicar cómo en cierta medida es difícil sostener un comportamiento de confrontación hacia alguien que está siendo respetuoso y empático contigo.

Cuando nos demuestran empatía, las personas se sienten reconocidas y escuchadas, sus neuronas espejo empiezan a funcionar y responden con comportamientos de escucha, reconocimiento y empatía con el otro.

Una vez que las partes son capaces de escucharse y reconocerse, se hace más sencillo seguir adelante de manera conjunta con el proceso de resolución del problema.

De este supuesto podemos extraer que los mediadores deben de abogar más por las sesiones conjuntas.

Más contacto cara a cara en la resolución de conflictos podría ofrecer la oportunidad de demostrar sinceridad de una manera emocionalmente convincente.

También puede ofrecer la oportunidad de evaluar la credibilidad de la otra parte.

Podemos concluir afirmando que la neurociencia ofrece datos empíricos que demuestran que las mediaciones conjuntas resultan más positivas.

Equilibrio entre estabilidad y flexibilidad

Cuando tenemos que comunicarnos o negociar con otros, nos basamos en lo que sabemos y en lo que creemos.

Nuestros conocimientos se almacenan en estructuras neuronales dotadas de significado. Estas estructuras son relativamente estables y resistentes al cambio.

En cierta medida, están sujetas al cambio a través del aprendizaje, produciéndose por tanto un equilibrio entre estabilidad y plasticidad.

Si las estructuras son demasiado estables y rígidas, serían inmunes al aprendizaje, y por otro lado un exceso de plasticidad supondría una pérdida de nuestra identidad, de nuestra estructura de conocimientos.

Tenemos apego a nuestros conocimientos, ya que, para cambiar nuestra mente, tenemos que perder una parte de nuestra identidad y esto nos resulta incómodo.

Cuando estás de acuerdo conmigo, confirmas mi identidad y mi comprensión de lo que es válido. Esto es tranquilizador.

Cuando no estás de acuerdo conmigo, desafías mi identidad y mi comprensión de lo que es real. Esto es preocupante y lo experimento como una amenaza.

Las partes en disputa, en un proceso de mediación o negociación, vienen unidas a su visión de la realidad, ya que es parte de su identidad.

Tenemos una tendencia natural a creer que la forma en la que nosotros vemos el mundo es la mejor.

Necesitamos tener una sensación de confianza en nuestra percepción del mundo.

De este modo, tenemos la tendencia a entablar negociaciones con lo que se conoce como el exceso de confianza optimista.

Prevalecen la certeza de nuestras posiciones. Sabemos que estamos en lo correcto.

Llega un momento durante la negociación, que podemos empezar a ver que hay más en la historia que únicamente nuestra visión de las cosas.

Puede que estemos ante un reconocimiento de la legitimidad de al menos parte del punto de vista del otro.

La incertidumbre se cuela y me empiezo a preguntar si tal vez esté equivocado.

En función de lo profundamente conectados que estemos a elementos primordiales de nuestra visión del mundo y de nuestra visión de nosotros mismos, de nuestra identidad, nos tendremos que enfrentan más o menos a la perspectiva de tener que dejar de lado parte de nuestra comprensión de las cosas y cambiar nuestra historia de los temas que se están negociando, y esto puede resultar amenazador.

Estamos perdiendo una parte de nosotros mismos.

Si somos capaces de ver más allá de nuestra resistencia al cambio, si podemos aceptar una nueva historia, un relato ampliado que tenga en cuenta algunas de las informaciones que llegan desde nuestro interlocutor, si podemos dejar de lado algunos de nuestros esquemas previos, entraremos en la fase de resolución, que representaría la nueva realidad.

Cuando llegamos a este estado, podemos decir que hemos cambiado y hemos ampliado nuestra percepción.

Vamos a tener una nueva identidad, una nueva comprensión del mundo y un nuevo conjunto de redes neuronales dotadas de significado.

Isabel Bader fue la primera persona en identificar este ciclo de resistencia o narcisismo, apertura al punto de vista del otro y por último resolución realista, que se produce durante los procesos de mediación de conflictos.

Este concepto está totalmente sostenido por estudios de las bases neuronales del conocimiento, el aprendizaje, la comprensión, la memoria y la identidad.

Para finalizar, decir que entender cómo funciona nuestro cerebro es uno de los grandes retos de la humanidad y sin duda un área apasionante cuyos estudios pueden ser aplicados a los procesos de mediación y negociación, ayudando a los mediadores en su trabajo como intermediarios y conciliadores de conflictos.

Entrada firmada por Francisco Góngora.