Probablemente, la música es la única expresión humana que podemos reivindicar en exclusiva, si obviamos las habilidades canoras de muchas especies de aves.
No traduce significados cognitivos concretos, pero, en cambio, evoca emociones intensas. No se comprende tanto como se siente.
No resulta imprescindible para vivir, pero siempre está presente a la hora de satisfacer nuestros más profundos anhelos de emoción.
Desde la óptica del desarrollo humano, la emoción probablemente precedió a la cognición, el canto y la danza al lenguaje hablado, el lenguaje metafórico al literal o científico, y la poesía a la prosa.
La emoción musical se manifiesta físicamente por la exaltación de un sector del sistema nervioso autónomo (o sea independiente de la voluntad): el sistema adrenérgico, es decir, que responde a la
adrenalina, hormona de la excitación y los impulsos, que causa taquicardia, aumento de la presión arterial y del ritmo respiratorio, transpiración palmar, dilatación pupilar y tensión muscular.
Estas manifestaciones físicas no se diferencian de las causadas por otras emociones, como las afectivas, miedo, peligro o erotismo.
La onda de activación adrenérgica es el gran amplificador común. Por eso, podemos percibir que una persona se encuentra "emocionada", pero no podemos saber por qué.
Una determinada obra musical nos “conmueve”, nos “estremece” o nos “hace llorar", y entonces la vivimos como fuente de gran placer y belleza. La emoción es intensa, el placer es físico y espiritual.
Otras veces, la reacción emocional es de desagrado y rechazo. Pero es difícil que una obra musical nos deje indiferentes.
Ya
William James y Carl Lange sugirieron que esta reacción emocional se manifiesta inicialmente en un nivel inconsciente. Se origina en un estímulo externo, emocional y ascendente (“bottom up”, es decir, de abajo hacia arriba), inconsciente, con repercusión física y psicológica involuntaria (“me puso la piel de gallina”, “me hizo llorar”), que finalmente alcanza un nivel consciente en nuestra corteza cerebral. Esta evalúa entonces la naturaleza de ese estímulo, e induce la vivencia consciente, cognitiva y descendente (“top down”, de arriba hacia abajo), de placer/aceptación o desagrado/rechazo, que es la “sensación” subjetiva que advertimos como corolario de la experiencia.
Hay varias estructuras cerebrales que intervienen en el desencadenamiento de esta reacción emocional, y se encuentran en la base del cerebro. Una es el
hipotálamo, situado sobre la hipófisis, que regula funciones vegetativas, emociones, hambre, temperatura corporal y sueño.
Además, controla la actividad hormonal de dicha glándula, que a su vez coordina la de las restantes
glándulas endócrinas. La estación intermedia, generadora e inductora de la reacción adrenérgica, se encuentra en el tronco cerebral y es el llamado
locus coeruleus, interconectado con las estructuras superiores, cerebrales, e inferiores, medulares, mediadoras de la reacción emocional.
Situada en la profundidad del lóbulo temporal, adyacente a la línea media, también la amígdala (llamada así, como la de la garganta, por su forma de almendra) interviene en la percepción del placer musical:
cuando escuchamos una melodía que nos causa placer, se activa la amígdala izquierda y se desactiva la derecha.
Lo contrario ocurre con la música disonante, que induce sensación subjetiva de displacer.
La melodía constituye el gran componente emocional de la música. Si se la elude, como ocurre con la música atonal, predomina la sensación de displacer.
Pero, además, la amígdala regula las sensaciones de alarma y miedo, (vivencia de la música que sugiere suspenso o peligro), el aprendizaje emocional, la conducta sexual, la consolidación de la memoria de largo plazo, la relación entre emociones, cognición y la toma de decisiones, y, en última instancia, la cognición social.
Por sus abundantes interconexiones con las restantes estructuras y también con la corteza cerebral, la amígdala es el gran regulador de la vida emocional humana.
La música placentera estimula asimismo el
núcleo accumbens, que se vincula a sensaciones de recompensa, risa, placer, adicción y miedo, y se activa también con la excitación sexual, la cocaína, y el chocolate, de frecuente consumo en los espectáculos musicales. “Sexo, drogas y rock and roll” tienen así su razón de ser.
Por último, la noción consciente de nuestras reacciones emocionales despunta en la
ínsula, uno de los lóbulos del cerebro, y finalmente se integra y analiza en otras áreas de la corteza cerebral.
Hipotálamo, locus coeruleus, amígdala, y núcleo accumbens son así los grandes mediadores inconscientes de nuestras emociones, y la corteza su evaluador consciente.
Pero al unificar, intensificar, contagiar y sobre todo sincronizar sus efectos, la
desinhibición conductual que la música genera resulta mayor que la provocada por otras emociones.
Induce mayor comunicación entre las personas, mayor estimulación afectiva, mayor contacto emotivo y mayor activación física.
La musicoterapia es una terapia que utiliza la música para mejorar el estado de salud y bienestar del paciente. Por tanto, la música es útil en terapia porque dispara el funcionamiento del cerebro en el sentido emocional, cognitivo y físico. Con las nuevas investigaciones que surgen sobre la musicoterapia, se ha demostrado que es útil tanto en rehabilitación, educación y en programas para la mejora del bienestar.
Este tipo de terapia es efectiva para tratar ciertos trastornos o mejorar la calidad de vida del paciente, y actúa de dos maneras: activa (tocar instrumentos, cantar, interpretar la música) y receptiva (usar la música para inducir estados de relajación). También se utilizan otras técnicas y formas artísticas de forma simultánea a la música, como el arte dramático, la danza o la pintura.
¿Cómo trabaja la Musicoterapia?
El musicoterapeuta trabaja sobre diferentes aspectos de la persona:
- Sensoriales: trabajando la habilidad de respuesta ante los estímulos sensoriales recibidos.
- Motrices: la coordinación, el equilibrio y la movilidad del paciente.
- Cognitivos: memoria, aprendizaje, imaginación o atención.
- Socio-emocionales: trabaja la inteligencia y el control de las emociones, así como la expresión emocional o el autoconocimiento de las propias emociones.
Utilidades de la musicoterapia
Ya que la música es un estímulo accesible y atractivo, tiene gran influencia sobre los pacientes y éstos reciben la terapia de manera agradable. Los profesionales de la musicoterapia seleccionan y aplican la música de manera que aporte beneficios psicológicos y físicos.
Este tipo de terapia funciona a la perfección para resolver problemas psicológicos, rehabilitar a drogodependientes, reducir el dolor en enfermedades terminales, mejorar la autoestima, o tratar dificultades de aprendizaje.
Cada vez son más las personas que confían en la musicoterapia para solucionar sus problemas. Como podemos ver, la musicoterapia es capaz de ofrecernos multiplicidad de beneficios en distintos órdenes de la vida, y aquí compartimos algunos de los más relevantes.
Algunos beneficios de la Musicoterapia en Niños
- Ayuda a mejorar en el aprendizaje y a tratar las dificultades en este campo
- Mejora los problemas de conducta
- Ayuda al tratamiento y desarrollo de niños autistas
- Ayuda a calmar temperamentos activos
- Contribuye a una mejor conciliación del sueño
- Mejora la autoestima
- Mejora la socialización
- Ayuda en el tratamiento de dolores crónicos y otras enfermedades
Algunos beneficios de la Musicoterapia en Adultos
- Provoca cambios positivos en el estado de ánimo de las personas
- Ofrece un control de la vida que nuestra rutina puede hacernos perder
- Mejora la socialización
- Reduce el estrés
- Disminuye la ansiedad
- Nos permite tener más capacidad para resolver problemas
- Contribuye a sentirse mejor en personas con enfermedades degenerativas
Algunos beneficios de la Musicoterapia en el ámbito laboral
- Contribuye a eliminar el estrés y la depresión
- Disminuye el agotamiento
- Contribuye a eliminar la resistencia al cambio
- Aumenta la productividad
- Estimula la creatividad
- Suaviza conflictos interlaborales
- Promueve el interés en asumir responsabilidades
- Facilita la toma de decisiones propias
- Genera motivación para trabajar en equipo y mejorar el ambiente laboral
- Estimula el desarrollo creativo de soluciones para problemas críticos
- Promueve el cambio de modelos mentales
Y todo por un neurotransmisor: ¡la adrenalina!
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