Tener una visión es tener un destino. Si no queremos vagar a merced de la tormenta, debemos saber hacia dónde vamos.
¿Tú hacia dónde quieres ir? ¿Qué es lo que realmente quieres empezar? ¿Qué te inspira? ¿Qué camino quieres abrir?
Empezar con el final en mente es crear la perspectiva necesaria para enfocar el día a día con una meta.
Tener visión clarifica los objetivos y marca las prioridades
En la sociedad actual, nuestros días suelen estar llenos de estímulos, de urgencias, de citas…pero habitualmente nos olvidamos de destinar el tiempo necesario para ir construyendo poco a poco el camino hacia la meta deseada.
Es facilísimo quedarse atrapado en el engaño de la actividad.
El frenesí cotidiano, el trabajar más y más intentando subir escalones sin pararse ni tan siquiera a pensar. Luego llegamos arriba, miramos abajo y, sólo entonces, descubrimos que la escalera se apoyaba en la pared equivocada.
Desde que explotaron las redes sociales, cada día nos asaltan visiones idílicas de los mejores momentos que forman las vidas de los demás.
Corremos el riesgo de construir de forma inconsciente, a partir de esos retazos, un objetivo para nuestras vidas y de repente nos parece necesario sumarnos a esta moda social y esbozamos nuestra vida construyendo nuestro propio storyboard y exponiéndolo en la red buscando admiración y seguidores.
El problema es que a menudo llenamos esas redes de cosas “idealmente bonitas” (la super fiesta, la gran casa, la vacación tropical…).
Esas imágenes sólo responden a la idea que nuestra cultura nos da de una buena vida.
Pero dejar nuestras elecciones a la moda es como ir a un restaurante y decirle a un camarero que escoja el menú para ti según sus preferencias.
Es muy importante contar con una imagen propia tanto de nuestro pasado (tu trayectoria vital), como de nuestro presente (tu plan para el día de hoy) y por supuesto para nuestro futuro (tu storyboard que te permita alcanzar las metas que te has marcado).
Pero para que un storyboardfuncione no tiene que salir de lo que se nos impone sino de nuestro ser más profundo, de esa parte esencial dentro de nosotros que conoce lo que realmente queremos.
Y sobre todo nuestro storyboard nos tiene que emocionar.
Si el objetivo que te has marcado no te emociona, el recorrido se te hará demasiado duro.
Cómo empezar a sintonizar nuestro futuro
Cierra los ojos y empieza a imaginarte dentro de cinco años.
Da igual el lugar, lo que estés haciendo, con quién. Lo que verdaderamente importa es: ¿Qué querrás estar sintiendo?
Averigua ese sentimiento. Y haz de él tu misión. Encuentra la emoción que te empuja y habrás encontrado el mejor sendero a tu felicidad.
Tus proyectos
La personalidad es más que heredar rasgos (o echar culpas) y eso tiene que ver con los proyectos personales que nos imponemos.
Pocas veces somos conscientes del potencial de cambio que tiene una meta para nuestra personalidad, pero la principal razón por la que solemos desarrollar nuevos rasgos es porque perseguimos un proyecto concreto.
Lo que hacemos puede modelar quiénes somos y cuando se trata de mejorar, te puedes sorprender de ti mismo.
Lo importante de esto es que la personalidad influye directamente en nuestra felicidad.
Un estudio realizado a más de 11 mil australianos entre 18 y 79 años, durante cuatro años, mostró que los aumentos en la amabilidad, la extroversión y la escrupulosidad se asociaron con una mayor satisfacción de vida, mientras que aumentos en el neuroticismo, se asociaron con una menor satisfacción.
Aclara tus prioridades y te ayuda a escoger mejor
Cuando decides, siempre renuncias a algo, siempre dejas algo atrás y, aunque haberte inclinado por una ensalada en vez de una pizza tiene su duelo, hay otras elecciones que podemos lamentar bastante más.
Como cuando tomamos un rumbo profesional o un estilo de vida que siempre aborrecimos.
Saber hacia dónde quieres ir en la vida, es una herramienta que te ayuda a ordenar tus prioridades y para decidir acertadamente qué camino seguir.
¿Aceptarías cualquier trabajo por más intenso que sea solo por tener más ingresos de los que necesitas para vivir? ¿Te saltarías el cumpleaños de tu hija por quedarte colgado a un proyecto?
Todos tenemos limitaciones dentro del trabajo, pero cuando tenemos las prioridades claras, es mucho más simple saber cómo actuar y qué decisiones tomar.
Porque si no quieres convertirte en un adicto al trabajo que sus hijos apenas ven, también sabrás equilibrar sueldo versus tiempo libre.
O más simple, si tienes en mente un viaje y debes ahorrar para realizarlo, sabrás que esa salida a un restaurant no es opción para este mes o que la compra de una mejor TV no vale la pena hasta el próximo año.
Las decisiones se hacen menos dramáticas cuando tenemos claro que elegir “A” no responde a lo que nos hemos propuesto y que, aunque “B” tenga también sus contras, será lo mejor para alcanzar quienes queremos ser.
Le da sentido a tu vida
A menudo nos quejamos porque sentimos que la vida pasa volando y apenas tenemos control sobre ella.
Sí, vivimos en un mundo acelerado, lleno de estímulos y con poco tiempo… Es lo que hay, pero podemos jugar con ese tablero.
Planificar no solo ayuda a tener certeza, sino que además genera un norte y te hace saber dónde está tu foco, hacia dónde quieres llegar y así estar alerta para poder cumplir ese objetivo.
Planificar es mucho más que conocer el resultado que buscas, es conocer también el valor del proceso que te abre nuevas posibilidades y puede llevarte a objetivos, a veces, no conocidos: puedes conocer personas con tus mismos intereses, aumentar tus círculos sociales, pueden surgir nuevas temáticas a abordar, te convierte en un ser socialmente activo, tienes algo que contar ...
Todo eso es motivante en la vida, más aún si experimentamos la sensación del esfuerzo bien recompensado: un camino lleno de pequeñas recompensas en el que se disfrutan las metas cumplidas y se puede mirar hacia atrás con orgullo.
¿Y qué es eso de un plan?
Hay muchas formas de hacer un plan de vida, pero ¿cómo sé qué rumbo debo seguir?
Quizás la mejor manera de inspirarte para idear un plan es pensar en cómo quieres que te recuerden.
Literalmente puedes entrevistar a tu yo futuro y dar unas vueltas a las respuestas para definir esa versión de ti mismo.
Una técnica para quienes se complican con esa de definirse es pensar en “negativo”: ¿por qué no quiero que me recuerden?, ¿o cómo me disgustaría ser? Eso puede ayudar para este primer paso, el que te permitirá alinear quién eres con lo que buscas ser.
Luego, para no caer en la trampa de definir metas inalcanzables, debes unir tu personalidad e identidad actual con tus circunstancias, para proyectar realmente quién podrías ser.
Por último, busca qué dirección o enfoque debes dar a tu vida para llegar a eso, y así ver qué medidas hay que tomar para cumplir tus objetivos. ¿Tiene que ver con estudios? ¿Con un nuevo hobby? ¿Con un cambio en tu forma de vivir o alimentarte, hacer más ejercicio?
Si esto te agobia un poco, no te preocupes, un plan de vida no tiene por qué ser de aquí a 50 años. Puede ser una etapa de vida, un plan más concreto de aquí a 5 años o a 10. Luego puedes volver a plantearte por dónde seguir.
Tómalo como una guía importante para el día a día, pero no caigas en la obsesión de vivir comprobando constantemente una lista de lo que cumples, pues te perderás de vivir el presente.
Y permítete el error, porque sabes que la vida no siempre es como la pensamos y que, si no funciona, siempre puedes volver a plantearte un nuevo camino a seguir.
¿Has definido alguna vez un plan para tu vida? ¿Cómo ha sido la experiencia?
Querámoslo o no tenemos una relación, una inevitable conexión, con nuestro yo futuro.
Debemos diseñar una versión de nuestro yo futuro en el que hayamos alcanzado un cúmulo de habilidades garantes de nuestra felicidad.
Si no construimos esa visión de nuestro futuro no vamos a comprometernos con alcanzar las virtudes necesarias en el presente.