La igualdad de género vista a través de la neurociencia

En los mamíferos, el sexo está determinado por un par de cromosomas, en las hembras por dos cromosomas X y en los machos por los cromosomas XY.

“El cromosoma Y tiene muy pocas funciones, esto es algo que no le gusta oír a los varones, pero es el único cromosoma cuya ausencia es compatible con la vida.

Casi lo único que hace el cromosoma Y es diferenciar la cresta genital; si el individuo porta un cromosoma Y, esa cresta genital va a derivar en un testículo, si no lo porta, si porta dos cromosomas X, el individuo va a desarrollar un ovario”, explica José Alonso Fernández-Guasti, investigador del Departamento de Farmacobiología del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (Cinvestav) del Instituto Politécnico Nacional (IPN) de Ciudad de México.

Una vez formado el testículo comienza a producir testosterona desde el segundo trimestre de la gestación.

El cerebro de los hombres y el cerebro de las mujeres

Alonso Fernández-Guasti es miembro nivel III del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) y una de sus líneas de investigación es la diferenciación sexual del cerebro.

El doctor en fisiología estudia cómo las hormonas moldean de forma diferente el cerebro femenino y el cerebro masculino en los mamíferos, desde que están en el útero materno.

“Aunque los cerebros de los hombres y las mujeres, o más generalmente de los varones y de las hembras, son idénticos al 99%.

Solo hay unas partes que son un poco diferentes en el sentido anatómico.

Si se toman sus cerebros y se analizan en el microscopio, después de muchos cortes en muchos lugares, se ve que prácticamente son idénticos con excepción de zonas muy pequeñas.

Y se ha asumido que esas pequeñas zonas median las conductas que son diferentes entre hembras y machos”.

Diferencias de origen cultural

Cuando habla de las conductas que son diferentes, el investigador se refiere sobre todo a las conductas sexuales, pues hay conductas sexuales que las mujeres no pueden realizar porque no tienen órganos sexuales masculinos y viceversa.

Además, el interés sexual que la mayoría de los machos tiene por las hembras es diferente al interés sexual que la mayoría de las hembras tiene por los varones, y eso está regulado a nivel del sistema nervioso central.

Por otro lado, en los mamíferos la conducta materna también es altamente dimórfica entre los sexos y es casi exclusiva de las hembras.

De hecho, en muchas especies solo la hembra se hace cargo de las crías e incluso debe ser violenta con los machos de su especie, que pueden depredar sus propias crías o las de otros machos.

Desde luego, en el ser humano la cultura juega un papel primordial y en muchas sociedades la crianza no es una tarea exclusiva de las mujeres.

Pero el amamantamiento, por cuestiones fisiológicas, es una conducta exclusiva de las mujeres.

Y aunque también hay estudios que señalan que existen ciertas diferencias entre hombres y mujeres en cuanto a la habilidad espacial o a la capacidad verbal, Alonso Fernández-Guasti hace hincapié en que esto nada tiene que ver con la superioridad intelectual de un sexo sobre otro.

“Hay que dejar bien claro que estas diferencias entre los cerebros masculinos y femeninos no tienen nada que ver con que un sexo sea superior a otro intelectualmente.

No existe un sexo superior al otro, existen habilidades diferentes en uno y en otro, y por supuesto estas diferencias son estadísticas.

No significa que las mujeres sean siempre mejores en destrezas verbales, conocemos muchos varones con increíble habilidad verbal y mujeres con increíble habilidad de ubicación espacial”.

El cerebro cíclico

Podría decirse que el cerebro femenino es el que está programado en un inicio en los fetos, que es el “cerebro por defecto”, comenta Alonso Fernández-Guasti.

Este cerebro es un cerebro cíclico, un cerebro que, de manera espontánea, cada cierto periodo, estimula un ciclo hormonal que posibilita la ovulación y como consecuencia la menstruación.

Para que el cerebro cíclico cambie y se virilice, debe exponerse a diferentes hormonas durante su desarrollo, entre ellas, la testosterona.

Los cerebros de los machos, en los mamíferos, deben exponerse a la testosterona para que ese cerebro realice las funciones masculinas relacionadas con la reproducción.

“En los humanos la producción de testosterona empieza desde el segundo trimestre de la gestación y organiza el tracto genital, la diferenciación del pene, el escroto y la próstata.

Es decir, el desarrollo de un tracto que clásicamente se llama Wolfiano depende de andrógenos, y los caracteres sexuales primarios con los que nace un bebé, los órganos sexuales, están dados por la producción de andrógenos.

Además, esos andrógenos alcanzan el sistema nervioso central y lo organizan para moldear un cerebro masculino”.

Los científicos están comenzando a descubrir que durante este importante periodo de organización del sistema nervioso pueden existir procesos que predispongan a los individuos a enfermedades mentales.

La fragilidad del cerebro

“El cerebro masculino se tiene que hacer masculino, se tiene que labrar masculino y algunos psiquiatras creen que por eso los niños varones tienen más alteraciones psiquiátricas que las niñas.

Porque es un cerebro más frágil que estuvo bajo la influencia de ciertas hormonas”.

Por otro lado, hay hipótesis que señalan que el cerebro femenino tiene más propensión a la ansiedad y a la depresión, y parte de las investigaciones para probarlas se han centrado en analizar si esta característica se debe a una falta de virilización.

En su laboratorio, Alonso Fernández-Guasti, junto con un auxiliar, un técnico y varios estudiantes de doctorado, estudian en modelos animales si el ambiente hormonal en las primeras etapas del desarrollo fetal tiene una influencia en el desarrollo de conductas ansiosas y depresivas.

“Hemos encontrado que efectivamente los machos tienen menos conductas ansiosas y depresivas que las hembras, y cuando modificamos el ambiente hormonal en etapas muy tempranas del desarrollo, estos cerebros femeninos tienen características de un cerebro masculino”.

Del laboratorio a la realidad

Pero el investigador señala que los estudios experimentales no pueden trasladarse sin miramientos al ser humano, pues conductas tan complejas como la ansiedad y la depresión no pueden mimetizarse del todo en animales.

Aun así, aunque no den lugar a estudios clínicos, los modelos animales dan una idea de cómo funcionan los sexos y cómo se desarrolla el cerebro fetal.

A diferencia de los animales, en el ser humano siempre hay que considerar las presiones sociales y, por su condición sexual, las mujeres están mucho más expuestas al estrés que los hombres, señala Alonso Fernández-Guasti.

“Para ellas, estar en la parada del autobús puede implicar un reto, viajar en el transporte público implica otro reto.

Los hombres casi no tenemos conciencia de esas circunstancias, porque rara vez nos sentimos amenazados solo por nuestro sexo.

Ciertamente, si vamos rodeados de mujeres no nos sentimos amenazados, y una mujer rodeada de hombres sí puede llegar a sentirse incómoda porque sabe que puede ser abusada”.

Igualdad cerebral = igualdad de género

Con su obra "Pink Brain, Blue Brain", la profesora en neurociencia Lise Eliot, de la Escuela de Medicina de Chicago, explica las razones científicas y biológicas por las que no existen diferencias entre el cerebro masculino y femenino.

“La gente dice que los hombres son de Marte y las mujeres de Venus, pero en realidad el cerebro es unisex”, dijo Eliot al referirse a que todos los cerebros tienen la misma estructura neurológica.

Su obra tiene un motor clave: que en muchos de los estudios científicos hechos por hombres buscan disparidades entre géneros, como si el hecho de ser iguales fuera malo.

La neurocientífica aseguró que la neurología es una disciplina enormemente incomprendida y que se exageraba mucho respecto a la influencia que tiene la testosterona en los cerebros masculinos, lo que los hacía, supuestamente, diferentes a los femeninos.

Aunque la testosterona esté relacionada con la agresión, no hay una explicación científica o universal para el comportamiento masculino en relación con la biología de su cerebro.

Sin embargo, en su obra aclara que aún falta detectar un circuito neuronal que esté conectado de manera diferente entre hombre y mujer, por lo que las diferencias entre sexos se deben explicar a través de la educación y no por la naturaleza.