La huella del orfanato en el cerebro adoptado

Investigadores del King's College de Londres (Reino Unido) han demostrado que los cerebros de los jóvenes adultos adoptados que fueron internados en orfanatos cuando eran niños son alrededor de un 8,6 por ciento más pequeños que los cerebros de los adoptados que no han ingresado en este tipo de instituciones.

Según esta investigación cuanto más tiempo pasen los adoptados en los orfanatos, menor será el volumen total del cerebro, y cada mes adicional de estancia se asocia a una reducción del 0,27 por ciento del volumen total del cerebro.

Los cambios relacionados en el volumen cerebral se asociaron con un menor coeficiente intelectual y más síntomas del trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH).

Estudio

Publicado en la revista “Proceedings of the National Academy of Sciences”, el estudio analizó las exploraciones cerebrales de 67 adultos jóvenes, de 23 a 28 años, que fueron expuestos a condiciones de internamiento severas en instituciones rumanas bajo el régimen comunista y posteriormente adoptados en familias de Reino Unido.

Se compararon con los escáneres cerebrales de 21 adoptados ingleses de 23 a 26 años que no habían sufrido esta aislación.

El análisis estadístico mostró que, en este grupo de jóvenes adultos rumanos, aquellos cambios en el volumen cerebral que estaban relacionados también se asociaban con un menor coeficiente intelectual y más síntomas de TDAH.

Esto implica que los cambios en la estructura cerebral podrían desempeñar un papel mediador entre la experiencia de privación y los niveles de rendimiento cognitivo y de salud mental.

La investigación profundizó en otros posibles factores que podrían haber influido en los resultados, pero encontró que los resultados no se veían afectados por el nivel de nutrición, el crecimiento físico y la predisposición genética de los cerebros más pequeños.

Es esencial reconocer que estos jóvenes casi siempre han recibido un gran cuidado en familias adoptivas cariñosas desde que dejaron las instituciones.

“Sin embargo, a pesar de muchas experiencias y logros positivos, aún existen algunos efectos profundamente arraigados de la privación en estos jóvenes adultos”, reflexiona uno de los autores del trabajo, Edmund Sonuga-Barke.

Cambios físicos en el cerebro

El estudio también investigó dónde estaban ocurriendo estos cambios en el cerebro y qué características localizadas contribuyeron a las diferencias.

Se encontraron diferencias estructurales entre los dos grupos en tres regiones del cerebro.

Estas regiones están vinculadas a funciones como la organización, la motivación, la integración de la información y la memoria.

En comparación con los adoptados en el Reino Unido, los jóvenes adultos rumanos que habían sufrido aislamiento en su infancia tenían regiones frontales inferiores derechas del cerebro marcadamente más pequeñas, tanto en términos de volumen como de superficie.

Por el contrario, el lóbulo temporal inferior derecho era más grande en volumen y área de superficie y grosor para los jóvenes adultos rumanos, y esto se asoció con niveles más bajos de síntomas de TDAH.

Esto implica que este aumento de volumen y superficie en esta región puede jugar un papel compensatorio en la prevención del desarrollo de los síntomas del TDAH.

Por otra parte, se constató que en la región prefrontal medial derecha, cuanto mayor sea la duración del internamiento, mayor será el volumen y la superficie.

Es interesante ver que el lóbulo temporal inferior derecho es de hecho más grande en los jóvenes adultos rumanos y que esto se relacionó con menos síntomas de TDAH, lo que sugiere que el cerebro puede adaptarse para reducir los efectos negativos del aislamiento.

“Esto puede explicar por qué algunas personas parecen menos afectadas que otras”, concluye otro de los autores, Mitul Mehta

Problemas de atención

En este colectivo, el trastorno del vínculo es especialmente relevante: suele estar en el origen de otros comportamientos, ya sean problemas de atención, de autocontrol, del aprendizaje, dificultades al manejar las emociones o problemas de identidad en la adolescencia.

“La mitad de los niños que vemos en la consulta tiene este tipo de alteración del afecto”, destaca Gemma Ochando, experta en psiquiatría infantil que dirige la Unidad del Niño Internacional en La Fe junto a la especialista en enfermedades infecciosas pediátricas Carmen Otero.

“Cuando el niño llora, la madre o el cuidador atiende sus necesidades: le da de comer, le duerme, le abriga... Esto no sucede en un orfanato. No se atienden individualmente las necesidades fisiológicas o afectivas, sino de forma colectiva. No se aprende a establecer relaciones emocionales”, indica la pediatra.

El resultado es una adaptación a este medio hostil “en el que prima la desconfianza, la agresión, el rechazo y la evitación”, unos comportamientos que se pueden enquistar al llegar al nuevo entorno y que provocan incomprensión en la familia o el colegio.

La adolescencia

Una fase clave en la vida de los niños adoptados es la adolescencia, que en ellos se suele adelantar a los 9 o 10 años, dos o tres antes de lo que suele ser habitual.

Es la etapa en la que se presentan los problemas relacionados con la definición de la identidad y el momento en el que se encuentran buena parte de los chavales adoptados durante los últimos años en España.

Si no se han encauzado por entonces los trastornos más graves, la situación puede desembocar en situaciones de fuerte tensión familiar o el fracaso de la adopción en los casos límite.

Ochando pone el ejemplo extremo de una paciente de origen indio de 13 años que se escapaba de casa para prostituirse y comprar sus caprichos.

Al investigar su historia comprobaron que durante su estancia en el orfanato era la mayor y asumió un papel protector respecto al resto de niños.

Allí ya se fugaba de la institución, se prostituía y con el dinero que obtenía compraba comida para sus compañeros.

“Era la heroína del grupo, y consideraba este comportamiento como una conducta positiva”, señala la pediatra.

Finalmente, la adopción se truncó.

El objetivo debe ser prevenir estas situaciones

Aprovechar la primera consulta, centrada en la revisión vacunal o las pruebas de enfermedades infecciosas, para establecer una valoración inicial de los problemas de salud mental que puedan presentar los menores y atajarlos de forma temprana.

Por ejemplo, el TDAH junto con el trastorno del vínculo, que son comunes entre los niños adoptados, sobre todo los procedentes de los países del Este de Europa. se puede confundir al principio con el estado de excitación en el que se encuentran los niños durante las primeras semanas de estancia en su nuevo hogar.

Cambian la rutina a la que están acostumbrados por una situación de hiperestimulación, visitas de familiares, regalos…

Todo ello que puede dar lugar a diagnósticos precoces y erróneos.

Los expertos recomiendan mantener un seguimiento para comprobar la evolución de los síntomas.

“Cuando la situación se degrada podemos hacer ya muy poco”, plantea finalmente la especialista Ochando.