La función de las emociones

Los seres humanos, según los psicólogos, percibimos el mundo en términos de emociones positivas, negativas o neutras.

A nosotros nos parece que todas las emociones son positivas, porque todas son útiles como veremos en el desarrollo de hoy.

En su lugar, hablaremos de emociones agradables o desagradables, y tanto unas como otras están profundamente arraigadas en nuestra biología.

La mayoría de las respuestas de las reacciones emocionales han existido desde siempre y surgen como parte de un proceso de adaptación y supervivencia de la especie humana.

Las emociones son reacciones psicofisiológicas que nos ayudan a adaptarnos al medio

Nos proporcionan información relevante acerca de lo que nos está sucediendo y nos motivan a actuar.

Nuestros estados emocionales nos ayudan a seleccionar, con la energía y la información que nos aportan, las acciones más adecuadas a cada contexto.

A través de ellas, nos comunicamos y nos relacionamos con las personas que nos rodean.

Expresamos nuestros deseos, marcamos límites y compartimos nuestro mundo interno.

Si bien es cierto que existen algunas emociones placenteras y otras desagradables, todas son la reacción natural de nuestro organismo ante distintas situaciones vitales.

Por tanto, hemos de hacer de ellas nuestras mejores aliadas para conocernos y salir airosos de cualquier circunstancia.

Emociones sin lugar

En la actualidad, existe una tendencia a relegar, ocultar y negar la presencia de las emociones desagradables o desadaptativas.

Vivimos en una dictadura de la felicidad, parece no haber lugar para esas emociones igualmente necesarias, pero desagradables.

Desde pequeños, nos enseñan que mostrar miedo, tristeza, enfado o malestar no es aceptado ni deseable.

Nos enseñan, de forma más o menos intencionada, a ocultar, ignorar o dejar al margen esas sensaciones, relegándolas a los rincones más oscuros de nuestro ser.

A medida que crecemos, observamos que la sociedad espera de nosotros un perpetuo estado de felicidad y satisfacción que no es, en absoluto, realista.

Esta obligación de sentirnos bien, en ocasiones, genera en nosotros un gran conflicto interno y nos lleva a la frustración.

Esa sensación de que las piezas no encajan, donde lo que debería actúa como una especie de tiranía.

Nos sentimos culpables y torpes por no ser capaces de controlar nuestros estados emocionales y adecuarnos a lo que se espera de nosotros.

No tenemos la opción de expresar y compartir con otros nuestras vivencias negativas porque lo percibimos como un fracaso personal.

Las emociones desagradables sirven de defensa y las agradables como protección

El miedo es una señal de defensa ante un peligro, la tristeza es una respuesta adaptativa ante una perdida, y el enojo surge cuando alguien nos ataca o invade.

Las emociones agradables como la alegría, el placer, la serenidad, la esperanza o la tranquilidad también cumplen un propósito evolutivo, ya que se ha encontrado que amplían nuestros recursos intelectuales, físicos y sociales, y permiten construir reservas que nos ayudan a enfrentar amenazas.

Cuando disfrutamos de un estado adaptativo, las personas nos buscan; emergen la amistad y el amor y se dan las alianzas con toda naturalidad.

La felicidad no es un estado simple o estático de la mente.

Sus principales componentes son el placer físico, la ausencia de emociones negativas y el sentido de que nuestra vida tiene coherencia y significado.

El placer físico es resultado de un aumento de neurotransmisores cerebrales como la dopamina y la serotonina.

Se puede producir por una experiencia sensorial o sexual o por rutas más complejas.

La ausencia de emociones negativas es esencial para la felicidad, porque tan pronto sentimos miedo, enojo o tristeza, se reduce el placer.

La amígdala y el hipotálamo son las estructuras responsables de las emociones desagradables.

Mantener la mente ocupada

Enfocarnos en tareas mentales no emocionales inhibe la actividad en la amígdala.

Sin embargo, la ausencia de tristeza y la presencia de placer no son suficientes para mantener un estado completo de bienestar.

Para esto es necesario que las áreas ventromediales prefrontales del cerebro estén activas.

La corteza ventromedial frontal crea una sensación de cohesión y de integración; sin ella el mundo se ve fragmentado y sin sentido.

El hemisferio cerebral derecho es más sensible a lo negativo, mientras que la actividad en la corteza prefrontal izquierda genera sentimientos positivos que inhiben el flujo negativo de la amígdala.

Esta actividad se puede lograr a través de utilizar nuestra capacidad racional para reinterpretar y manejar nuestros problemas.

La función de las emociones desagradable

Las emociones desagradables son nuestra defensa en contra de amenazas externas, y nos ayudan a enfrentarlas, nos ayudan a integrar las vivencias y adaptarnos al entorno.

Hemos de ser conscientes de que las emociones desagradables son ciudadanos de pleno derecho en nuestra mente.

Son naturales, necesarias y beneficiosas. Nos aportan un mensaje y nuestra mejor opción es escucharlas atentamente.

La tristeza

Es la reacción emocional natural ante una pérdida, una decepción o un engaño.

Nos recluye del exterior y nos conecta con nosotros mismos.

Nos ayuda a integrar lo sucedido y aprender de la experiencia.

Además, favorece la obtención obtener apoyo y consuelo por parte de los demás.

La ira y el enfado

Activan nuestro sistema nervioso y nos proveen de un gran caudal de energía inmediata.

Nos alertan de que nuestros límites se han sobrepasado y nos impulsan a defender nuestros derechos.

El miedo

Aumenta nuestra vigilancia y nuestra capacidad de analizar la situación.

Nos prepara para evitar situaciones de riesgo y nos ayuda a mantenernos a salvo.

El asco

Previene que nos intoxiquemos y caigamos enfermos por alguna sustancia nociva.

Nos ayuda a evitar o expulsar de nuestro organismo cualquier elemento dañino.

No reprimas las emociones negativas, atraviésalas

Si deseamos salir de un estado emocional desagradable, relegarlo, ignorarlo, ocultarlo o negar su presencia no nos será de ayuda.

Lo mejor consiste en reconocer la función de las emociones desagradables y permitirnos sentir y atravesar este tipo de emociones.

Tratar de luchar contra una emoción solo la intensifica y nos priva de la oportunidad de aprender lo que viene a decirnos.

Acostúmbrate a aceptar y respetar tus sensaciones, a entender que son útiles y pasajeras.

Sé compasivo y amable contigo mismo y comprende que es natural sentir tristeza ante una pérdida o enfado tras una traición.

No te exijas una felicidad perfecta y fingida y permítete sentir lo que es necesario en el momento.

Para poder tomar conciencia y sacar provecho de nuestras emociones el paso previo es conocerlas.

Es muy recomendable dedicar tiempo a tratar de identificar y poner nombre a lo que sentimos.

Buscar adjetivos precisos y específicos y aprender a ir más allá del «bien» o «mal».

Conocer, aceptar y escuchar todas nuestras emociones nos facilitará el tránsito por las situaciones inesperadas, difíciles y cambiantes que se nos presenten.

Tus estados emocionales son tu mejor brújula.

Tuneado del artículo publicado en www.lamenteesmaravillosa.com

Autor: Elena Sanz