La Felicidad como Necesidad?


La tendencia humana a la búsqueda de la felicidad y el placer no es algo nuevo en absoluto, sino todo lo contrario, es inherente a nuestra especie.

Es cierto que la felicidad se ha convertido en un producto de marketing muy atractivo.

Pero si buceamos un poco más al fondo, descubriremos que la felicidad es una necesidad social humana que ha estado presente desde siempre.

Incluso la ONU ha reconocido la relevancia de la felicidad y el bienestar como una aspiración universal de los seres humanos, y la importancia de su inclusión en las políticas de gobierno.

¿Qué es la Felicidad?

Existen casi tantas definiciones de felicidad como personas a las que preguntes. En Sumafelicidad nos gusta definirla como una energía vital.

Resulta mucho más fácil establecer lo que NO es felicidad.

La felicidad no es estar siempre más alegre que Olaf, no es tener una constante sonrisa, no es estar absolutamente libre de estrés o preocupaciones, no es superar las dificultades de forma instantánea, no es vivir anestesiado ante las problemáticas sociales, no es rebosar energía y optimismo el 100% del tiempo, ni es despertarse de maravilloso humor todos los lunes.

Quien malentienda de esta forma la felicidad, es natural que la desprecie.

Las personas felices también se permiten sentir tristeza, dolor, rabia y frustración.

Las personas felices también tienen malos días, pasan por malas rachas, lloran, gritan y dicen palabrotas.

Simplemente, viven su vida con una actitud basal de superación, aprendizaje y búsqueda del bienestar.

Neurofelicidad: la autoinducción de Felicidad

Es interesante debatir acerca de la felicidad, pero esta mañana quiero ofrecerte un punto de vista diferente.

La Neurofelicidad es una nueva disciplina científica que estudia los mecanismos cerebrales y biológicos de la felicidad, comprendiendo cómo funciona el estado de felicidad a nivel interno en las personas, para conseguir finalmente provocarlo a voluntad.

Por lo tanto, el objetivo de la neurofelicidad es llegar a provocarnos estados de felicidad en momentos concretos y a voluntad propia.

Tener pensamientos, emociones y conductas cada vez que lo deseemos, que aumenten la producción de los neurotransmisores de la felicidad y activen las zonas cerebrales relacionadas con la felicidad.

Descubrimiento por error

Sitúate en Montreal (Canadá) en 1953, en el laboratorio de los doctores Peter Milner y James Olds.

Allí realizaban sus experimentos científicos implantando quirúrgicamente electrodos en el interior del cerebro de las ratas, a través de los cuales les inducían pequeñas descargas eléctricas a diferentes regiones del cerebro, para comprobar así las reacciones del animal.

Olds y Milner experimentaron en una ocasión con una rata en una región cerebral donde esperaban encontrar cambios en la conducta de sueño y vigilia.

Sin embargo, por un error de colocación del electrodo, quedó unos milímetros desplazado del área a investigar.

Dado este accidente, el electrodo se colocó en una región cerebral de conexión entre los dos hemisferios, una especie de membrana translúcida llamada “septum pellucidum”.

Como era habitual, metieron a la rata en una jaula, y en una esquina de la jaula pusieron un botón el cual, al ser pulsado, aplicaba una descarga eléctrica breve y de poca intensidad a través del electrodo implantado.

Después de unas cuantas descargas, la rata aprendió el mecanismo, y regresó a presionar el botón una y otra vez hasta quedarse dormida.

Al día siguiente, la rata seguía estando más y más interesada en el botón, creando el hábito de presionarlo de forma cada vez más constante.

El botón del placer

¿Qué estaba pasando?

Presionar el botón le estimulaba eléctricamente una zona del cerebro que le producía una gran sensación de placer.

Éste se convirtió, accidentalmente, en uno de los experimentos más impresionantes de la neurociencia de la conducta.

Las ratas llegaron a pulsar la palanca hasta siete mil veces por hora para estimularse el cerebro.

Empezaron incluso a despreciar otras tareas reforzantes, como comer, beber o reproducirse.

Algunas ratas llegaron a autoestimularse hasta dos mil veces por hora durante veinticuatro horas, con exclusión de cualquier otra actividad… hasta que murieron de hambre.

Olds y Milner habían descubierto el sistema de recompensa cerebral: un grupo de estructuras neurales responsables del placer y el deseo en las ratas.

Circuito Cerebral de Recompensa: el Placer

Nunca nos habíamos planteado si las pobres ratas de laboratorio pueden alcanzar la auténtica felicidad.

Tal vez ese experimento fue lo más parecido al nirvana del roedor… pero, como humana, no me atrae la idea de esclavizarme a la presión compulsiva de un botón para conseguir el bienestar.

Los seres humanos, al igual que las ratas, también tenemos ese circuito cerebral de recompensa.

Se activa de forma natural cuando realizamos actividades placenteras, como tener sexo, abrazarnos o degustar nuestro plato favorito.

En esos momentos, el cerebro libera los neurotransmisores responsables de las sensaciones placenteras, como la dopamina y la oxitocina.

Probablemente estás pensando que este circuito de recompensa es un regalo cerebral, y lo es… pero también es un arma de doble filo, por su fuerte potencial adictivo.

Como habrás podido imaginarte leyendo el experimento de las ratas, los animales cayeron en una brutal adicción.

De hecho, lo más parecido a ese “botón” en humanos son algunas drogas, como la heroína.

Córtex Orbitofrontal: la Felicidad

Está claro: los seres humanos no somos sencillos.

Y cuando hablamos de felicidad, todo se complica todavía más.

El circuito cerebral del placer es agradable y hedónico, pero no es suficiente para hacernos realmente felices.

Actualmente, las investigaciones neurocientíficas se centran en la investigación del córtex orbitofrontal: se ha demostrado mediante neuroimagen que esta zona de la corteza cerebral tiene conexiones con los sistemas naturales de dopamina y opiáceos.

Parece ser que la sensación de felicidad, más compleja a nivel psicológico que el placer, se produce como consecuencia de la actividad cerebral en el córtex orbitofrontal, encargado entre otras funciones de la planificación de recompensas y la formación de expectativas.

Tal vez por eso se dice aquello de “la verdadera felicidad está en la sala de espera de la felicidad”.

Somos igual de felices cuando esperamos que algo ocurra, que mientras ocurre realmente.

Amígadala: el Miedo y la Amenaza

Evolutivamente, nuestro cerebro está sabiamente preparado para detectar peligros y responder rápidamente a ellos (bien huyendo o bien agrediendo), a través de la emoción de miedo.

Si no tuviéramos miedo, no hubiéramos sobrevivido como especie, pues no habríamos sido capaces de detectar con habilidad los peligros del entorno y evitarlos.

Esa función de detección de amenazas y respuestas de miedo y agresión le corresponde a la amígdala, una región cerebral situada en el sistema límbico. Su funcionamiento correcto es absolutamente necesario, pero una activación excesiva de la amígdala se relaciona con problemas de ansiedad, fobias, depresión y agresividad.

La fórmula de la felicidad no la tiene Coca-Cola

La fórmula de la felicidad no está en una lata, está en nuestro cerebro. Y es la siguiente:

  1. Haz todo aquello que active tu córtex orbitofrontal
  2. Evita al máximo los estímulos que alerten tu amígdala
  3. Dale caprichos a tu circuito cerebral de recompensa

Reprogramar nuestro cerebro para ser más felices

Nacemos con un cerebro preprogramado y preorganizado.

Cada parte del cerebro está especializada en una tarea concreta, este programa es igual (o muy similar) para todos los seres humanos.

Nuestro está programado para detectar peligros y responder rápidamente para que sobrevivamos, pero también está programado para sentir placer.

Sabemos que nuestro cerebro cuenta con una característica muy importante: la neuroplasticidad.

Esto significa que nuestro cerebro es flexible y moldeable, y está cambiando continuamente.

Podemos modificar nuestra estructura cerebral a partir de nuestros hábitos y conductas, creando nuevas redes neuronales y eliminando redes en desuso.

La actividad mental cambia la estructura del cerebro; eso significa que lo que pensamos, sentimos y hacemos, cambia físicamente nuestro cerebro.

Esto deriva en la conclusión más importante: es posible reprogramar nuestro cerebro para ser más felices, aprovechando al máximo los hábitos, conductas, pensamientos y sentimientos que potencien las redes neuronales asociadas a la felicidad.

Todos podemos ser más felices de lo que somos, más allá de la genética y las condiciones sociales.

Es una cuestión de aprendizaje, que se puede lograr con ejercicios y disciplina.

Comienza hoy a ser más feliz

Para hacer feliz a tu cerebro, hay dos vías.

Primera, sé consciente de cada uno de los detalles que te producen bienestar, y poténcialos para aumentar la actividad de tu córtex orbitofrontal y tu sistema cerebral de recompensa.

Y segunda, detecta aquellos estímulos que te producen malestar, pensamientos o emociones negativas, y redúcelos o elimínalos de tu vida.

Pueden ser objetos, actividades, o incluso personas desagradables o nocivas para ti. Ajustarse a esta conducta bajará la actividad de tu amígdala.

Ser más feliz mejorará tu salud y tu éxito.

¡Comienza a partir de ahora a hacer los cambios necesarios para aumentar tu felicidad!

Tuneado del artículo publicado en www.psicoterapiaserendipia.com

Autor: Estefanía Mónaco