Debemos aprender a diferenciar la depresión de las variaciones habituales del estado de ánimo y de las respuestas emocionales breves a los problemas de la vida cotidiana.
Puede llegar a convertirse en un problema de salud serio, especialmente cuando es de larga duración e intensidad moderada a grave, y puede causar gran sufrimiento y alterar las actividades laborales, escolares y familiares.
La depresión es la principal causa mundial de discapacidad y contribuye de forma muy importante a la carga mundial general de morbilidad.
A menudo se discute sobre un posible origen físico y no solo mental de la depresión, causado por infecciones e incluso inflamación cerebral. De hecho, en más de una ocasión se ha ligado la depresión con un mal funcionamiento de determinadas áreas cerebrales, aunque no hay consenso sobre si este mal funcionamiento es una causa o una consecuencia de dicha depresión.
Ahora, gracias al nuevo estudio realizado por los investigadores de la Universidad de Warwick (Reino Unido) junto a sus colegas de la Universidad de Fudan (China), y publicado recientemente en la revista Brain, es posible que hayamos encontrado el origen físico de la depresión a nivel cerebral, corroborando así que no se trata solo de un “estado de ánimo”, sino que va más allá.
La depresión está en tu cabeza.
Es una expresión que se suele usar para infravalorar la enfermedad, para destacar su factor mental, como si fuera algo que imagina quien la sufre.
Al equipo de investigadores le movía el deseo de comprobar si existían diferencias observables en la mente cuando se sufre este trastorno.
Para ello realizaron escáneres a más de 900 personas separadas en dos grupos.
El primero estaba compuesto por 421 pacientes diagnosticados con un trastorno depresivo mayor.
El segundo reunía a 488 voluntarios sanos.
Tras realizar las pruebas de resonancia magnética cerebral, aquellos que sufrían depresión poseían conexiones neuronales más débiles entre la corteza orbitofrontal medial (activa cuando recibimos cualquier tipo de recompensa) y el sistema de memoria del hipocampo.
En otras palabras, y aunque es necesario seguir realizando pruebas, es probable que aquellas personas que sufren depresión tengan mayor dificultad para recuperar memorias de tiempos felices o positivos.
Las imágenes que obtuvieron presentaban disparidades en la actividad neuronal de la corteza orbitofrontal, una región del cerebro relacionada con la toma de decisiones, la integración sensorial y la formación de expectativas.

Las personas que sufrían depresión mostraron que tienen unas conexiones muy débiles entre la región orbitofrontal y el hipocampo, el almacén de los recuerdos.
Aunque todavía no se ha demostrado más allá de toda duda, esta característica se suele asociar a una mayor incapacidad para poder acceder a memorias felices.
Como si hubiera dejado de funcionar correctamente el ascensor que baja al trastero en el que una vez guardamos el trozo de pastel de nuestro séptimo cumpleaños, las fotografías de un viaje improvisado en el que todo salió bien o el fragmento de un vídeo en el que te ves reír con el peor chiste del mundo.
Las diferencias no terminan ahí.
Los pacientes aquejados de depresión también presentaron fuertes conexiones neuronales entre la corteza orbitofrontal y orbitofrontal lateral, una región del cerebro relacionada con el procesamiento de las malas experiencias y, en especial, los castigos y alberga la sensación de pérdida o de decepción que se experimenta al no recibir gratificaciones.
Dichas conexiones se vislumbraron en diferentes partes del cerebro, incluyendo el precúneo (que participa en el sentido del “yo”) y el giro angular (responsable de la recuperación de la memoria y la atención).
Esta comunicación neuronal podría desatar constantemente las experiencias negativas que se vivieron e imposibilitar que se tenga una buena estima de uno mismo.
En resumen, todo esto indicaría que un aumento de la actividad cerebral en dicha zona podría significar que a las personas con depresión no solo les resulta complicado recordar las buenas experiencias, sino que amplifican las experiencias negativas, algo que dificulta sentirse bien con uno mismo.
Por su parte, al comparar la actividad cerebral de las personas con depresión que recibían medicación con los que no tomaban nada, los investigadores descubrieron que aquellos que sí se medicaban tenían una menor actividad de la corteza orbitofrontal lateral (disminuyendo así los recuerdos de experiencias negativas).
En otras palabras, los antidepresivos tendrían un efecto positivo a nivel cerebral.
Señalando a las raíces físicas de la enfermedad, los científicos creen haber demostrado que la depresión no solamente es un estado de ánimo.
Los investigadores creen que una mejor comprensión sobre el origen de la depresión a nivel físico (a nivel cerebral), puede llegar a marcar una gran diferencia en la búsqueda de un nuevo modo más efectivo de tratarla.
Actualmente hasta el 50% de las personas con depresión no responden bien a la primera medicación que se les prescribe, y esto exige una solución inmediata.
Los autores esperan que su estudio arroje una mejor compresión del trastorno que permita desarrollar tratamientos más adecuados para quienes viven arraigados, sin quererlo, a sus pensamientos más negativos.
Algunas cifras relevantes
- Según la OCDE, las enfermedades mentales, como la depresión, cuestan a los países miembros hasta un 4% del PIB.
- El coste de la depresión en la Unión Europea se ha estimado en más de 92.000 millones de euros en 2010.
- La mayoría de los costes son indirectos, 54.000 millones de euros, tales como pérdida de productividad laboral, bajas por enfermedad y jubilación anticipada.
- La pérdida de productividad provocada por el absentismo y presentismo representa en torno al 50% de todos los costes relacionados con la depresión.
- En España, el impacto económico de la depresión es aún más importante cuando los episodios se hacen recurrentes y, además, varía según la respuesta del paciente al tratamiento recibido. En este sentido, se ha observado que un paciente con respuesta inadecuada tiene un coste asociado de casi el doble comparado con un paciente en remisión.
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