Igual ocurre con la palabra “autocompasión”, la cual trae a la mente el concepto de victimismo.
Nada más ajeno a la esencia de ambos conceptos, que lejos de promover una visión disminuida del otro o de uno mismo, precisamente lo que la compasión contempla es la percepción y la compenetración en el sufrimiento del otro, y el deseo y la acción de aliviar, reducir o eliminar por completo tal situación dolorosa.
Si somos capaces de entender que la compasión es totalmente contraria a que el otro se sienta menospreciado, podremos comprender a qué tipo de emoción y comportamiento nos estamos refiriendo.
La compasión juega un papel fundamental en la activación de nuestro sistema neurológico del bienestar.
Su importancia terapéutica hay que encuadrarla en el hecho de que es un proceso que ayuda a superar las consecuencias negativas de la autocrítica destructiva y de la vergüenza en las relaciones sociales y que genera emociones positivas que son muy importantes para sentirnos felices.
Definición de la compasión
La compasión es un comportamiento dirigido a eliminar el sufrimiento y a producir bienestar en quien sufre.En ella se pueden considerar diferentes facetas:
- Un componente emocional que, ante la presencia de un estímulo, nos provoca un impulso a actuar. En este sentido la compasión es una emoción que surge ante la percepción del sufrimiento ajeno y nos provoca un impulso dirigido a paliar el sufrimiento que percibimos.
- Un componente conductual que incluye el compromiso y la decisión de realizar acciones dirigidas a eliminar el sufrimiento.
- Un componente cognitivo que incluye varias facetas:
- La atención al sufrimiento ajeno.
- La evaluación de ese sufrimiento.
- La evaluación nuestras capacidades concretas para intervenir eficazmente y poder paliarlo en ese momento.
Así, paliar el sufrimiento de alguien nos provoca sentimientos asociados con nuestro bienestar; percibir el sufrimiento ajeno nos puede generar la emoción que nos impulsa a ayudarle, ...
Un camino hacia la compasión: la empatía y la simpatía
La compasión es algo más que la empatía, que es la capacidad de entender la conducta y los sentimientos de los demás.La empatía consiste en una reacción cognitiva, se trata de entender intelectualmente el sufrimiento del otro.
La compasión se diferencia de la empatía porque no solamente entendemos el sufrimiento que percibimos, sino que nos despierta un impulso de realizar una acción dirigida a neutralizar o hacerlo desaparecer.
También es algo más que la simpatía, porque esta es una reacción que nos lleva a sentir la emoción que está sintiendo el otro.
Así, cuando percibimos el sufrimiento de alguien, podemos sufrir con él; pero la compasión conlleva, además, el impulso hacia la actuación para eliminar o disminuir el sufrimiento.
La autoestima aumenta cuando hacemos las cosas bien, la autocompasión se refiere a cómo nos tratamos cuando las cosas no van bien.
Siguiendo a Paul Gilbert, quien formuló la terapia centrada en la compasión tras realizar una síntesis de las teorías del apego de J. Bowlby, el pensamiento budista, la psicología evolutiva del cerebro humano y la teoría de la mente, proponemos estos pasos para desarrollar la compasión:
- En primer lugar para desarrollar la compasión es necesario practicar la atención hacia el sufrimiento de los demás.
- Desarrollamos luego la empatía hacia él. La empatía consiste en realizar un esfuerzo para entender el sufrimiento de esa persona. No se trata de justificarla, sino de entender intelectualmente su comportamiento.
- Un paso más allá es sentir simpatía.
- Finalmente, se potencia la compasión llevando a cabo conductas para paliar el sufrimiento percibido. Son conductas que pueden ir dirigidas a fomentar la oxitocina, por ejemplo, el contacto físico o trasmitiendo el mensaje de que nos importa, sufrimos con ellos y queremos eliminar su sufrimiento. Como en todas las emociones, el componente emocional de la compasión se incrementa al realizar la conducta a la que impulsa.
La autocompasión
Podemos destacar tres clases de compasión: la que dirigimos hacia otros, la que recibimos de otros y la que orientamos hacia nosotros mismos.La compasión hacia nosotros mismos es la autocompasión; parte de la emoción que nos lleva a neutralizar o superar nuestro propio sufrimiento.
La compasión hacia los demás incluye la misma emoción que está involucrada en la autocompasión y, por ello, si el sufrimiento ajeno nos deja impasibles, podemos ser también implacables con el nuestro y viceversa.
El sentimiento es el mismo y ser compasivos con otros puede ayudarnos a serlo con nosotros mismos y si somos críticos con los demás probablemente lo seremos con nosotros mismos.
La compasión y el bienestar individual
Es usual que una persona extremadamente crítica con los demás también lo sea consigo misma; y también al revés.Son casos en donde el individuo se centra exageradamente en su ego. Eso le impide sentir compasión frente a los demás, pero también por a sí mismo.
El individuo puede llegar a sufrir mucho por ello. Hay un orgullo desmedido que impide sentir la vida desde una perspectiva relajada y positiva. Más bien cada acontecimiento se convierte en una batalla donde lo importante es prevalecer.
La compasión como terapia
La Terapia enfocada en la compasión es, como su propio nombre indica, un tipo de intervención terapéutica que ve en la compasión una forma de mejorar la situación de muchas personas que sufren.Está especialmente indicada para las personas que son muy críticas consigo mismas y con los demás.
Lo más interesante de esta novedosa terapia es que su eficacia se ha medido científicamente en un laboratorio.
Se ha demostrado que la compasión se puede aprender y entrenar.
También se evidencia que, al hacerlo, nuestro cerebro cambia y mejora.
La terapia enfocada en la compasión entrena la habilidad de sentir el sufrimiento de los demás y desear su reparación.
Así mismo, enseña que este ejercicio debe aplicarse también, y primordialmente, a uno mismo. Ser autocompasivo no es sentir lástima por uno mismo, ni llorar por sentirse inferior, o impotente.
De lo que se trata es de aprender a no culparnos por nuestros errores, fallos o equivocaciones; de no juzgarnos duramente con la ventaja de conocer el resultado.
Efectos de la compasión
La compasión y la autocompasión activan el sistema de bienestar.Como resultado de las investigaciones realizadas sobre la compasión, se ha comprobado que al entrenar la compasión el cerebro activa la secreción de oxitocina, la llamada “hormona de la felicidad”.
También se producen cambios en ínsula, el hipocampo y la hipófisis. Lo que contribuye a conseguir una mayor tranquilidad, seguridad y sensación de bienestar.
Nos producen alegría y calma. Nos ayudan a afrontar nuestros fallos, a tomar riesgos, a practicar y manejar nuestros fallos desde la competencia, a manejar las críticas y los conflictos, a crear mejores y más armoniosas relaciones.
Puede llegar a ser el centro de nuestra identidad, si encontramos en ella el sentido de nuestra vida.
La compasión puede poner en marcha de nuevo el sistema de vínculo que puede haberse cerrado debido a conflictos emocionales, por haber sido abandonado o por haber sufrido abuso.
Es entonces cuando aparecen las memorias emocionales relativas a los sucesos que provocaron el cierre pudiendo provocar miedo a sentir la compasión.
Construir la compasión
La compasión surge del equilibrio entre los tres sistemas que regulan la emoción (el sistema de reacción ante las amenazas, el sistema de activación general o de búsqueda de recursos/incentivos y el sistema de bienestar) labor que, en concreto, realiza el sistema de bienestar.La compasión incluye una emoción que tiene aspectos negativos, porque supone entrar en contacto con el sufrimiento y eso nos hace sufrir.
Aunque el sufrimiento está presente en todo momento en la vida del hombre, nuestra sociedad nos aísla de él, porque es desagradable y no queremos verlo ni sentirlo cerca.
La percepción del sufrimiento es una condición previa para sentir compasión.
En este sentido, Atkins y Parker proponen varios pasos para fomentar la compasión:
Percibir el sufrimiento
Para ser capaces de ponernos en contacto con el sufrimiento hemos de estar abiertos a sentirlo. El entrenamiento en mindfuness implica estar abiertos a la experiencia de lo que ocurre a nuestro alrededor y a darnos cuenta de lo que les pasa a los demás con amplitud de mente y curiosidad. y elegir con más libertad nuestra actuación en esos momentos.
Evaluarlo
La evaluación que hagamos de quien sufre influye de forma básica en que se dispare o no nuestra emoción. Cuando nuestra mente entra en funcionamiento, se producen dos tipos de evaluaciones: la de la situación externa y la de nuestra capacidad para afrontarla. Si valoramos de forma negativa a aquel que sufre, la compasión no surgirá. Por ejemplo, si pensamos que se merece el sufrimiento porque no ha sido previsor o por cualquier otra causa, inhibiremos la emoción y justificaremos nuestra inacción. También valoramos nuestra posibilidad de ayudar, si no apreciamos que tengamos capacidad de ayudar, tampoco nos dejaremos llevar por nuestros sentimientos compasivos.
Sentir la compasión
Hemos de tener capacidad de vivir plenamente los sentimientos y pensamientos negativos que surgen al entrar en contacto con el sufrimiento, propio o ajeno. Dejarnos llevar por la compasión puede implicar involucrarnos en el dolor ajeno por encima de las reacciones lógicas de protegernos.