Kūki yomenai o la importancia de saber “leer en el aire”

Volvemos hoy a inspirarnos en la muy particular cultura japonesa para rescatar un término que resume una de las cualidades que resulta fundamental en los procesos de comunicación tan importantes hoy como siempre. Y tan imprescindibles en la cultura oriental como en la occidental.

Kūki yomenai, literalmente significa “no saber leer el aire”, es una expresión que se usa para definir a aquellas personas que tienen problemas para darse cuenta de ciertas cosas, que no terminan de comprender la comunicación no-verbal o hasta ciertos aspectos del código social japonés, por lo que siempre acaban diciendo o haciendo cosas inoportunas y poniendo en situaciones comprometidas a la otra parte.

Japón es un país donde la importancia del grupo, por encima del individuo, rige muchas de las directrices y convenciones sociales. Se suele pensar antes en el grupo, en mantener la paz y la armonía y no generar conflictos innecesarios, antes que en uno mismo.

Es por ello que los japoneses dan mucha importancia a la capacidad individual de "leer el aire", es decir, de saber comprender cuál es la situación, aunque no se exprese con palabras.

Así, una persona que “no sabe leer el aire” es alguien que no controla demasiado el lenguaje corporal y no-verbal y es incapaz de comprender expresiones faciales o señales no-verbales que le indican si la otra persona está enfadada, triste, no tiene interés por el tema en cuestión...

Y es que el lenguaje no-verbal es muy importante en una sociedad como la japonesa, donde es casi un arte –“el arte del vientre”, lo llaman– pues se usa para evitar el conflicto directo.

Así, alguien que es incapaz de comprender este lenguaje no-verbal o la ambigüedad que reina en la comunicación japonesa es una persona kūki yomenai, alguien que “no sabe leer el aire”.

Justamente para evitar una confrontación, en Japón no se suele decir “no” directamente.

Así, los japoneses buscan maneras de hacer entender a la otra persona su negación de una manera más sutil a través de frases vagas, expresiones más o menos vacías o hasta a través del silencio, una herramienta de comunicación importantísima en el país nipón.

Así, si en los países occidentales somos, por lo general, bastante directos, en Japón se usan las indirectas y ciertas expresiones para dar a entender a la otra persona nuestro verdadero mensaje.

Es decir, por un lado, es importante mantener la armonía social y por el otro es importante saber comprender el mensaje que nos están enviando.

Por ejemplo, cuando un chico le pide una cita a una chica y ésta le da excusas que consideraríamos poco creíbles o usa la expresión más vaga, pero con más traducciones posibles, el temido ‘chotto…’ (sería como un ‘esto… a ver cómo te digo que no sin decirte que no’ XD), el chico tiene que entender que es que no, aunque ella no se lo diga directamente.

O en un entorno de negocios, cuando alguien te dice que el proyecto en el que has pensado es “aaa… muzukashii…” (literal “uy, difícil…”), no te están diciendo que es difícil, pero se va a intentar (como se entendería en un contexto occidental), sino que básicamente te están diciendo que no.

La incapacidad de una persona de comprender estas expresiones, este lenguaje particular de la ambigüedad y las frases vagas, es otro ejemplo claro de alguien kūki yomenai.

Y en términos corporativos, puede ser una fuente de malentendidos entre empresas japonesas y extranjeras.

En muchos casos, alguien que “no sabe leer el aire” resulta para muchas personas alguien con poco sentido común o hasta mal educado y suele generar muchísima incomodidad y una alta sensación de tensión.

Desde hace unos años, especialmente con la llegada de Internet y los medios sociales, se usa la abreviación KY, pronunciado kē wai, para referirse a personas que “no saben leer el aire”.

En muchos casos se usa de manera jocosa, entre amigos, aunque no deja de tener parte de verdad; si decimos algo que no termina de encajar con lo que se está hablando, es fácil que alguno de nuestros amigos nos llame KY.

En ambientes más formales, sin embargo, la gran mayoría de japoneses intentarán cambiar de tema y no hacer hincapié en el asunto, especialmente si se trata de una situación cara a cara.

Como tantas modas japonesas, la moda del término KY parece que poco a poco va desapareciendo y ahora es más habitual usar el imperativo kūki yome! (literal “¡lee el aire!”), dirigido hacia aquellas personas que no están atentas al protocolo o no tienen en cuenta las convenciones sociales de la situación en cuestión a la hora de hablar.

De nuevo, es una expresión especialmente usada en Internet y entre amigos, mientras que en situaciones más formales los japoneses no suelen tener coraje de decirla, al ser demasiado directa (y, por lo tanto, al poder generar un conflicto que intentan evitar a toda costa), aunque entre amigos, naturalmente, la cosa cambia.

Finalmente, en algunas ocasiones se usa KY o el imperativo de manera menos seria para definir o llamar la atención a alguien que está despistado (en castellano informal diríamos aquello de ’empanado’ o ‘estás empanado’), una persona que no se entera de nada, que siempre ‘está en la luna’… no por malicia, sino simplemente porque es muy despistado.

Esto se ve en muchos manga y anime para chicas, donde el chico por el que suspira la chica protagonista normalmente es muy despistado y no se da cuenta de todo lo que hace la chica por él, no se entera del amor que le profesa la chica, por ejemplo.

Está claro que saber comprender el lenguaje no-verbal, la ambigüedad y las indirectas es importantísimo en cualquier contexto cultural, pero sin duda es básico en la sociedad japonesa.

Si no somos capaces de hacerlo, no sólo nos etiquetarán como KY, sino que además generaremos una tensión innecesaria a nuestro alrededor.

Tan importante resulta comprender el lenguaje corporal en la comunicación no verbal que los investigadores ya le han dedicado una parte importante de sus esfuerzos a estudiar y medir el uso y frecuencia de los elementos que participan en el proceso de comunicación como un todo.

Las estadísticas más populares sobre este tema son las cifras proporcionadas por A. Mehrabian (1970). En la comunicación, por término medio, encontramos la siguiente combinación: El 7% del mensaje se produce a través de las palabras emitidas; el 38% el tono y la entonación utilizados y el 55% restante corresponde a elementos de comunicación no verbal).

Mehrabian reconoció enseguida, frente a la generalización "viral" de este discurso, que sus cálculos fueron malinterpretados y que se les dio demasiada importancia.

Es difícil decir, desde un punto de vista cuantitativo, lo que representa el lenguaje no verbal, así que más que un discurso cuantitativo más, lo que vamos a hacer es razonarlo a partir de un ejemplo:

Piensa por un momento en el encuentro con un amigo con el que quieres compartir un acontecimiento personal feliz. Conforme le ves venir, le esperas con la mano tendida. En respuesta, casi automática, él tiende la suya. Las miradas se cruzan. Rápidamente te das cuenta de que tiene el rostro triste. De hecho, no has intentado deducir su emoción en ese momento, sino que un módulo cerebral (neuronas espejo junto con la corteza parietal derecho anterior) lo ha hecho por ti y te ha enviado la información consciente “parece triste”. Esa es la información que tu tomas en cuenta.

¿Te apetece todavía compartir tu feliz noticia?

No. Su mirada ha transformado el curso de tus pensamientos.

En lugar de ello, le dices con toda la empatía de la que eres capaz: “¿Pareces pensativo esta mañana... cansado?”

Una sola mirada compartida ha bastado para transformar el curso de vuestros pensamientos porque, observándolo, habéis olvidado la información que os hacía felices.

Acaba de pasar algo mucho más increíble que el hecho de que la comunicación 7% del lenguaje pase por las palabras, el 38% por el timbre y entonación de la voz, y el 55% por el lenguaje del cuerpo. Aquí, la comunicación no verbal de vuestro interlocutor ha cambiado totalmente la trayectoria de vuestros pensamientos.

Os ha hecho cambiar el tema de conversación.

Este fenómeno se produce cada día. “El mensaje del otro” nos cambia, aunque no emita ninguna palabra.

Y nosotros, sin saberlo, cambiamos a nuestro interlocutor.

No solamente el lenguaje del cuerpo da su tempo (ritmo) al diálogo sino que, además, transforma su contenido. Más allá de la transmisión de la información, es sobre la naturaleza de la información en sí misma, en la que el lenguaje corporal tiene impacto.

En este ejemplo, el mensaje no verbal no representa el 55% de la comunicación, el mensaje no verbal transforma el contenido incluso de los mensajes que los interlocutores se envían. Transforma el 100% de la comunicación.

En el intercambio, las informaciones enviadas y recibidas están priorizadas a partir de criterios emocionales. Y evaluándolas nosotros, las emociones nos permiten comprender lo que es importante. Pueden transformar totalmente el contenido de la comunicación verbal.

Teniendo en cuenta que el lenguaje verbal suele corresponder a la parte consciente del mensaje y el lenguaje no verbal a la parte inconsciente, parece importante que, sin ponerse nervioso ni obsesionarse, debemos prestar mayor atención a si aquello que decimos es justo lo que queremos decir.