Influencia del apego en el desarrollo del cerebro de tu hijo

De todas las especies, los bebés humanos son los que nacen más inmaduros.

Sus capacidades físicas, mentales y emocionales son muy limitadas; de hecho, algunas estructuras cerebrales están aún por desarrollarse.

Imagina cómo es el mundo de un recién nacido, el mundo de un bebé.

Todo es nuevo para él. Todas las señales que recibe deben ser interpretadas, deben ir cobrando un sentido; “una sonrisa en el rostro de mamá significa que todo va bien” “si lloro me dan de comer y me siento bien” “si escucho ruido debo asustarme o quizás no”, …

Nunca llegamos a tener la mente tan abierta al aprendizaje como en nuestros primeros años de vida.

Relación de apego

Y es que el desarrollo del cerebro, a parte de la genética, depende en gran parte de las experiencias vividas a edades tempranas; esas experiencias son las que se dan en la relación de apego.

Ahora imagina que, durante este periodo tan importante, el niño sufre algún tipo de trauma: abandono, negligencia, maltrato, abuso… ¿Qué huellas crees que puede dejar eso en su cerebro en desarrollo? ¿Y en su personalidad, en su modo de entender las relaciones o el mundo?

Hoy en día se ha demostrado la importancia de la relación de apego para el desarrollo de determinadas zonas del cerebro relacionadas con las emociones.

Así pues, parece que la madre o el padre, a través de la relación de apego, pueden sentar las bases neurobiológicas para el manejo de la ansiedad, el miedo y la futura reacción ante situaciones adversas.

Lo primero para que el cerebro se desarrolle sanamente y crezca saludablemente es un entorno seguro y en los primeros meses y años esa seguridad la darán las figuras de apego seguro que son básicamente mama y papá.

Para que esa esponjita, el cerebro, aprenda y utilice todo su potencial precisa estar tranquilo, sentir calma y vivir en un estado de seguridad total y esto se logrará solo si la figura de apego seguro, o sea mamá o papá, abuela, tía, … responde de forma adecuada a sus demandas de atención.

La emoción como modelador del cerebro

Cada vez que el bebé reciba atención e interacción con la figura de apego su cerebro registrará una emoción y esta emoción mandará información a los diferentes sistemas de funcionamiento del bebé, ya sea el habla, el motor y por supuesto las habilidades sociales con las que antes se creía que nacíamos y ahora sabemos gracias las neurociencias que dichas habilidades se aprenden.

A partir de la comunicación con su mamá cada bebé aprende primero a comunicarse mediante gestos, sonrisas, miradas, movimientos corporales y posteriormente aprenderá a hablar.

Es importante decir que las necesidades emocionales de los bebés, niñas y niños están en el mismo nivel de importancia que las necesidades fisiológicas como comer, dormir, ir al baño, entre otras.

Por esto es clave que, como padres, entendamos la influencia que tiene el apego en el desarrollo del cerebro infantil.

En este sentido cada vez que mamá o papá responden a la demanda de su hijo estarán mandando información a su cerebro y con ello cubriendo una necesidad emocional y fisiológica de calidad, puesto que con cada estimulo crecen las redes neurales del cerebro que están en total construcción.

Esta información que nos arroja la neurociencia respalda lo que se viene diciendo desde hace ya varios años en relación con que dejar llorar a los bebés hasta que se queden dormidos no sólo no es bueno, sino que es altamente dañino, debido a que el proceso bioquímico que desarrolla el cuerpo generando cortisol, la hormona del estrés, afecta el crecimiento de la corteza prefrontal del cerebro que es la encargada de operar el aprendizaje, el habla, en fin la capacidad de procesar toda la información que recibimos.

Crianza de calidad

La neuroeducación nos está mostrando que la calidad de crianza que apliquemos en nuestros hijos es la clave para formar personas con mayor habilidad social, con más capital humano, pues todo esto se aprende en casa y para aprenderlo necesitamos que alguien en quien confiamos nos los enseñe mediante los hechos, las acciones.

Aprendemos a ser seres humanos en casa, por lo tanto, los padres debemos entender la influencia que tiene el apego en la maduración del cerebro del niño.

«No lo cojas tanto en brazos, que lo estás malcriando y se acostumbrará».

Todas las mamás primerizas y todos los papás primerizos escuchan este mantra de boca de familiares, amigos, vecinos y desconocidos que alegan los presuntos beneficios de criar bebés más independientes.

Puede que esté dicha con buena intención, pero la frase no puede ser más errónea.

La importancia del contacto piel con piel

Achuchar a los bebés, cogerlos, besarlos y hablarles hace que crezca su cerebro.

No lo dicen solo los gurús de la crianza con apego. Lo confirma la ciencia.

“Los bebés necesitan que les hables, los toques e interactúes con ellos. De esa manera estás favoreciendo las conexiones neuronales (sinapsis)”.

Tiene que haber estímulos para que las neuronas se conecten.

Hasta los 3 años, y sobre todo en los primeros meses de vida del niño, se producen entre 700 y 1.000 conexiones neuronales por segundo.

“Si no interactúas con tu bebé, ¿qué estímulos va a recibir? ¿Cómo va a aprender a hacer cosas?”, explica la médica, pediatra y neuropediatra María José Mas, autora de “La aventura de tu cerebro”.

“Cuando una mamá o un papá achuchan, abrazan, besan y hablan con su bebé le están proporcionando experiencias que le van a permitir generar esas conexiones. Tienen que ofrecer esos estímulos con cariño y sin estrés. Cuando tú hablas a tu crío, tu objetivo como padre –aunque sea inconsciente– es que aprenda a hablar también”, continúa la experta.

La especial fisionomía de los bebes

Los bebés, de hecho, están programados para que se les achuche y se les abrace.

Su fisionomía está diseñada para eso, algo que ya fue descrito científicamente por el médico Konrad Lorenz.

El kindchenschema (el esquema de los niños) responde a una cabeza grande respecto al cuerpo, brazos y piernas rechonchas, nariz y barbilla pequeñas, ojos grandes y piel suave.

Estas características dan al bebé un aspecto frágil e indefenso que despierta ternura.

“Pasa también con los animales, ya sea un cachorro de perro o un tigre recién nacido. Cuando un niño –o un animal– tiene un aspecto frágil, desencadena en la mayoría de las personas, sobre todo en las que están en edad fértil, un instinto de protección”, describe la doctora Mas.

Verbalizar también importa

Hablar con el niño es darle la oportunidad de aprender el lenguaje.

Desde la más tierna infancia, cuanto más se expone a los críos a nuevas palabras, mayor es su vocabulario.

“Los padres no solemos saber qué decirle a un bebé. Pero puedes hacer muchas cosas: describir lo que ves en la habitación, explicarle qué estás cocinando o contarle lo que has hecho en el trabajo”, afirma el psicólogo Álvaro Bilbao en su libro “El cerebro de los niños explicado a los padres”.

Básico con prematuros

La evidencia científica demuestra que el contacto físico es fundamental para el desarrollo humano.

En el caso de los bebés prematuros, a los problemas estrictamente médicos que sufren se suma el riesgo de que sus madres y padres no desarrollen de forma inmediata el vínculo porque su aspecto no cumple las expectativas de lo que se supone que tiene que ser un bebé: rechoncho y achuchable.

Existe, incluso, el peligro de un posible rechazo.

De ahí la importancia del método piel con piel.

“Sostener a un bebé prematuro y ponérselo encima ayuda al niño a regular la temperatura. Además, es un lugar cercano para él por los olores y los sonidos del cuerpo de la mamá”, advierte la neuropediatra autora de “La aventura de tu cerebro”.

Para terminar, coincidimos con el psicólogo Álvaro Bilbao quien señala que “cuando hablas con tu hijo, lo besas y te observa, su cerebro realiza conexiones que le ayudarán a afrontar su vida como adulto”.