IKIGAI o la razón de vivir

¿Has encontrado ya tu razón para vivir?

En ocasiones, las preguntas más fáciles de formular son las más complicadas de responder.

Nuevamente vamos a hacer una incursión en la cultura japonesa para tratar de encontrar inspiración que arroje luz sobre esta significativa interrogación.

Ikigai es un concepto japonés que significa “la razón de vivir” o “la razón de ser”. Todos tenemos un ikigai, de acuerdo con la cultura japonesa. Encontrarlo requiere de una búsqueda en uno mismo, profunda y a menudo prolongada.

Esta búsqueda es considerada de máxima importancia, ya que se cree que el descubrimiento del propio ikigai produce satisfacción y aporta sentido de la vida.

El término se utiliza para referirse a aquellas circunstancias mentales y espirituales en las que las personas sienten que sus vidas son valiosas.

No está necesariamente ligada a la situación económica personal, o al estado actual de la sociedad. Incluso si una persona siente que el presente es sombrío, pero tiene un objetivo en mente, puede sentir el ikigai.

Los comportamientos que nos hacen sentir el ikigai no son acciones que nos vemos obligados a llevar a cabo, sino acciones naturales y espontáneas.

Es una palabra que te invita a vivir al máximo, a “iluminarte de inmenso”, a ser virtuoso y ser persona, a comprenderte a través de los ojos del mundo como si éste fuese un espejo.

Desafortunadamente, aunque se trata de un concepto fácil de entender, quizá no es sencillo de encontrar, debido a la complejidad emocional e intelectual de nuestras vidas.

Veamos algunas claves.

Japón es una sociedad compleja, especialmente en lo que se refiere al individuo como parte de la sociedad.

La naturaleza del Ikigai se basa en vivir el presente, como consecuencia, en ningún momento la búsqueda del Ikigai persigue “vivir a medias”, justificándose bajo la creencia de que existe una vida mejor en el más allá, prometida por algunas religiones que en su filosofía incluyen la vida después de la muerte como una forma de redención.

Es preciso profundizar en la comprensión de la filosofía y sociedad japonesa intentando entender la lucha interna que en muchos casos sufre el individuo japonés a la hora de relacionarse con el resto de la sociedad.

Como en cualquier otra sociedad, el individuo moldea su ‘yo’ en diferentes niveles. Según Gordon Matthews, antropólogo americano, el individuo japonés crea su propio ser a través de estas tácticas que, aun no siendo específicas de Japón, permiten comprender la naturaleza de la sociedad japonesa:

  • Nivel “dar por sentado”: es el nivel más profundo, que se observa principalmente en el lenguaje y en las prácticas sociales atávicas. Por ejemplo, el modo en que en Japón hablamos a nuestro superior en la oficina es algo que tenemos muy interiorizado, que es “natural” y que damos por sentado que debe ser así, sin plantearnos que pueda ser de otro modo.
  • Nivel “y qué se le va a hacer’: es el nivel de las prácticas y normas culturales y expectativas de las que el individuo tiene constancia pero poco puede hacer para cambiar. Por ejemplo, el “sarariiman” o trabajador que debe trabajar largas jornadas, que se dedicará en cuerpo y alma a su trabajo, a pesar de que ello le puede suponer hasta la muerte, porque es lo que se espera de él.
  • Nivel cultural: es el nivel en el que a través de la cultura buscamos dar forma y justificar nuestro “yo”, el nivel más “libre”, en el que cada uno puede dar rienda suelta a sus deseos e impulsos. En el seno de la cultura japonesa yace un impulso por hacer primero lo que les corresponde y después lo que se quiere, es decir que el Ikigai tiende a ser una estructura mediante la cual los japoneses se inspiran para adaptarse, y no necesariamente un entorno “libre”.

    Ya no vale el hacer las cosas “porque es lo que toca” (para sacar el país adelante después de la destrucción de la Segunda Guerra Mundial, por ejemplo); la nueva generación quiere hacer las cosas “porque quieren”, así que primero deben saber qué quieren, deben descubrir y comprender su ikigai y luchar para conseguirlo.

    Por ejemplo, con el envejecimiento de la población, los hombres y mujeres japoneses saben que cada vez van a disfrutar de más años después de jubilarse.

    Además, con el deterioro de la economía japonesa, los trabajos de por vida y los beneficios de los que el sarariiman disfrutaba antes del estallido de la burbuja, han desaparecido.

    Todo esto hace que hombres y mujeres japoneses se replanteen si realmente su ikigai es la dedicación al trabajo (para ellos) o a la casa (para ellas) o si eso no es más bien una obligación social sin más, la aceptación de unos roles sociales (auto)impuestos por unas condiciones sociales y económicas específicas del Japón moderno.

    Sin embargo, después de las distintas catástrofes naturales, como el Tsunami de 2011, el mundo japonés se viene replanteando su postura ante el Ikigai, redefiniéndolo como un poder transformador capaz de integrar eventos psicológicamente estresantes.

    Este tipo de eventos (desastres naturales, catástrofes, accidentes…) nos dan la oportunidad de replantearnos cuestiones importantes en la vida, como puede ser el significado de nuestra vida hasta el momento, el concepto de felicidad o hasta cómo queremos vivir a partir de ese momento, entre otras.

    Así pues, el ikigai es también una técnica efectiva para afrontar situaciones de estrés postraumático en las que se nos ofrece la oportunidad de replantearnos nuestra vida y su significado.

    Por último, es importante mencionar que la motivación y el significado de la vida, a la vez reunidos en el Ikigai, son factores determinantes en la productividad, en sentido amplio y no meramente economicista, de las personas, puesto que comprenden un estado creativo y activo que incluye el universo de las emociones.

    A partir de esta estructura de valores el japonés moldea su conducta y actúa para mantener viva la idea de que merece la pena vivir en este mundo, sea real o imaginario.

    No debería ser necesario mencionar que aunque se trate de un concepto japonés basado en su propia visión del mundo, el poder transformador del Ikigai puede ser extrapolado a nuestra sociedad en todos sus aspectos.

    A continuación se muestra una imagen que ejemplifica la aplicación del Ikigai a nuestra vida cotidiana a partir de la intersección de cuatro componentes fundamentales: pasión, vocación, profesión y misión.

    Es probable que conozcas a personas con vocación o pasión por lo que hacen, pero actualmente es complicado hallar a alguien que reúna los cuatro componentes fundamentales.

    Esto no se debe a que la búsqueda del Ikigai esté reservada para algunos o sea cuestión de suerte, sino a la actitud con la que cada persona enfrenta la vida.

    Siempre es más sencillo quedarse en la zona de confort, con un trabajo estable que tal vez no es el que te apasiona, pero “ahí estaré tranquilo”, que arriesgarse por lo que realmente quieres.

    Recuerda que también puedes cambiar tu mentalidad acerca de la vida, no es necesario que hagas un gran cambio material porque la mayor transformación parte de tu interior, no de lo externo.

    Este término japonés se ha hecho bastante popular recientemente en Occidente gracias a una TED Talk de Dan Buettner.