No temáis, ni voy a inundaros con la montaña de fotografías que tomé, ni con el tumulto de sensaciones y emociones que me traje de ese insólito país. Una inolvidable experiencia.
Tanto que, a la vuelta no he podido menos que bucear en la bibliografía en búsqueda de los orígenes del comportamiento de una sociedad tan diferente de la nuestra.
Por eso, quiero aprovechar este ratito de camino juntos para compartir con todos vosotros algunos de los aspectos que llaman tu atención, que te resultan chocantes tanto si tienes la oportunidad de tratar directamente con un japonés, como si solamente paseas por la calle y eres observador.
Entre las muchas fuentes en las que puedes encontrar abundante información y que a mí me han servido para documentar esta y otras piedras que he compartido y compartiré próximamente os recomiendo los sitios www.japonismo.com y www.viajandoporjapon.com.
Os animo a husmear y hacer algún meandro alrededor de ese punto si os sentís curiosos y queréis profundizar en una cultura diferente a la nuestra.
Hoy, nosotros, vamos a “manosear” un ratito el concepto “GIRI”. El concepto de “giri”, que podríamos traducir como deber u obligación social, hace referencia a la gratitud que los japoneses deben mostrar ante los demás.
En todo este entramado de comportamientos y organización social que da cuerpo a la cultura ancestral japonesa, entra en juego el “giri”, lo mismo que decir, la
Supone el sentir que estás en deuda con la otra persona y que te lleva a estar obligado a devolver esa gratitud. Supone pensar en el otro antes que pensar en uno mismo.
Es comunidad antes que individualismo.

De esta forma, el “giri” contribuye a regular de una forma contundente las relaciones jerárquicas como las de maestro/alumno, o las relaciones en la empresa, donde es frecuente que los trabajadores sientan que deban agradecer todo a sus superiores y sientan la obligación de llevar a cabo su trabajo lo mejor posible, lo que permite entender el increíble servicio al cliente que encontramos en Japón.
El “giri” también se aplica en la relación entre hombres y mujeres.
De esta manera, el “giri” ayuda a mantener la armonía social o la paz del grupo puesto que obliga a ‘devolver’, a ‘corresponder’ siempre al otro y esto ayuda a limar las posibles asperezas que pudieran surgir en un momento determinado.
Un ejemplo del pasado (algo extremista, pero explicado así el concepto quedará claro) lo encontramos en el samurái que daba su vida por su tarea o por su maestro.
Quizá el ejemplo más crudo de todos pudiera ser el de los kamikaze durante la Segunda Guerra Mundial.
Un ejemplo más actual y práctico: la obligación (no escrita) de sentir que debes corresponder con un regalo de vuelta cuando te regalan algo.
Supongo que, si habéis tenido la oportunidad de entrar en contacto con japoneses en algún momento, conocéis esta experiencia: siempre que les regaláis algo, ellos siempre os regalan algo de vuelta, sienten la obligación de corresponder ese regalo, ese sentimiento es el “giri” .
Esto no es algo exclusivo de los japoneses, pero en la sociedad japonesa sí es donde aparece de manera más acusada. Otro ejemplo práctico del “giri” lo encontramos en los chocolates que en Japón se regalan durante San Valentín o el White Day. De hecho, existe el término “giri choco” para referirse al chocolate que los japoneses regalan a sus compañeros de trabajo por obligación, que no conlleva ninguna confesión de amor, vamos, que es sólo una obligación social.
De hecho, el propio White Day (el día en que son los chicos los que corresponden a las chicas con chocolate) es otra demostración de “giri”.
Un último ejemplo que os quiero comentar lo podéis encontrar en la película americana “The Yakuza”, en la que el personaje de Robert Mitchum pide la ayuda del personaje interpretado por Ken Takakura, y éste no puede negarse a ayudarlo porque algo que el primero hizo por él en el pasado creó un “giri” que nunca podrá devolver.
El origen del “giri”, como el de la gran mayoría de comportamientos japoneses que todavía rigen las relaciones sociales en Japón, lo encontramos en el periodo de Edo, cuando Japón era una sociedad absolutamente clasista y jerarquizada y la obligación, el deber de pagar gratitud al superior era algo que se controlaba hasta sus últimas consecuencias en todas las clases sociales.
Este control alcanza hasta la definición de reglas rigurosas en el saludo, llegando a regular hasta el grado de inclinación del cuerpo en función de la relación entre interlocutores.
Aunque para un español, las reverencias nos llegan a parecer un saludo muy solemne, demasiado teatral, en Japón es la manera habitual. El saludo acostumbrado entre amigos es una leve inclinación de cabeza.
Existen varios tipos de reverencias según la relación entre los interlocutores y la ocasión.
Las reverencias propiamente dichas son una inclinación de la parte superior del cuerpo y la cabeza. La espalda debe quedar recta y, a no ser que tengamos confianza con nuestro interlocutor, la mirada debe dirigirse hacia abajo. Las manos deben colocarse a los costados del cuerpo en el caso masculino y entrelazadas al frente en caso femenino.
Según el nivel de formalidad y el grado de inclinación del tronco, existen cuatro tipos de reverencias:
- Eshaku: Es una reverencia de unos 15º de inclinación. Se utiliza como saludo entre compañeros del mismo rango dentro de la empresa o de un superior hacia sus subordinados.
- Futsuurei: 30º de inclinación. Se utiliza para saludar a un superior dentro de la empresa y para saludar o dar la bienvenida a clientes.
- Teineirei: 45º de inclinación. Una inclinación mayor para mostrar nuestro agradecimiento hacia alguien que ha realizado algo por nosotros o para pedir perdón por un error cometido.
- Saikeirei: 90º de inclinación. Se utiliza para pedir un favor importante a alguien o para pedir perdón por una falta bastante grande que hemos cometido.
Como se puede apreciar, los conceptos de la tradición japonesa en la que se basa el origen del concepto de “giri” se pueden interpretar, siguiendo los paradigmas imperantes en nuestra cultura, como sumisión.
Nada más lejos de la realidad, os animo a que realicéis un esfuerzo de adaptación y traslación, olvidar por un momento (sé que es difícil) los estereotipos generados por años de “cultura occidental” y, situados en el contexto adecuado, interpretar el acto de corresponder con gratitud ante un superior por dignidad, por
La relación que se produce entre el beneficiario de disfrutar de la “auctoritas” de un procer, bien se merece el honor de poder ofrecer una dádiva que intente demostrar el agradecimiento del favorecido.
No es un precio pagado, es una forma de relacionarse.
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