La revisión de más de 160 estudios tanto en sujetos humanos como en animales, informa de una evidencia clara y convincente de que, siempre que el resto de condiciones permanezcan idénticas, las personas felices tienden a vivir más tiempo y a experimentar una mejor salud que sus congéneres infelices.
En un informe de la OMS se relaciona la felicidad con la salud en países como Finlandia Polonia o España (Miret et al, 2015) este estudio epidemiológico encontró una alta correlación entre la felicidad y la salud.
Entre el colectivo de estudiantes universitarios igualmente se evidenció una correlación positiva entre la felicidad y la salud mental.
Se puede afirmar sin miedo a equivocarse que la felicidad puede mejorar el bienestar mental de una persona lo cual es beneficioso para poder llevar a cabo un estilo de vida más sano.
Felicidad y longevidad
En un análisis sintético de 30 estudios de seguimiento sobre la felicidad y la longevidad aparece que la felicidad no predice la longevidad en las poblaciones enfermas, sin embargo, si la predice entre las poblaciones sanas.
De este modo, no se puede decir que la felicidad sea capaz de curar una determinada enfermedad, pero si resulta eficaz en la protección contra el hecho de enfermar.
El efecto de la felicidad sobre la longevidad en poblaciones sanas es notablemente fuerte, y la importancia del efecto es comparable a la de fumar o no.
La felicidad no sólo conduce a una mejor salud, sino también a una vida más larga.
Uno de estos estudios longitudinales que analizó la felicidad y su impacto sobre la longevidad fue realizado hace ahora ya una década y es conocido como “El Estudio de las Monjas” (“The Nun Study”).
El proyecto pretendía analizar la longevidad y la Enfermedad de Alzheimer, utilizando para ello monjas de la orden de Notre Dame, en Estados Unidos.
Las monjas representan un grupo de individuos especialmente valioso para este tipo de estudios, puesto que sus condiciones de vida son muy constantes y similares.
Desde el año 1991 hasta 1993, todas las monjas de la congregación que hubieran nacido antes de 1917 fueron consultadas y se les pidió su consentimiento para formar parte de este estudio, aportar sus registros médicos y personales al mismo, ser objeto de exámenes cognitivos y físicos, y donar sus cerebros tras su fallecimiento.
Un total de 678 monjas aceptaron su inclusión en el estudio.
Cuando los investigadores acudieron a indagar en los archivos de la congregación encontraron una carta de la madre superiora de la orden, datada el 22 de Setiembre de 1930, en la que solicitaba de las hermanas la redacción de una autobiografía.
Del total de 678 monjas reclutadas para el estudio, 218 habían recibido los votos en los conventos de Milwaukee, Wisconsin, y Baltimore, Maryland, entre 1931 y 1943 y, de estas, se conservaban las autobiografías escritas a mano de 180 monjas.
Este material reunía unas características excepcionales para los investigadores, puesto que eran un fiel reflejo de la personalidad de las monjas. Poco podían haber sospechado las monjas que siete décadas después, sus escritos servirían para predecir su longevidad.
La psicóloga Deborah Danner de la Universidad de Kentucky y sus colegas analizaron los escritos de las monjas en busca de términos con contenido emocional y clasificaron las monjas en grupos según la abundancia de términos positivos o negativos.
Cuando esos datos fueron puestos en relación con la supervivencia de las monjas, los investigadores quedaron sorprendidos al observar que las monjas pertenecientes al grupo que había usado mayor abundancia de términos positivos habían vivido un promedio de 7 años más que las que no los usaban.
Si se seleccionaban de entre el grupo de “monjas positivas” las que demostraban un mayor optimismo por su abundancia y variedad de términos positivos, la diferencia en longevidad se incrementaba hasta los 10 años y medio, con respecto a las monjas menos positivas.
El estudio fue publicado en la revista de psicología Journal of Personality and Social Psychology en el 2001, y posteriormente el director del estudio, el epidemiólogo y neurólogo David Snowdon, publicó un libro titulado “Aging With Grace: What the Nun Study Teaches Us About Living Longer, Healthier, and More Meaningful Lives”. (“678 Monjas y un Científico”, título de la edición en español), en el que describe todo el proceso de estudio.
Salud y felicidad
Por otro lado también se considera que la salud es un determinante importante de la felicidad junto con otros elementos tales como tener un trabajo una pareja y unas buenas relaciones sociales un estado de buena salud se relaciona con un mayor nivel de bienestar mientras que reveses en la salud tales como enfermedades graves o discapacidad tienen efectos negativos sobre el bienestar.
En otro estudio llevado a cabo en Alabama en 221 pacientes reclutados en 39 centros de atención primaria se analizó la relación entre la salud percibida y la felicidad los resultados obtenidos sugieren que una adecuada educación en salud y una mejor percepción de la salud están asociados con un aumento de la probabilidad de ser feliz.
Además la relación entre ingresos suficientes percibidos y la felicidad esta medida por la salud percibida las personas con ingresos suficientes tienen más probabilidades de tener una mejor salud percibida y en consecuencia más probabilidades de ser felices otros factores individuales como el sexo edad y la raza no se asociaron significativamente con ser felices o tener una mayor salud percibida en ninguno de los modelos los resultados sugieren que las políticas dirigidas aumentar la cultura de la salud, promover la salud y reducir las disparidades de ingresos puede estar asociadas con mayor felicidad.
Mecanismos por los que la felicidad influye en la salud
En la actualidad se está empezando a comprender no sólo que el bienestar influye en la salud sino cómo se produce este fenómeno.
Unos niveles altos de felicidad pueden influir en el nivel de Salud tanto directa como indirectamente, si bien, ser feliz es sólo uno de los factores importantes que influyen en la salud.
Este fenómeno se produce como consecuencia de que los niveles más altos de bienestar subjetivo pueden influir directa e indirectamente en la salud.
Efectos directos
El efecto directo más común es que la infelicidad crónica activa la respuestas de lucha-huida que, como ya bien se conoce, implica efectos nocivos a largo plazo tales como una presión sanguínea más alta y una respuesta inmune más baja.
El efecto de los estados mentales negativos está bien documentado en la medicina psicosomática. También hay indicadores que correlacionan los estados mentales positivos y la posibilidad de contraer determinadas enfermedades ya que existe una mejor respuesta inmune cuando se está de buen humor.
Efectos indirectos
Por otro lado las personas felices, generalmente, desarrollan conductas saludables y tienen mejores relaciones sociales.
Existen muchos factores que influyen en la salud de forma positiva, como tener un sólido apoyo social y practicar conductas apropiadas para el fomento de la salud, tales como practicar ejercicio con regularidad o no fumar.
De tal manera que, una ruta indirecta por la que la felicidad influye en la salud consiste en que, los individuos que tienen un alto bienestar subjetivo, tienen más probabilidades de llevar a cabo buenas prácticas y comportamientos que fomentan la salud.
Algunos investigadores encontraron que los individuos más felices tienen una dieta más saludable comiendo más frutas y verduras.
Petra y (2008) encontró que los estudiantes universitarios con alto nivel de satisfacción con la vida tenían más probabilidades de tener un peso saludable hacer ejercicio y comer alimentos igualmente saludables.
Garg et al. (2007) descubrieron que las personas a las que se les inducía un estado de humor triste, como parte de un experimento de laboratorio, eran más propensas a comer alimentos sabrosos y con alto valor calórico, como las palomitas de maíz con mantequilla, en lugar de una fruta saludable, con los efectos negativos para la salud bien conocidos.