Una historia reveladora
Los dos están acostados. Él relata con voz grave y monótona la historia que ya le contó mil veces.Empuja el aire que hace vibrar sus cuerdas vocales, y el sonido se modula en la lengua, los labios y el paladar.
En menos de una milésima de segundo, se habla de presión sonora rebota en el oído de su hija.
El sonido vuelve a convertirse en movimiento en el tímpano de ella, que escucha.
El movimiento en el oído activa unos receptores mecánicos en la punta de las células ciliares, una magnífica pieza de maquinaria biológica que convierte las vibraciones del aire en impulsos eléctricos.
A quedar vaivén de estas células se abren unos canales microscópicos en sus membranas por donde se cuelan iones que generan una corriente que se propaga a lo largo y ancho de la corteza auditiva, y esta actividad neuronal reconstruye las palabras que ella, como siempre, repite en voz baja.
Las mismas palabras, que suenan en la voz grave, monótona, atenta y de inflexiones delicadas de su padre, ahora viven en el relato que ella construyen su mente cuando escucha el cuento que ya escuchó mil veces.
Ahora ella respira más profundo, un bostezo, un breve temblor del cuerpo, y duerme.
El no interrumpe el relato, no cambia el ritmo y el volumen y la prosodia.
El sonido se propaga como antes he impacto en el tímpano de su hija, desplaza las células ciliares y la corriente de iones activan las neuronas de la corteza auditiva.
Todos igual, pero ella ya no construye un relato. Y ya no repite las palabras en voz baja.
¿O sí? ¿A dónde van las palabras que escuchamos en el sueño?
Un juego de infancia
A encontrar la respuesta a esta pregunta se lanzó Tristán Beckinschtein.Hizo para y un juego sencillo, aburrido rutinario, ideal para quedarse dormido.
Un recitado de palabras.
No es la imagen que tenemos de un experimento típico de laboratorio; al contrario, sucede en una cama donde alguien escucha una voz repetitiva y somnífera: elefante, silla, mesa, ardilla, avestruz… Un juego sencillo, aburrido rutinario, ideal para quedarse dormido.
Cada vez que se escucha el nombre de un animal, esa persona debe mover su mano derecha; si es un mueble, la izquierda.
Es fácil e hipnótico.
Al rato las respuestas se vuelven intermitentes.
A veces son extremadamente lentas y finalmente desaparecen.
La respiración es más profunda y el electroencefalograma muestra un estado sincrónico.
Es decir, el que escucha el recitado ya duerme.
Las palabras siguen, como si el relato tuviese inercia, como en el cuento del padre que presume que su hija escucha desde el sueño.
Así, observando la marca de las voces en la transiciones de sueño, Tristán descubrió que en el cerebro del durmiente estas voces se hacen palabras, y esas palabras adquieren significado.
Es más, el cerebro sigue jugando al mismo juego; la región cerebral que controla la mano derecha se activa cada vez que se menciona un animal, y la región que controla la mano izquierda lo hace cada vez que se trata de un mueble, tal como dictaba la reglas del juego establecido en la vigilia.
La conciencia tiene un interruptor
Durante el sueño, en el estado de coma o bajo anestesia, el interruptor cambio de estado, y la conciencia se apaga.En algunos casos, el apagador drástico, y la conciencia se esfuma sin medias tintas.
En otros, como la transición hacia el sueño, la conciencia se desvanece poco a poco, de manera intermitente.
Pasaje tomado de “La vida secreta de la mente”
Autor: Mariano Sigman