El vago y tu (II)

Relación entre nervio vago, intestinos y cerebro

Cuando hay un desequilibrio o disbiosis intestinal, se producen una serie de alteraciones, que van desde la inflamación de la mucosa, permeabilidad intestinal, hasta enfermedades como la obesidad, alergias, intolerancias, enfermedades autoimunes, así como diversos tipos de trastornos mentales.

En definitiva, son una serie de acontecimientos patológicos que, originados en el propio intestino, se correlacionan con otra serie de trastornos a nivel global, y que son causados principalmente por una dieta moderna alta en calorías, cereales, azucares y grasas trans.

La permeabilidad intestinal es una patología en la que se generan espacios entre las células de la pared intestinal.

Cuando esto sucede, principalmente por una alteración de la microbiota intestinal, la función de barrera intestinal encargada de permitir el paso de nutrientes y desechar las partes inservibles o tóxicas, deja de realizarse correctamente; supone que muchas de las sustancias que deberían abandonar el cuerpo, no lo hacen y penetran en la circulación sanguínea, llegando al hígado, a través de la vena porta.

Pero éste no es el único órgano afectado.

Hemos de pensar que nuestro sistema inmunológico al encontrarse con una serie de sustancias desconocidas, como proteínas extrañas y antígenos, puede reaccionar con la formación del anticuerpo correspondiente (IG), como en el caso de las intolerancias (IGG) o las alergias (IGE).

Aunque también podría significar el inicio de una Enfermedad Autoinmune; como hemos visto la gran mayoría de los anticuerpos se crean ante proteínas desconocidas, esto podría propiciar que, en un momento determinado, y como consecuencia de su labor desbordada, el sistema inmunológico confunda esas proteínas extrañas, con partes propias del cuerpo, como ocurre con la Enfermedad de Crohn, Colitis Ulcerosa, Artritis Reumatoide, Diabetes, Parkinson, Tiroiditis de Hashimoto …

Hoy en día se calcula que puede haber hasta 80 enfermedades autoinmunes, y otras tantas sospechosas de serlo.

Ante una patología a nivel intestinal se genera una serie de citoquinas (proteínas) inflamatorias, como el interferón, interleuquinas, y factor de necrosis tumoral alfa, que actuarán a nivel local, afectando igualmente a los tejidos adyacentes, sin embargo, algunos pueden entrar en el flujo sanguíneo, siendo capaces de transmitir señales a órganos distantes, incluyendo el cerebro donde podrían producir la activación de microglías.

Estas células del sistema inmunológico podrían transformarse en macrófagos cerebrales que actuarían como células fagocíticas, secretando además moléculas pro-inflamatorias y radicales libres como forma de defensa ante una posible lesión, pero por contrapartida también podrían causar la destrucción de tejidos y neuronas sanas.

Este podría ser el caso de enfermedad como el Alzheimer, el Parkinson o el Autismo, pero además estas citoquinas inflamatorias podrían disminuir los niveles de serotonina contribuyendo a la aparición de la depresión. Lo que parece claro es que la activación de los macrófagos ante cualquier ataque puede tener claras implicaciones en los estados depresivos.

En resumen, los problemas de origen intestinal pueden causar diversos trastornos en otras partes del organismo, incluyendo el cerebro, favoreciendo la aparición de diversas patologías como puede ser la depresión.

Pero en sentido inverso, se puede afirmar también que, los problema de tipo psicológico podrían ocasionar diversos trastornos de tipo gastrointestinal como puede ser síndrome del intestino irritable, la úlcera péptica, la enfermedad inflamatoria intestinal, enfermedad de Crohn …

Efectivamente, nuestras vivencias o, mejor dicho, la forma de entender o asumir los problemas del día a día, pueden llevarnos a padecer lo que actualmente se conoce como estrés crónico.

Es cierto que mantener cierta tensión puede ser positivo para tratar de solucionar los problemas cotidianos a los que todos nos podemos enfrentar, pero nuestra incapacidad para desactivar esta respuesta fisiológica hará que los problemas no tarden en aparecer.

Esto supone la activación de dos vías que parten del cerebro: Eje Hipotalámico-Pituitario-Adrenal / Eje Cerebro-Intestino.

El estrés crónico (producido por grandes tragedias o sobrecargas mantenidas en el tiempo, incluidas las de origen físico), puede influir, y mucho, en nuestro sistema inmune, aunque los mecanismos no están del todo claro, suponen la activación del eje hipotalámico-pituitario-adrenal.

La principal respuesta del cerebro frente al estrés es el aumento en la producción de hormonas (CRF) que viajan desde el hipotálamo hasta la glándula pituitaria en donde induce la liberación de otra hormona (ACTH) que, a su vez viaja por el torrente circulatorio hasta las glándulas adrenales para liberar cortisol -y adrenalina-, que es un supresor potente del sistema inmune y precursor de la inflamación.

Este tipo de estrés crónico podría tener efectos desastrosos en el cuerpo y cerebro.

La exposición a la adrenalina y el cortisol de forma crónica podría estar relacionada con enfermedades cardiovasculares, obesidad visceral, la hipertensión arterial, cáncer, problemas del sistema inmune, diabetes, osteoporosis, deterioro de la flora intestinal e incremento de la permeabilidad intestinal.

En un principio los niveles de cortisol, inhiben la activación de los macrófagos bloqueado la producción y acción de las citoquinas inflamatorias que inician la respuesta inmunológica, algo fundamental para "cortar" la cascada inflamatoria que se inicia como respuesta a una agresión, pero una exposición permanente a altos niveles de cortisol podría inducir una desensibilización de estos receptores de glucocorticoides en las células inmunitarias alterando el control sobre la inflamación y aumentando la producción de citoquinas inflamatorias.

Pero fuese por el motivo que fuese, el aumento de estas moléculas pro-inflamatorias que llegan al cerebro podría dañar a las neuronas, pudiendo estar detrás de una serie de trastornos psicológicos, como ya se ha dicho.

También el estrés crónico provoca un aumento de glutamato en el cerebro.

El glutamato es un neurotransmisor que, en exceso, se sabe que causa migrañas, depresión y ansiedad. Por otro lado, niveles altos de cortisol de forma crónica, reducen el hipocampo (parte del cerebro encargada de la formación de nuevos recuerdos de los acontecimientos experimentados).

El estrés, a nivel intestinal, genera una serie de consecuencias nocivas, como:
  • Disminución del flujo sanguíneo esplénico, propiciando una menor oxigenación de los tejidos.
  • Menor recuperación de la mucosa digestiva.
  • Disminución de las secreciones gástricas.
  • Alteración de la flora intestinal.
  • Disfunción de la barrera intestinal.
La comunicación bidireccional entre el cerebro y el tracto gastrointestinal o lo que es lo mismo entre el Sistema Nervioso Central y el Sistema Nervioso Entérico a través del nervio vago (nervio que va desde el tronco cerebral hasta el cerebro entérico en el abdomen) denominado eje cerebro-intestino, mantiene el contacto en ambas direcciones de tal forma que una alteración en la mucosa intestinal podría tener su afectación cerebral y viceversa, formando un círculo vicioso que se retroalimenta constantemente.

Manana tercera y última etapa:
El vago y tu (III)
Causas de la disfunción del nervio vago y sus remedios