El primer y el segundo dardo

Cierto malestar físico es inevitable. Es una señal importantísima para que actúes en defensa de tu vida y de tu integridad física, como el dolor que te hace retirar la mano de una mano caliente.

Cierto malestar mental también es inevitable.

Por ejemplo, al evolucionar, la creciente inversión emocional en niños y otros miembros del grupo estimulaban a nuestros ancestros a cuidar de la vida de estos portadores de sus propios genes; por esto no sentimos molestos cuando vemos amenazados a nuestros seres queridos, y apenados cuando resultan dañados.

También hemos evolucionado para darle mucha importancia a nuestra posición dentro del grupo y en los corazones de otros, así que normalmente nos sentirnos heridos si se nos rechaza o desdeña.

Tomando prestado una expresión de Buda, el sufrimiento mental o físico inevitables son el primer dardo de nuestra existencia.

Si estás vivo y amas, algún dardo te alcanzará.

Los dardos que nos disparamos nosotros mismos

Los primeros dardos son desagradables, desde luego.

Pero, además, tenemos por costumbre añadirles nuestras reacciones.

Estas reacciones son los segundos dardos, los que nos arrojamos nosotros mismos.

La mayor parte de nuestro sufrimiento viene de estos segundos tardos.

Imagina que estás atravesando una habitación a oscuras y tropiezas con el pie desnudo contra una silla: El resultante es el primer dardo, tras el cual viene inmediatamente el segundo: “¿quién puso ahí la maldita silla?”.

Los segundos dardos con frecuencia desencadenan más segundos dardos debido a las redes neuronales asociativas: podrías sentirte culpable por tu ira de que alguien moviera la silla.

Calentando

El sufrimiento no es abstracto o conceptual, es físico: lo sientes en tu cuerpo y funciona por mecanismos corporales.

Comprender la maquinaria física del sufrimiento te ayudará a verlo cada vez más como una dolencia impersonal, desagradable, claro, pero contra la que no merece la pena irritarte, ya que te acarrearía más segundos dardos.

El sufrimiento atraviesa tu cuerpo a través del sistema nervioso simpático (SNS) y del eje hipotálamo-pituitario-adre o-cortical (EHPA) del sistema endocrino (hormonal).

Veamos cómo funcionan.

Aunque SNS y EHPA son anatómicamente distintos, están tan mezclados que se los describe mejor juntos, como un sistema integrado. Nos fijaremos en las reacciones dominadas por la aversión a los palos (como el miedo y la rabia) y no en las dominadas por la búsqueda de zanahorias, porque las relaciones de aversión tienen normalmente un impacto mayor por el sesgo negativo del cerebro.

Las alarmas se disparan. De pronto pasa algo. Podría ser un coche que se te cruza por delante, una mala respuesta de un compañero de trabajo o incluso un pensamiento preocupante.

Las afecciones sociales y emocionales pueden suponer un golpe tan fuerte como los de las agresiones físicas porque el dolor psicológico se refleja en gran medida en los mismos circuitos neuronales que el dolor físico; por eso, ser rechazado puede ser tan doloroso como una endodoncia.

Incluso con tan solo anticipar un suceso estresante, como dar una charla la semana próxima, puede tener tanto impacto como vivirlo de verdad.

Cualquiera que sea el origen de la amenaza, la amígdala toca la alarma, desencadenando varias reacciones:
  • El tálamo (la estación transmisora que hay en medio de tu cabeza) envía una señal de “¡despierta!” al tronco cerebral, que a su vez libera norepinefrina estimulante por todo tu cerebro.
  • El SNS envía señales a los principales órganos y grupos musculares de tu cuerpo, preparándonos para el combate o la huida.
  • El hipotálamo (el principal regulador cerebral del sistema endocrino) impulsa a la glándula pituitaria a indicar a las glándulas adrenales que liberan hormonas del estrés, epinefrina (adrenalina) y cortisol.

Preparado para la acción

Un segundo o dos después de la alarma inicial, tu cerebro está en alerta roja, tu SNS encendido como un árbol de navidad, y las hormonas del estrés invadiendo tu sangre.

En otras palabras, por lo menos estás un poco enfadado.

¿Qué pasa en tu cuerpo?
  • La epinefrina acelera tu pulso (para que tu corazón puede mover más sangre) dilata tus pupilas (para que tus ojos recojan más luz).
  • La norepinefrina desvía sangre a los grandes grupos musculares.
  • Mientras tanto los bronquiolos de tus pulmones se dilatan para un mayor intercambio de gases, capacitándote para golpear más fuerte y huir más rápido.
  • El cortisol anula el sistema inmune para reducir la inflamación de las heridas.
  • También acelera las reacciones al estrés de dos maneras circulares: Primero, hace que el tronco cerebral estimule la amígdala que a su vez influye en que se produzca más cortisol. Segundo, el cortisol anula la actividad del hipocampo (el hipocampo normalmente inhibe a la amígdala); esto quita los frenos de la amígdala, lo que supone más cortisol todavía.
  • La reproducción se deja a un lado: no hay tiempo para el sexo cuando corres a refugiarte.
  • Lo mismo ocurre con la digestión: la salivación decrece y la peristalsis se desacelera, así que sientes la boca seca y estás estreñido.
  • Tus emociones se intensifican, organizando y movilizando a todo el celebro para la acción.
  • La excitación del SNS/EHPA estimula la amígdala, que está cableado para enfocarse en la información negativa y reaccionar a ella con intensidad. En consecuencia, sentirte estresado te empuja al miedo y la ira.
  • A medida que aumenta la activación límbica y endocrina, la fuerza relativa del control ejecutivo del CPF declina. Es como ir en un coche con el acelerador pisado a fondo: el conductor tiene menos control sobre el vehículo.
  • Por último, el CPF resulta afectado también por la excitación SNS/EHPA que empuja a las valoraciones, las atribuciones de intenciones a los demás y las prioridades en la dirección negativas: ahora el conductor del coche, que corre peligrosamente sobre dos ruedas, piensa que todos los demás son idiotas.
Por ejemplo, considera la diferencia entre cómo tomas una situación cuando estás enfadado y lo que piensas de ella después, cuando ya estés calmado.

En los muros entornos físicos y sociales en los que hemos evolucionado, está activación de múltiples sistemas corporales ayudó a sobrevivir a nuestros ancestros.

Pero ¿qué precio tiene hoy todo esto, sometidos a las tensiones crónicas de baja intensidad de la vida moderna?

La vida hirviendo a fuego lento

Dispararse por una buena razón, como ser apasionado y entusiasta; manejar una emergencia o esforzarse por una buena causa forman parte de la vida, por supuesto.

Pero los segundos dardos son una mala razón para encender el sistema SNS/EHPA, y, si se hace rutinariamente, la aguja de tu medidor de estrés personal puede entrar en zona roja.

Además, con independencia de tu situación personal, vivimos en una sociedad trepidante que se basa en la activación del SMS/EHPA sin descanso; por desgracia, esto es completamente antinatural en el diseño evolutivo.

Por todas estas razones, la mayoría de nosotros sufre de excitación SNS/EHPA incluso si tu olla no está a punto de estallar, el simple hecho de hervir a fuego lento por la activación de segundos dardos es muy poco saludable.

Esto desvía continuamente recursos de proyectos a largo plazo (como construir un sistema inmune fuerte o conservar el buen humor) en favor de crisis a corto plazo.

Lo cual tiene consecuencias duraderas.

Consecuencias físicas

En el pasado, cuando la gente se moría alrededor de los 40 años, los beneficios a corto plazo de la excitación SNS/EHPA compensaban sus costes a largo plazo.

Pero para las personas de hoy en día, que tienen interés en vivir bien unos años más, los daños acumulados en la vida recalentada suponen una preocupación real.

Por ejemplo, la estimulación crónica SNS/EHPA daña los siguientes sistemas y aumenta así los riesgos para la salud:
  • Sistema gastro intestinal: úlceras, colitis, síndrome de intestino irritable, diarrea y estreñimiento.
  • Sistema inmune: catarros y gripes más frecuentes, cicatrización más lenta, mayor vulnerabilidad a infecciones serias.
  • Sistema cardiovascular: endurecimiento de las arterias, ataques al corazón.
  • Sistema endocrino: diabetes de tipo dos, síndrome premenstrual, disfunción eréctil, libido reducida.

Consecuencias mentales

A pesar de todos estos efectos en el cuerpo, los segundos dardos suelen tener mayor impacto en el bienestar psicológico.

Veamos cómo trabajan en tu cerebro para aumentar la ciudad y empeora el humor.

Ansiedad

La actividad SNS/EHPA reiterada hace a la amígdala más sensible a supuestas amenazas, lo que a su vez aumenta la actividad SNS/EHPA, lo que sensibiliza la amígdala aún más.

El equivalente mental de este proceso físico es una excitación creciente del “Estado de ansiedad” (ansiedad basada en situaciones específicas).

Además, la amígdala ayuda a crear “recuerdos implícitos” (restos de experiencias pasadas que existen debajo de la consciencia); a medida que se sensibiliza, va sombreando esos recuerdos con miedos, intensificando así la “ansiedad rasgo” (ansiedad constante con independencia de la situación).

Simultáneamente, la activación frecuente del SNS/EHPA agota al hipocampo, que es vital para la formación de recuerdos explícitos, recuerdos nítidos de lo que pasó de verdad.

El cortisol y las hormonas glucocorticoides relacionadas debilitan las conexiones sinápticas presentes en el hipocampo e inhiben la formación de otras nuevas.

Y más: el hipocampo es una de las pocas regiones del cerebro que pueden fabricar neuronas nuevas, pero los glucocorticoides lo impiden, dañando su capacidad para producir recuerdos nuevos.

Que la amígdala esté muy sensibilizada cuando el hipocampo está en peligro es una mala combinación: experiencias dolorosas se pueden grabar en la memoria implícita (con todas las distorsiones y poniendo a la vista la funcionar exageradamente) sin un recuerdo explícito exacto correspondiente.

Algo como: “pasó algo, no sé bien qué, pero estoy muy molesto”.

Esto podría ayudar a explicar porque las víctimas de un trauma pueden sentirse disociadas de las cosas horribles que les pasaron, pero muy dispuestas a reaccionar a cualquier disparador que le recuerde inconscientemente lo que pasó.

En situaciones menos extremas, el doble problema de una amígdala acelerada y un hipocampo debilitado puede llevar a que una persona se sienta molesto mucho tiempo, sin saber exactamente por qué.

Humor deprimido

La activación rutinaria del SNS/EHPA mina las bases bioquímicas de una disposición equilibrada (y no digamos de una animosa) de varias maneras:
  • La norepinefrina te ayudará a sentirte alerta y energético mentalmente, pero las hormonas glucocorticoides la agotan. Poca norepinefrina puede hacerte sentir cansado, incluso apático, con poca concentración; estos son síntomas clásicos de depresión.
  • Con el tiempo, los glucocorticoides reducen la producción de dopamina. Esto lleva a un menor disfrute de actividades que antes eran agradables, otro criterio clásico depresión.
  • El estrés reduce la serotonina, probablemente el neurotransmisor más importante para conservar el buen humor. Cuando baja la serotonina, también lo hace la norepinefrina, que ya ha bajado por los glucocorticoides. en resumen, menos serotonina significa más vulnerabilidad a la tristeza y menos interés en el mundo.

Un proceso íntimo

Nuestra experiencia de estos procesos fisiológicos es muy íntimo, claro. Cuando estoy enfadado no pienso en todos estos detalles bioquímicos.

Pero tener una idea general sobre ello rondándote te ayudará a valorar la pura física de la cascada de segundos dardos, de su naturaleza impersonal y de su dependencia de causas anteriores, y de su transitoriedad.

El sufrimiento tiene causas claras en tu cuerpo y mente, así que sin cambiar las causas sufrirás mucho menos.

Y no olvides, también puedes cambiar las causas.

Extraído y adaptado del libro "El cerebro de Buda. La neurociencia de la felicidad, el amor y la sabiduría"
Autor: Rick Hanson y Richard Mendius