El placer de no hacer nada

Con los calores que se nos vienen encima, permanecer todo el fin de semana en casa, fresquitos, parece una buena solución terapéutica para rebajar la ansiedad, descansar mejor y disminuir el estrés.

Lo dicen los expertos y muchos lo ponemos en práctica casi sin darnos cuenta.

Hacer el vago evoluciona y se convierte en la mejor fórmula para desconectar de la rutina diaria, reponer fuerzas y, por qué no, ahorrar dinero.

Hablamos del "nesting", una moda nada novedosa que tiene tantos devotos como opositores.

Del inglés 'nest', que significa nido, el "nesting" no es más que otra forma de nombrar al "sofamanting" (quedarse en el sofá con la mantita), que a su vez tiene su origen en el "cocooning" ("cocoon" significa capullo o crisálida en lengua anglosajona), una tendencia que empezó a observarse en Norteamérica en los 80, cuando gran parte de la población comenzó a retraerse en sí misma, a rechazar el contacto social y a destinar el dinero reservado para el ocio a acondicionar sus hogares.

Por aquel entonces el ostracismo lo provocó el miedo a un exterior que se había vuelto confuso y aterrador tras el 11-S.

Ahora, la culpa (o la excusa) es de las redes sociales, el 'take away' a la carta, la posibilidad de hacer la compra desde el sillón y de que nos limpien la casa por 10 euros la hora.

Con tantas opciones, ¿para qué salir a la calle?

El ritmo de vida actual y la conexión total de la generación actual nos lleva, en ocasiones, a una necesidad de aislamiento para recuperarnos de la apretada agenda del día a día.

Pasar tiempo en pareja, con la familia o con uno mismo, disfrutar de un buen libro, tomar un baño caliente, acabar la temporada de esa serie o, simplemente, darte el capricho de no hacer nada, se presentan como los mejores planes para pasar el fin de semana hibernando.

"Con el 'nesting' pasa lo mismo que con el 'mindfulness"".

En ambos casos se trata de estar presente.

Son palabras nuevas que surgen para recordarnos algo que es importante en el mundo en el que vivimos", explica Paula Sánchez Alarcón, psicoterapeuta en el Centro Rayces.

"No se trata de decidir si es mejor salir o quedarse en casa. Lo importante es encontrar el equilibrio entre socializar y estar con uno mismo, e integrar ambas partes. La clave está en escucharse".

Cualquier cosa vale en esto del "nesting", incluso aburrirse.

El aburrimiento es un sentimiento que hemos olvidado y que, no sólo nos adormece la mente, sino que es capaz de volver al individuo más altruista y empático.

"Cuando estamos en momentos de no hacer nada acabamos valorando mucho más cualquier cosa que hacemos. Nuestro cerebro necesita silencio para poder escuchar".

Pero no hacer nada no es tan sencillo como parece. Nos hemos acostumbrado a permanecer en una actividad constante de la que nos cuesta despegarnos sin que aparezca la ansiedad, la frustración o la culpa.

Según la psicóloga, "es fundamental no ponerse a hacer ese millón de cosas que teníamos acumuladas, sino permitirse espacios para no hacer nada. Para algunas personas nada es leer un libro, para otras tomarse un té o ver una película. Nada es cualquier cosa que ayude a equilibrar nuestro estrés y nuestro exceso de energía".

Uno de los puntos importantes de esta tendencia es la de crear espacios para desconectar del exterior.

Si vamos a pasar dos días en casa, mejor que sea en un ambiente atractivo y acogedor.

El "nesting" busca que el hogar y sus elementos sean funcionales, pero también agradables, cómodos y reconfortantes.

Esperar entre las sábanas un buen desayuno, leer el periódico tumbado en el sofá o hacer ejercicios de relajación en la cama pueden ser grandes opciones para disfrutar de lo que los italianos llaman "il dolce far niente".

“Nuestras vidas están tan ocupadas, y el mundo a veces puede parecer tan espantoso por las preocupaciones económicas, políticas y ecológicas, que la casa se está volviendo un lugar donde realmente poder relajarnos. Y permanecerá así durante muchos años”.

Quien nos dice esto es Lisa White, directora del departamento de Lifestyle & Interiors de la consultoría internacional WGSN, quien ya en 2015 apuntó al housewarming (algo así como “calentarse en casa”), como una corriente de largo recorrido en la que los consumidores buscan redescubrir el arte de vivir el momento, de gozar de su espacio y de los seres que lo habitan o son bienvenidos a él.

Fue el sector de la decoración el primero en clamar sobre esta tendencia sociológica, en la que la necesidad imperiosa de un refugio seguro en el mundo occidental, empuja a reivindicar el papel acogedor y reconfortante de la casa.

Gemma Riberti, experta en adecuación de viviendas de la misma compañía, anunció con estas palabras una tendencia relacionada para 2017 en una conferencia anual del sector en Hong Kong, el grounded living (“estar conectado a la tierra”): “La gente quiere sentirse en casa allá donde esté. Ha dejado de ser un lugar, es un sentimiento. Y el objetivo de su diseño es crear un espacio calmo al que siempre guste volver”.

Y cueste mucho abandonar.

En este contexto, la actitud FOMO (miedo a perderse cualquier ocasión social) está siendo sustituida por el JOMO (la alegría de perderse) y el FOGO (el temor a salir), un recogimiento que, fundamentalmente, contribuye a potenciar un organismo más saludable.

“Somos una máquina biológica, pero a diferencia de las electrónicas o mecánicas, no disponemos de recambios para su reparación o renovación”, explica el doctor Vicente Saavedra, de la clínica Medicina Integral de Barcelona: “Nuestras células y órganos necesitan del descanso para repararse. Un cierto grado de diversión es necesario. Pero si se vuelve una forma de vida es absolutamente insano, física y mentalmente. Cada persona tiene su propio punto de equilibrio. Para encontrarlo es necesario el autoconocimiento, pero la sociedad actual (con valores cada vez más alienantes y materialistas, de consumismo y prisas), no nos encamina a desarrollar la propia responsabilidad sobre nuestra salud. Somos infelices y ansiosos”.

El "nesting" busca combatir esta dolorosa realidad, potenciando eso que los anglosajones llaman Me time: reservar momentos para uno y dedicarlos a la cotidianidad del hogar.

La cocina ya es una herramienta terapéutica popular en países como USA o UK. También en nuestro país.

De hecho, de todas las terapias ocupacionales para combatir la depresión, la repostería ha demostrado ser una de las más eficaces, según un estudio publicado en British Journal of Occupational Therapy.

Sin olvidar que, entregarse al placer de una buena novela reduce el riesgo de demencia.

Pero si lo que le roba la paz es el estrés del día día, un estudio de Journal of Health Psychology, se inclina por recomendar la jardinería en la terraza, que baja los niveles de cortisol (hormona que lo provoca) en mayor medida que la lectura.

Cualquier cosa vale, incluso aburrirse, un sentimiento que lejos de adormecer la mente, vuelve al individuo más altruista y empático, según una investigación llevada a cabo por científicos de la Universidad de Limerick (Irlanda).

“Pararnos en medio de este mundo de locos, conectar con nosotros mismos, con nuestros sentimientos y pensamientos para poder ver hacia dónde vamos, y orientar nuestra vida correctamente, es una absoluta necesidad humana para tener buenas relaciones, disfrutar de las cosas sencillas y gratis que ofrece la vida (la mayoría), así como para cuidar de nosotros, de los nuestros y afrontar los problemas eficientemente con una buena actitud”, concluye el doctor Saavedra.

Esta querencia hogareña tiene en la actualidad otras vertientes más allá del autocuidadio, porque posee, paralelamente, una dimensión decorativa potenciada por blogs y redes sociales, donde gurús del orden como Marie Kondo, o webs como Apartment Therapy o Gardenist, ayudan a redescubrir el placer de crear nidos prácticos y amables a través del embellecimiento y la organización.

Atestiguar los efectos positivos de transformar cualquier rincón en un lugar más agradable anima a otros a hacer lo mismo: el intercambio de inspiración a través de imágenes auténticas es clave”, opina Janel Laban, directora ejecutiva de Apartment Therapy, que anota estas ideas para lograr un oasis de serenidad: maximizar la luz, deshacernos de todo lo que no necesitamos, agregar autenticidad a través de objetos hermosos que evoquen buenos recuerdos y mantener un orden y limpieza regulares.

Muchas firmas globales abordan este nuevo concepto de mi casa es mi mundo, como la canadiense Stay at Home Club, cuyo lema es “El club que nunca se reúne” (porque no sale de casa) y que ha hecho del "nesting" su seña empresarial.

“Esto requiere un entorno adecuado con materiales libres de sustancias nocivas que permitan el proceso natural de regeneración. Una buena inversión en artículos del hogar de larga duración mejora la calidad de vida”, matiza. Aunque el cansancio nos lleve en ocasiones a distracciones banales, el sentido común nos invita a cambiar el wifi por "rutinas analógicas que logren distraernos de los pensamientos del día y nos ayuden a reducir el estrés".

La iluminación también es importante: la luz natural en un día soleado contribuirá a aportarnos una dosis extra de energía.

Y para no ganar kilos después de la inactividad, procure que el picoteo entre horas sea saludable para poder seguir disfrutando de lo dulce de no hacer nada.

No olvidemos que descansar adecuadamente es vital para levantarse con energía. Ojo, esto incluye los calcetines de estar por casa, que traen consigo beneficios sobre las relaciones sexuales, que aumentan durante el "nesting" (más ventajas).

“Cuando la temperatura de nuestros pies es lo suficientemente cálida y confortable, mantenemos la autorregulación de nuestro cuerpo y, de este modo, la sangre irriga de manera directa al clítoris y los genitales masculinos”, suscribe Cristina Callao, psicóloga especializada en Sexología Clínica y Salud Sexual.

Es decir, orgasmos más extensos y más intensos.

Pues no todo va a ser ver de un tirón la segunda temporada de Stranger things en Netflix (que también).

En la república independiente de mi casa.

Tuneado de la prensa diaria
Artículos de Laura S. Lara y Brenda Chávez