Durante los primeros meses de vida, los bebés aún no han desarrollado otras maneras de comunicarse, solamente el llanto, de manera que éste es la respuesta común a una gran variedad de motivos.
Por preocupante que pueda resultar el llanto frecuente de nuestro bebe, lo cierto es que durante los 3-4 primeros meses de vida forma parte del desarrollo natural del recién nacido, y es habitualmente a partir de esos 4 meses de vida cuando de forma paulatina, esta conducta comenzará a reducirse.
A disposición de los padres existe, hoy en día, una gran cantidad de información sobre qué hacer y cómo educar a los hijos para brindarles un desarrollo óptimo, aunque lamentablemente estas indicaciones a menudo proponen direcciones distintas u opuestas entre sí, y pueden llegar a generar gran zozobra y confusión.
Partiendo de la idea de que llorar es de las pocas herramientas con las que se pueden comunicar los recién nacidos, y a menudo como forma de expresar algún malestar (tengo hambre, me pica o duele algo, necesito un cambio de pañal, …), en una primera aproximación, parecería absurdo no atender a estas evidentes llamadas de atención.
Evolutivamente, los infantes que más lograban llamar la atención de sus progenitores durante los primeros meses tenían más probabilidades de sobrevivir.
Alternativas
Sin embargo, existen diferentes perspectivas sobre cómo responder al llanto de un bebé.Separados por toda una gama de grises, podemos encontrar la opinión de que es importante proporcionar cuidados y apoyo emocional constante, para que el recién nacido se sienta seguro y amado, a la vez que asocia a los padres y madres como fuente de bienestar y protección.
Al otro lado está la postura de que el niño podría estar aprendiendo que mediante el llanto logrará siempre llamar la atención de los demás y obtener lo que quiere, además de que este apoyo emocional externo puede impedir que el recién nacido aprenda a auto-regularse por sí solo.
Una crítica a esta postura es que el niño podría aprender también que los padres son un soporte débil y poco fiable ante la presencia de malestar, ya que el llanto también aparece cuando hay una necesidad o dolencia.
Como se puede ver, la confusión incluso entre los profesionales es notoria.
Vamos a retomar algunos conceptos conductuales que puedan explicarlo.
Análisis conductual del llanto
B.F Skinner describió dos grandes clases de comportamiento:Conducta respondiente
Es aquella conducta que viene determinada por su antedecente, lo que le precede. Suele ser heredado genéticamente por haber sido evolutivo para la especie, y son conductas reflejas de carácter involuntario. Ejemplos: Cerrar los ojos si se acerca algo hacia ellos a gran velocidad, sudar, salivar ante la comida, el reflejo rotuliano. En este caso, llorar sería una conducta respondiente ante el malestar.
Conducta operante
Son conductas aprendidas determinadas por las consecuencias de nuestros actos y tienen una función (conseguir o evitar algo). En este caso, llorar puede desarrollarse como una conducta para recibir atención o conseguir lo que uno quiere o necesita, por ejemplo. Por su parte, el psicólogo Robert Epstein señala que cuando un bebé recién nacido llora, estamos hablando de una conducta respondiente, refleja y filogenética.
Se trata de una respuesta automática ya que el niño no tiene otra forma de comunicarse con su entorno para expresar malestar.
Sin embargo, con el tiempo puede asociar también ciertas consecuencias de llorar (“me hacen caso”), en base a sus consecuencias, de modo que el llanto adquiere otras funciones siendo una conducta operante.
En relación con ello, Epstein señala uno de los errores más habituales por parte de los cuidadores.
Si en el momento que llorar no se atiende, el recién nacido llorará más y más fuerte, lo cual tiene sentido desde un punto de vista evolutivo; cuando un comportamiento no funciona para lograr los resultados esperados, se incrementa su intensidad.
Tras este pico de mayor intensidad, si no se obtienen los resultados esperados, la conducta se reducirá, dado que “no está funcionando” incluso llevándola a su máxima expresión.
Si se está ignorando el llanto porque se entiende que el bebé está bien, pero al aparecer este incremento del llanto, los cuidadores se alarman y acuden a ver qué sucede, el niño está aprendiendo: Tengo que llorar más para que me hagan caso.
Aportación de Epstein
Simplificándolo: A más llanto, menos malestar y más atención.La propuesta de Epstein en estos casos sería la siguiente: Si se está ignorando el llanto porque es lo que se considera oportuno, aun cuando este incremente, esperar a que vuelva a bajar, para entonces intervenir, de modo que la recompensa no llega cuando se incrementa el llanto, sino cuando se reduce.
Es decir, ante el llanto prestar atención, pero obrar en relación al efecto que queremos provocar en la conducta del pequeño.
Es decir, observar si está bien y no ha sucedido nada problemático, pero no acudir a cogerle en brazos, mecerle, ...
Siguiendo los principios de moldeamiento, sería interesante que la aparición de los cuidadores se diera cada vez tras pausas más prolongadas, ampliando progresivamente el tiempo post-llanto antes de que aparezcan los cuidadores.
De este modo, el bebé está recibiendo lo que quiere no con el llanto, sino con las conductas de auto-regulación propias con las que lo cesa y se tranquiliza.
Epstein destaca la gran diferencia entre ignorar, y estar pendientes de cuándo llora, cuándo incrementa el llanto, y cuándo decrece, para intervenir en el momento apropiado.
En sus palabras, de este modo se estaría transmitiendo la idea de “te quiero, siempre estoy listo para ayudarte, y me gusta ver cómo te tranquilizas por ti mismo”.
Incorporando comportamientos alternativos al llanto
Dado que el aprendizaje es acumulativo y no se puede borrar lo aprendido, la mejor manera de reducir un comportamiento es promoviendo aquellos que pueden competir con el que queremos reducir.Ante estímulos que indican al organismo de que se tiene hambre, los comportamientos principales de un bebé son el llorar, pero existen otros alternativos como abrir la boca, hacer sonidos con los labios o movimientos buscando el pecho de la madre.
Los bebés tienen por lo tanto diferentes herramientas para lograr satisfacer su necesidad.
Si las demás son desatendidas, y el llanto es atendido, se aprenderá que ante el hambre lo que hay que hacer es llorar para saciarla.
En este sentido, Whittingham propone estar atentos y responder no solamente ante el llanto sino también ante todo tipo de comportamiento del bebé y formas de comunicarse, de modo que se reforzarán un amplio abanico de comportamientos y maneras de comunicarse.
Con el tiempo, estas formas de comunicación se desarrollarán y ampliarán, siendo las precursoras del lenguaje y la interacción social.
La propuesta de Whittingham
Según el autor, es una cuestión de prioridades. Si lo más importante es reducir los llantos, al ignorarlos se pueden reducir y lograr que el bebé deje de llorar antes (habría que tenerse en cuenta también si el llorar se entiende como un problema para el bebé o para los padres).La crítica de Whittingham al planteamiento de Epstein, en que propone dar atención cuando el menor ha empezado a relajarse, reside en el aprendizaje subyacente: antes de relacionarse e interactuar, necesita haber reducido su malestar, puede llevar también a inflexibilidad psicológica, a dejar de hacer cosas cuando uno no se siente perfectamente, para centrarse en cambiar pensamientos o emociones que no nos gustan, algo muy recurrente en problemas psicológicos de la vida adulta.
A entender que soy digno de atención solamente cuando estoy sintiendo y pensando cosas agradables o comúnmente llamadas positivas.
En cambio, si los cuidadores responden a cualquier tipo de comportamiento del bebé, sea este agradable (sonrisa) o desagradable (llanto) para los padres, están demostrándole aceptación incondicional al bebé y a lo que experimenta, sean los estados o emociones que sean.
Esta puede ser la semilla para que el niño desarrolle a lo largo de múltiples interacciones aceptación y compasión con uno mismo y los demás, así como flexibilidad psicológica.
De este modo, lo que se estaría transmitiendo en este caso sería en palabras de Whittingham: “Te quiero, completa e incondicionalmente. Te acepto, entero, tal cual eres. Y siempre estoy aquí para ti, no importa qué hayas hecho. No importa lo grandes que puedan ser tus emociones, yo soy más grande aún, y puedo sostenerlas todas”.
Impacto a largo
Hasta aquí las dos doctrinas de referencia respecto a los primeros criterios educativos de que disponemos para ir moldeando el carácter de nuestros hijos.Pudiera parecer una trivialidad, sin embargo, diversos estudios han concluido que el carácter y la personalidad el individuo queda indeleblemente marcado en los primeros meses de vida.
Lo que puede parecer un mero capricho de padres o abuelos, en la gestión del llanto del bebé, está influyendo decisivamente en el set de herramientas de las que el adulto dispondrá para afrontar los avatares de la vida.
En definitiva, el descubrimiento de que podemos tener control sobre las emociones lo tendremos que haber descubierto en nuestra más tierna infancia y su dominio haberlo incorporado en nuestro acervo inconsciente.