¿Cuántas veces te has dicho “es mi culpa porque...”, “qué mala suerte tengo...” o has participado de conversaciones en las que solo se criticaalgo o a alguien?
Todos somos víctimas de estos momentos y, sin darnos cuenta, el lenguaje que empleamos en nuestro día a día nos acerca un pasito más a ser felices o infelices...
Así lo explica el filósofo Luis Castellanos, también pionero a nivel mundial en la investigación del lenguaje positivo como herramienta innovadora para el progreso de la humanidad.
“El lenguaje puede ser muy dañino. Desde niños ya empezamos a tener una serie de palabras que nos hacen daño y que posteriormente acabarán por limitarnos.
Terminamos creyéndolas.
¿Cómo podemos construir a través del lenguaje?
Primeramente, dándonos cuenta de esas palabras negativas.
A raíz de eso podremos construir un relato diferente de nuestra vida.
“Nuestra forma de hablar sobre el mundo es nuestra forma de ver el mundo», explica el autor de “El lenguaje de la felicidad”.
Enemigos del lenguaje positivo
Para comenzar a construir un lenguaje mucho más rico, que propicie la alegría y felicidad, es necesario diferenciar una serie de detractores que nutren el lenguaje infeliz.
Los enemigos del lenguaje son los siguientes:
La culpa
No importa si me culpo a mí mismo o culpo a otra persona. La culpa no nos deja avanzar. Usamos expresiones como 'fue por su culpa...'.
La excusa
Hay gente que usa el pretexto como forma de relacionarse.
La excusa se apropia de nuestra empatía cuando, por ejemplo, nos dejamos atrapar por nuestros teléfonos y sus aplicaciones omnipresentes.
Se usan expresiones como “no me ha quedado más remedio...”, “es que...”.
La queja
Es otra de las variantes lingüísticas que invita a frenar.
Cuando nos sumimos en el lamento, en el disgusto y en el descontento constante. “Todo me pasa a mí”.
La crítica
Referido ala que no es constructiva, que juzga constantemente detractando e intoxicando el entorno y creando ambiente censor, etiquetando a las personas.
La influencia de estos enemigos nos lleva a una falta de generosidad y de escucha.
Todo esto impide que aprendas y que evoluciones positivamente.
“¿Es posible que quien tiene un lenguaje infeliz sea feliz? La respuesta es no», concluye el escritor.
Búsqueda constante de la felicidad
“Estamos descalibrados. Encontrar la felicidad es la aspiración de todos y la confundimos con la satisfacción, bienestar y alegría”.
Parece que la felicidad se encuentra en dificultades para habitar el mundo porque, en muchas ocasiones, su búsqueda produce más sufrimiento que bienestar.
“Nuestra alma inquieta quiere más y más y no se deja aquietar, guiar por la sencillez, por el silencio”, cuenta Luis Castellanos.
“La felicidad es un acto creativo del ser humano”
Esa búsqueda de la felicidad viene dada también por el estado de duda. ¿A quién le gusta vivir en la duda?
Solo algunos encuentran en la incertidumbre un impulso para avanzar.
“A nadie le gusta vivir en la duda, por eso a menudo nos vemos buscando fórmulas y recetas para solucionar nuestra incertidumbre.
Olvidamos que la duda puede ser muy saludable para crecer, para progresar, porque enseña a pensar y a poner en cuestión lo que vemos y lo que oímos”, aclara Castellanos.
Anticipadores de desgracias
La chilena Pilar Sordo habla de los anticipadores de desgracias, aquellos que tienen un lenguaje infeliz, y Luis Castellanos dedica unas palabras a este tipo de personas.
“Lo que más le cuesta al ser humano es no tener cuando ha tenido previamente. Anticipamos que nos puede ir mal porque no queremos sufrir cuando no lo tengamos. Hay que disfrutar los momentos, y después aceptar la vida como es.
Siempre queremos tener más y al final nos metemos en una dinámica en la cual nos da miedo y nos asusta ser felices con pequeñas cosas como tomar un café, ir al teatro...”, explica el autor
¿Cómo ser feliz gracias al lenguaje?
Si se cambia el relato, se transforma la vida, y Luis Castellanos ha encontrado las claves para lograr ese ansiado bienestar.
Y se encuentra en las palabras.
“La clave está en poder elegir nuestro propio lenguaje. El lenguaje positivo no son palabras bonitas, es cuando sucede algo (dolor, sufrimiento), y lo ligamos a través de la propia narración que hacemos, del propio lenguaje que elegimos.
El lenguaje positivo es la capacidad de contrarrestar nuestra propia narrativa con otras palabras diferentes.
Somos el lenguaje que utilizamos. El lenguaje nos habita las 24 horas del día.
Si no aparece el bienestar en nuestro lenguaje nos va a costar encontrar la felicidad porque si solo hablamos de odio o de ira, eso es lo que realmente nos está habitando”, sentencia el filósofo.
Tuneado del artículo publicado en ABC
Autor: Melissa González